Ciudad

Jornada de madres y niños con las manos en la masa

Destacados cocineros de la ciudad enseñaron a preparar pan casero a vecinos de los centros Crecer.

Madres y niños de la zona de Garibaldi y Pueyrredón tuvieron una mañana con las manos en la masa en el centro Crecer número 27. Allí, junto a los centros Crecer 12 y 23, un grupo de destacados cocineros de la ciudad enseñó a realizar pan casero y hubo actividades lúdicas relacionadas con el bicentenario. El evento “Rosario crece cocinando” fue el primero de un ciclo de 16 encuentros previstos para este año en distintas zonas de la ciudad y planificados por la Municipalidad junto a profesionales de la Fundación Rosario Cocina Ideas.

El director de Rosario Cocina Ideas, Augusto Saracco, explicó a El Ciudadano que el grupo local surgió de una reunión de colegas relacionados con el ámbito gastronómico. “Discutimos las problemáticas de los restaurantes, las empresas de catering, las cocinas, las escuelas taller y coincidimos en que además de trabajar para nuestra propia empresa era necesario hacer algo por la sociedad, entonces nos sumamos a estas propuestas en las que enseñamos y aprendemos al mismo tiempo”, expresó Saracco.

A su vez, comentó que el grupo está integrado por doce cocineros de alta gama de la ciudad de Rosario, entre ellos Marcelo Megna (Metropolitan), Damián Di Lorenzi (Ros Tower), Diego Irato (Hotel Pullman) y Leonardo Genovese (City Center).

Genovese fue uno de los que participó ayer en la clase de panadería que se ofreció en el centro Crecer. Vestido de chaqueta y gorro blanco, como todo cocinero, recorría las mesas bajas de la sala (que ante su altura quedaban casi diminutas) prestando atención a cómo las madres y sus hijos preparaban el pan casero que luego se llevarían a su casa.

“Estamos trabajando con toda la familia. Acá las mamás vinieron dispuestas a absorber la información que les damos. Este grupo no había hecho pan y desde esta fórmula pueden hacer pan, pizza y focaccia; el masado de agua y harina es de antaño y tenemos una técnica muy básica para que aprendan y puedan hacer pan en su casa y que no tengan que salir a comprarlo. Inclusive de aquí en más puede ayudarlos a impulsar un microemprendimiento, o para su mismo hogar”, señaló el cocinero a este medio.

Contó que frente a esa masa base luego se les explicó cómo una ramita de romero o un poco de albahaca puede saborizar el pan con un poquito de sal gruesa y aceite y tener una focaccia.

“Siempre en Argentina se regaló pan pero nunca se enseñó a la gente de bajos recursos a hacerlo, y eso que enseñar es más barato”, sostuvo. Asimismo, al consultársele sobre el entusiasmo expresado por los “aprendices”, Genovese subrayó que los chicos fueron los más exaltados: “Los chicos están muy entusiasmados, querían meter las manos apenas eché el harina sobre la mesada”.

Mientras seguía observando las mesas repletas de manos llenas de harina, o de harina llena de manos –como se prefiera mirarlo–, el cocinero expresó que esta idea fue innovadora. “Doy clases en Buenos Aires y allí el interés es otro, acá es gratificante trabajar con la gente porque esta es una enseñanza que les puede cambiar la vida diaria”. En cuanto a los secretos de cocina, el joven sostuvo con firmeza: “No debe  haber secretos en la cocina. A la tumba no hay que llevarse nada, todo conocimiento hay que transmitirlo y enseñar, acá es necesario tener ganas de cocinar y aprender”.

Por su parte, Diego Irato comentó que el grupo que le tocó coordinar ya conocía la técnica del pan casero y su función fue “aportar más datos y aclarar algunas dudas que se presentaron”.

Irato y Genovese coincidieron en no regalar el pan, sino enseñar a hacerlo en casa y también a compartir con la gente algunos consejos para que este pan varíe de sabor y propuesta.

Claro que muchas mamás comentaban su experiencia con el enemigo de la panadería: el matrimonio nunca concebido entre la sal y la levadura.

“Técnicamente, la sal no debe tocar la levadura porque le quita el agua y es, precisamente, lo que hace que ésta crezca. La levadura es una bacteria y necesita del agua para crecer, la sal mata a la bacteria. Entonces no hay que ponerlos juntos porque si no el pan queda chato, sin gracia”, apuntó Irato.

En las pequeñas mesas, Ana y Lucrecia aprendieron un poco más sobre cómo hacer un buen pan en casa. “Nos enganchamos con la idea de cocinar. Hice pan casero varias veces pero nunca me salió igual porque ponía todo junto y ahora aprendí que tengo que separar”, dijo Ana a este medio, mientras Genovese se acercaba y le explicaba cómo debía amasar el futuro pan con la base de la palma de las manos, sin ejercer demasiada fuerza para que la misma no se corte y se rompa.

Lucrecia usa harina leudante en su casa y aprendió de su madre y de sus amigas mayores cómo realizar algunas preparaciones caseras. Sin embargo confesó no haberse animado a experimentar un poco en la cocina: “Siempre me basé en las recetas y en los consejos que me daban, pero no puse ningún ingrediente extra para probar por temor a que me saliera mal”.

Saracco dijo que la idea original del encuentro había sido cocinar platos un poco más elaborados, pero al haber tantos chicos en el espacio destinado a esta actividad decidieron darle un carácter más participativo. “Se dividieron en 6 grupos, tres cocinaron y otros tres hicieron banderas, después intercambiaron su turno. Los que cocinaron recibieron la explicación de los cocineros sobre la elaboración del pan casero”, dijo.

Además, agregó: “Está bueno compartir el momento y las experiencias desde los dos lados. Está bueno que personas que son reconocidas por su experiencia demuestren que están en ese lugar porque se esforzaron y estudiaron mucho para destacarse. Nadie les regaló nada y hoy pueden devolver parte de sus logros a la gente que busca la manera de alimentarse bien a bajo costo, haciendo sus alimentos, como el pan, en este caso, en casa”.

También les entregaron a las madres un recetario para elaborar platos con los alimentos que llegan en las cajas comunitarias, que son alimentos secos.

Según explicaron los organizadores municipales de la propuesta lúdica y gastronómica, la idea tiene como fin generar un espacio de intercambio entre profesionales gastronómicos, niños que asisten a los centros, voluntarios y personal municipal, además de vecinos de barrios cercanos, para que, a partir de la cocina, compartan sabores y saberes, rescaten tradiciones, se integren y construyan lazos en sociedad.

En ese marco se planificaron los encuentros de cocina en los diferentes centros Crecer, a los que asisten diariamente miles de chicos de entre 2 y 5 años para recibir allí apoyo nutricional y estimulación psicomotriz. Esta red, dependiente de la Dirección General de Infancias y Familias, constituye el primer nivel de intervención preventivo de la marginalidad y los efectos de la pobreza, por el cual el Estado municipal promueve procesos de inclusión que posibilitan el ejercicio de los derechos ciudadanos.

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