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A 65 años del misterioso caso Roswell

Por Rubén Alejandro Fraga.- ¿Ovni en Nuevo México? En julio de 1947 un extraño objeto cayó sobre una zona semidesértica de EE.UU.


Esta semana se cumplen 65 años de uno de los grandes enigmas del siglo XX: el caso Roswell. Pese a las desmentidas de las autoridades de Estados Unidos, para muchos se trató del choque de una nave extraterrestre tripulada por humanoides en esa pequeña ciudad del estado norteamericano de Nuevo México. Lo cierto es que, a partir de aquel incidente, en Roswell nació la era moderna en el estudio de los objetos voladores no identificados (ovni).

Según cuenta la historia, en la tarde del miércoles 2 de julio de 1947 varios testigos vieron un objeto brillante atravesar el cielo y luego explotar parcialmente encima de un rancho cerca de Roswell, en una zona semidesértica del estado norteamericano de Nuevo México.

Según ese relato, cuando el objeto misterioso pasó por encima del rancho del granjero William Ware “Mack” Brazel pareció ser tocado por un rayo y explotó parcialmente en el aire esparciendo por el suelo una gran cantidad de restos. Sin embargo, el ovni siguió su trayectoria para terminar cayendo cerca de la ciudad de Magdalena, a más de 250 kilómetros del lugar de la misteriosa explosión.

El granjero Mack Brazel tardó varios días en dar aviso a las autoridades y recién el sábado 5 comunicó lo ocurrido al sheriff local. Un día después, el domingo 6 de julio, llegaron al lugar del incidente el mayor Jesse Marcel, el oficial de inteligencia de la Base Aérea del Ejército de Roswell, y el agente de contraespionaje Sheridan Cavitt.

Ambos se encontraron con una gran cantidad de fragmentos livianos, rígidos y muy resistentes. Algunos llevaban símbolos indescifrables. También hallaron un trozo mayor que los demás, casi circular, de unos tres metros de diámetro.

Una parte de estos restos fue enviada ese mismo domingo a Washington, en un saco, desde la Base de Fort Worth, en Texas. El material iba dirigido al general Clements McMullen, asistente del general Hoyt Vanderberg, jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

El lunes 7 el Ejército norteamericano emitió un comunicado en el que reconocía haber recogido los restos de un ovni y señalaba que tomaba el caso en sus manos. La bomba explotó en la prensa.

Al día siguiente, martes 8 de julio, el diario local “Roswell Daily Record” encabezó su edición con un título que haría famosa a la ciudad: “Las fuerzas aéreas capturan un plato volador estrellado en un rancho en la región de Roswell”.

El artículo dio la vuelta al mundo. El diario había recogido las declaraciones oficiales del teniente Walter Haut, quien se desempeñaba como vocero de la base militar local. Sin embargo, pocas horas más tarde, el general de brigada Roger Ramey, comandante de la base militar del 8º distrito aéreo de Forth Worth, Texas, desmintió lo publicado por el diario y aseguró que los restos hallados eran de un globo sonda.

El 9 de julio el “Roswell Daily Record” tituló en su primera plana: “El general Ramey desmiente lo del plato volador”. El jefe militar se había desplazado al lugar, a pedido del granjero Brazel, para ver los restos, que identificó inmediatamente como un globo meteorológico. Después, el general permitió que la prensa fotografiara los restos.

Sin embargo, para aportar más leña al fuego de la polémica, el propio Jesse Marcel aseguró en 1979, cuando ya había sido ascendido al rango de teniente coronel, que aquella “rectificación” difundida por Ramey fue sólo una maniobra de distracción. Y tuvo éxito, ya que esta desmentida oficial hizo que la pequeña ciudad de Roswell volviese al olvido durante unos años.

Ilustración: Facundo Vitiello.

Hasta que, con el paso del tiempo, varios apasionados por el fenómeno ovni comenzaron a interrogar a testigos y elaboraron hipótesis de lo ocurrido en aquel movido julio de 1947.

Desde entonces, lo que había sido “un hallazgo de restos” se transformó en “un complot del gobierno estadounidense para tapar lo que ocurrió en realidad”, que incluía también el descubrimiento de los cadáveres de varios humanoides de pequeña estatura. Y surgieron casi tantas versiones como investigadores abordaron el caso.

Así, se mencionan al menos seis lugares diferentes para el hallazgo, y el número de cadáveres de seres extraterrestres recogidos por el Ejército, siempre según estos investigadores independientes de ovnis, varía desde dos hasta nueve. Incluso algunos aseguran que el Ejército mantuvo como prisioneros a algunos tripulantes que se encontraban con vida luego del accidente.

