Si bien el año electoral parece no impactar sobre la marcha de la economía local, el gobierno ya se prepara para robustecer el frente interno y, si es necesario, hasta cerrar más la economía, en caso de que Estados Unidos y Europa acentúen sus crisis.
El ministro de Economía, Amado Boudou, transmitió tranquilidad a los principales hombres de negocios y referentes del mercado financiero, en su doble rol de jefe del Palacio de Hacienda y candidato a vice de Cristina.
Pero también viene dando algunas pistas sobre cambios que podrían producirse tras el 10 de diciembre próximo. El siempre imprevisible ruido electoral, combinado con la incertidumbre interminable en los grandes centros de poder económico, puede complicar la marcha de una economía que este año crecería un 9 por ciento.
La fuga de capitales, que como se venía anunciando desde aquí pisó los 10.000 millones de dólares en el primer semestre, refleja que hay algo más que ruido electoral afectando la marcha de un modelo que sigue teniendo a la elevada inflación y la falta de inversiones como asignaturas pendientes.
Boudou busca instalar en la comunidad financiera la sensación de que la Argentina no dará mayores giros populistas ni tampoco profundizará un camino controversial, como lo es el echar mano a fondos multimillonarios para sostener el poder.
Los 80.000 millones de pesos que el gobierno destinará este año a subsidiar la oferta y tratar de sostener la demanda causan escalofríos en el mundo empresario. Es que el riesgo es que vuelva a consolidarse el Estado “barril sin fondo” de otras épocas, sin que semejante despliegue de plata se traduzca en crear las herramientas para recorrer un camino que permita pasar del crecimiento al desarrollo.
El ministro quiere empezar a dar señales de que la Argentina volverá a los mercados después del 10 de diciembre, lo cual permitirá también mejorar el acceso a fuentes de financiamiento desde el sector privado.
Boudou también insinuó ante sus interlocutores que habrá cambios en la política tarifaria para pasar de un esquema de subsidio de la oferta a otro donde se atienda la demanda. No son los únicos aspectos que no terminan de cerrar entre quienes toman decisiones.
Todos los meses el Tesoro obliga al Banco Central, a la Ansés y al Pami a financiar los desajustes entre los ingresos y gastos, con el fin de sostener un superávit fiscal cada vez más menguado. Ese esquema, coinciden quienes conocen los números de fondo, es inviable en el mediano plazo y constituye una “bomba de tiempo” que en algún momento habrá que desactivar.
A esto se suma la persistente pérdida de reservas que vienen sufriendo el Banco Central, y una emisión monetaria que se dispara hacia el 40 por ciento anual, cuando el Indec dibuja una inflación del 10.
El frente externo no ayuda en nada: si bien por ahora la Argentina exhibe cierta robustez, está claro que Barack Obama encuentra muchas complicaciones en Estados Unidos para lograr encaminar un déficit disparado a la estratósfera, a costa de la persistencia de esa potencia en erigirse como gendarme mundial.
La Unión Europea deambula en una crisis social de dimensiones épicas, con niveles de desocupación superiores al 20 por ciento en países como España. Hasta Alemania, que obligó al resto de Europa a meterse en la aventura del euro, acaba de mostrar cierta señal de alarma en su actividad industrial.
Ya no es Obama el único líder desconcertado: la alemana Angela Merkel y el francés Nicolas Sarkozy deambulan en la incredulidad ante la magnitud de la crisis. El mundo está cambiando a paso veloz y los vientos parecen propicios para países como la Argentina y Brasil, que se consolidan como graneros del mundo con precios récords de los commodities agrícolas.
El problema es que los desajustes estructurales se agudizan y persisten las dudas sobre el camino elegido para sostener el modelo. El gobierno ya estatizó varias empresas, echó mano de los fondos de las Afjp y ahora hace uso a discreción de los ahorros de los jubilados administrados por la Ansés y el Pami.
Esa plata la toma dando a cambios papeles con la promesa de pagarlos más adelante. Una película que ya se vio en la Argentina y terminó muy mal.
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