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Voces de la lectura solidaria

El grupo La hora del cuento reúne a voluntarios y voluntarias que llevan la literatura a quienes carecen de capacidad para leer por sí solos. La actriz Mónica Alfonso es la coordinadora de esta iniciativa.

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Superaron los 50 y se reúnen cada martes para aprender a narrar, organizar las próximas actividades y salir, libros en mano, a leer a quienes necesiten una palabra de aliento, de diversión o de formación. Los voluntarios y voluntarias de La hora de la lectura llevan cinco años transmitiendo la palabra escrita en distintos lugares e instituciones de la ciudad. Las voluntarias son las más “paquetas”, ya que con sus sombreros con plumas y vestuario elegante y antiguo acompañan los textos de autores clásicos y actuales.

El grupo es coordinado por la actriz Mónica Alfonso. La misma, premiada y reconocida por su obra Desnuda de terciopelo, es una de las mentoras de la lectura en público. Es decir, desde chiquita se acercó a los textos más diversos y atractivos para recitarlos parada en una silla, cuando a penas comenzaba a hacer equilibrio sobre sus pequeñas piernas. Desde entonces, su amor por la palabra trascendió lo años, escenarios y la vida misma.

En diálogo con El Ciudadano, Alfonso comentó que los voluntarios y voluntarias de lectura concurren a los geriátricos, jardines maternales, escuelas públicas, hospitales, hogares de madres solteras, y espacios municipales como el vivero y la escuela de jardinería, entre tantos otros.

“La misión de estas personas es, simplemente, despertar interés por la lectura, por las palabras. Nuestro arte consiste en la manera de decir esas palabras, de compartirlas. Todos sabemos narrar, sólo que hay que tener algunas herramientas para despertar ese encantamiento a través del juego con la palabra, a través de lo dicho y lo leído”, manifestó.

Alfonso no sólo presenta este tipo de herramientas cada encuentro, también defiende la labor de sus voluntarios: “Estas personas, además de llevar la palabra en todos sus formatos a la gente que la necesita, para distraerse, para entrar a nuevos mundos, para imaginar personajes e historias y para aprender, también hacen algo muy valioso en estos tiempos: escuchar”.

Así es, los integrantes de La hora de la lectura también se caracterizan por poner la oreja “no como psicólogos porque no lo somos, pero sí como ciudadanos, como pares de todo aquél que encontramos en cada lectura”, señaló a este medio Marta Giordani, una de las lectoras.

Ella, al igual que otros compañeros, asiste semanalmente a la escuela Braille. “Allí, cada uno nos cuenta su experiencia de vida, en cada charla nos enriquecemos mutuamente y eso es lo que cuenta a la hora de evaluar cómo invertir tu tiempo en otros. Todos trabajamos en este grupo ad honorem y lo hacemos con gusto, sabemos que cada semana hay muchas personas que nos están esperando para que les animemos la tarde con algún buen texto”, contó Marta.

Por su parte, a Gertudis Bacci le brilla la mirada cuando habla de sus “oyentes”. “Voy a una escuela primaria así que a diferencia de mis compañeros no tengo historias de vida que escuchar, pero sí inquietudes y ocurrencias que te divierten mucho y otras que te advierten algún que otro problema en camino. Escuchar a los chicos es algo increíble, sobre todo enseñándoles a escuchar. Creo que ese es el objetivo del grupo, que los demás, no sólo escuchen lo que leemos, sino también aprendan a escuchar al otro, por eso nosotras damos el primer paso y buscamos que, aunque sea con un dibujito, los chicos muestren qué dedujeron de lo leído”, sostiene Gertrudis.

Alfonso, consultada sobre el significado de la lectura, expresó: “Para mí la lectura es un acto de creación, una puerta que se abre a mundos maravillosos. Lo primero que aprendí de chiquita fue subirme a una silla para decir versos que me enseñaba mi hermana mayor. A partir de ese placer por la palabra dicha, ingresé en mí el placer por la palabra leída y apenas empecé a leer me entusiasmaba por todo, las revistas, las historietas, los libros de cuento que encontraba en mi casa. Todo”.

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