¿Accidente de nave tripulada?

Uno de los testimonios más sorprendentes que arrojó la investigación fue el del ingeniero Grady “Barney” Barnett, quien llegó a la ciudad de Magdalena a la mañana siguiente de la explosión, el jueves 3 de julio. El ingeniero aseguró que había descubierto un disco de entre 8 y 10 metros de diámetro junto a los cadáveres de cuatro humanoides de baja estatura, vestidos con un traje gris de una sola pieza.

Barnett, a quien se unieron los miembros de un equipo de investigación formado por arqueólogos de la Universidad de Pennsylvania, no pudo continuar sus investigaciones porque se lo impidieron unos militares que acordonaron el área y pidieron a todos que guardaran silencio sobre el caso.

Según Barnett, los restos de la nave y los cadáveres de los extraños “pilotos” fueron enviados de inmediato a la Base Edwards, en California, donde fueron examinados.

Por su parte, el ufólogo Stanton Freidman fue el primero en publicar un libro acusando al gobierno estadounidense de haber escondido y maquillado el caso. El libro, publicado en 1978, fue seguido por muchos otros, y más tarde series televisivas como “Los expedientes secretos X” (X-Files) popularizaron definitivamente el nombre de Roswell.

A 65 años de aquel incidente, la ciudad de Roswell se transformó en una suerte de Meca en la que se reúnen cazadores de extraterrestres, fanáticos y simples curiosos. En 1991, con la presencia del ya retirado teniente Haut, se fundó el “Museo de ovnis” en la ciudad. También allí se celebra anualmente el “Festival de encuentros extraterrestres”, organizado por la Cámara de Comercio local.

Es que el tema tiene todos los ingredientes necesario para atraer la atención: extraterrestres, complot del gobierno, y hasta un video con la autopsia realizada a uno de los tripulantes de las supuestas naves.

Aunque John Humphreys, responsable de los efectos especiales de la película “Charlie y la fábrica de chocolate”, reconoció ser el autor del video, y reveló que la “autopsia” en realidad implicaba a un “muñeco de látex relleno de hígados de pollo”, esto no hizo mella en la fe de los fanáticos.

A tal punto que hoy en día en varios hangares de las afueras de Roswell, los turistas pueden asistir a conferencias (previo pago de algunos dólares) y comprar toda clase de objetos con la tradicional imagen de los hombrecitos verdes. El souvenir más vendido es una cabeza de extraterrestre en falsos frascos de formol, que se comercia a sólo 36 dólares.

Así las cosas, cada año unas 200.000 personas visitan Roswell, y gastan unos 5 millones de dólares en recuerdos y servicios de hotelería. Para una ciudad de menos de 50.000 habitantes en medio del desierto es mucho dinero. Quizás esto explique la gran cantidad de testigos locales que aseguran haber visto ovnis, enanos verdes o casi cualquier cosa que el turista quiera escuchar.

Mientras tanto, la versión oficial del gobierno de Estados Unidos, expresada en un informe definitivo de la Fuerza Aérea es que “nada de naturaleza paranormal o extraterrestre ha ocurrido” en Roswell.

Eisenhower y Hoover, interesados en los ovnis

A principios de la década de 1950, intrigado por los rumores que corrían sobre la captura de un ovni y sus ocupantes, el entonces presidente estadounidense Dwight Eisenhower solicitó personalmente una investigación.

Durante un viaje a California se presentó en la Base Edwards para ver los restos, en la noche del 20 de febrero de 1954, sin avisarle a nadie. Por entonces en plena Guerra Fría reinaba la obsesión de mantener todo en secreto y cierta información clasificada como secreta podía ser incluso denegada al propio jefe de Estado.

Siete años antes, el propio jefe del FBI, J. Edgard Hoover, también se quejaba en un memorándum de que el Ejército no le permitía “tener pleno acceso a los platillos (sic) recuperados”, a los cuales, según su propia expresión “había echado el guante”…

Mientras tanto, dos de los hombres que realizaron las investigaciones más serias sobre el caso, Jean Sider y Leonard Stringfield, sostienen que sin duda alguna algo muy importante y muy insólito sucedió hace 65 años en Nuevo México. Algo tan decisivo que a raíz de este caso se decidió clasificar como “ultrasecretos” todos los testimonios relacionados con los ovnis. Había nacido la ovnilogía (o ufología) moderna.

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