Lio Messi, con apenas 18 años, había sido convocado por el entonces técnico del seleccionado argentino José Pekerman para el partido ante Hungría que se disputó el 17 de agosto del 2005 e ingresó a los 18 minutos del segundo tiempo, en reemplazo de Lisandro López.
La Pulga venía de consagrarse campeón mundial de la categoría Sub-20 en Holanda, torneo que se disputó del 10 de junio al 2 de julio de ese año, donde tuvo una destacada actuación, siendo el goleador con seis tantos, a la vez que obtuvo el Balón de Oro.
El partido se disputó en el estadio Ferenc Puskas, de Budapest, y a los 47 segundos de ingresar, Messi fue interceptado en su carrera por el defensor Vilmos Vanczák y ambos intercambiaron manotazos, lo que derivó en que el árbitro Markus Merk expulsara al argentino, en fallo polémico.
La angustia que el propio Leo sufrió en el estadio fue inmensa. “Yo no hice nada, solamente moví el brazo derecho para sacarme de encima a mi marcador, que me estaba tomando de la camiseta cuando yo quería seguir la jugada”, describiría un Messi afligido, de apenas 18 años.
Messi tendría otra oportunidad muy pronto, ya que el 3 de septiembre sería citado para enfrentar a Paraguay en la fase de clasificación para el Mundial de 2006.
Hoy cinco años después, el rosarino ya jugó dos Mundiales con la Selección. Los títulos por ahora se le resisten. Batista ya confirmó que, en caso de continuar en el cargo de seleccionador, es probable que pase a ser su capitán de manera permanente luego de su bautismo con la cinta durante Sudáfrica ante Grecia. Todavía queda mucha historia por recorrer con la albiceleste.
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