Cultura

“Que digan dónde están”: un minucioso ADN de los organismos de derechos humanos en Argentina

El docente e investigador Luciano Alonso repasó aspectos de su investigación, desarrollada a través de archivos, entrevistas y relevamientos en distintas ciudades, donde describe el rol que fueron ocupando los organismos y sus consignas, así como sus particularidades en la provincia de Santa Fe


Candela Ramírez

Luciano Alonso es profesor de Historia e investigador y este año publicó el libro “Que digan dónde están. Una historia de los derechos humanos en Argentina”. En la entrevista que sigue Alonso repasa algunos aspectos fundamentales de su investigación, el rol que fueron ocupando los organismos y sus consignas así como sus particularidades en la provincia de Santa Fe.

Alonso da clases en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), es magíster en Historia Latinoamericana (Universidad Internacional de Andalucía), magíster en Ciencias Sociales, orientación Sociología Política de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL. Además, es doctor en Humanidades, mención en Historia (UNL) e investigador.

El libro es una suerte de síntesis del trabajo de investigación que el autor lleva a cabo desde hace más de dos décadas sobre organismos de derechos humanos en el país. En esta ocasión, el investigador propone “una historia” de las luchas por los derechos humanos en localidades del interior y del exterior del país, que atienda a sus distintos orígenes, formas de acción y culturas políticas. Y cómo las distintas organizaciones fueron modificando sus dinámicas dentro de la sociedad.

—¿Cuántos organismos y organizaciones de derechos humanos relevaste para la investigación? ¿Cuándo empezaste el trabajo y por qué?

—Este sistematiza y profundiza muchos trabajos previos, que van desde los textos de divulgación a los artículos científicos y hasta a un libro sobre el caso santafesino publicado por Prohistoria de hace ya varios años. A diferencia de aquellos trabajos anteriores, en “Que digan dónde están” trato de presentar una mirada integral sobre los organismos de derechos humanos e interpretar sus desarrollos a partir de un movimiento de conjunto.

Comencé a trabajar sobre la movilización por los derechos humanos hace casi veinte años. Venía de experiencias de investigación en un área que podríamos llamar de historia reciente o de historia del presente, pero mayormente en el campo de los estudios sobre las identidades sociales en el momento de incremento de la globalización capitalista. No tengo muy claro cómo fui pasando a estudiar las luchas por los derechos humanos, pero supongo que en eso tuvo mucho que ver la crisis de 2001 y los conflictos sociales y políticos de la época, en los cuales agrupaciones como Madres de Plaza de Mayo o HIJOS se afianzaron como referentes para otros movimientos sociales. Para 2004 realicé estudios de posgrado en España y estudié las agrupaciones argentinas en Madrid. A partir de ahí tuve la intención de comparar las formas y posibilidades de la movilización en distintas localidades, saliendo de la fijación en CABA.

En ese sentido, relevé las movilizaciones en función de una determinada localización. Santa Fe, Madrid, Buenos Aires/La Plata o incluso Montevideo fueron lugares en los que hice trabajo de investigación sobre todas las agrupaciones que pudiera relevar, y para el trabajo comparativo con otras sedes recurrí a estudios de otras personas sobre distintas localidades, que fueron en incremento en todo este periodo. Quizás la agrupación particular a la que más me he dedicado ha sido HIJOS, pero siempre pensándola en un entramado movilizador muy complejo.

—Hablás de los organismos de derechos humanos como agente diferenciado de los partidos y organizaciones sociales Y sindicales, ¿cómo se dio este surgimiento? ¿por qué sus integrantes se organizaron como militantes por fuera de las estructuras que ya existían?

—Organizaciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos elementales como la vida y la integridad física, y particularmente a la defensa de personas perseguidas por motivos políticos, existen desde hace mucho. La formación de grupos antiesclavistas en la Inglaterra del siglo XVIII ya puede ser pensada como una acción por derechos humanos universales. Pero que esas organizaciones tengan una identidad compartida entre ellas y distinta de otras identidades políticas, sindicales o culturales, es otra cosa. Cuando tenemos la identificación de un “nosotros”, cuando hay acciones coordinadas de agrupamientos frente a las autoridades, cuando se hacen discursos que unifican a un agente colectivo, podemos hablar de movimientos sociales diferentes de otras formas de organización.

Entre 1975 y 1977 se dio en Argentina un proceso de formación de un movimiento por los derechos humanos distinto de las experiencias anteriores, que habían estado asociadas a partidos políticos. El anterior Movimiento contra la Tortura estaba muy vinculado al Partido Revolucionario de los Trabajadores, o había grupos que en sus mismos nombres tenían una identificación partidaria, como las Comisiones de Presos Políticos Peronistas. Pero en ese momento fueron surgiendo o reconfigurándose agrupaciones que venían de distintas tradiciones: cristianas, izquierdistas, liberal-democráticas, y mezclándose con una nueva militancia de familiares de víctimas. 

—En relación al título “Que digan dónde están”, ¿lo elegiste como núcleo del espíritu de la lucha de las organizaciones? ¿qué efectos tiene en el tiempo esa consigna?

—Un libro no es solamente de su autor o su autora. Hay otras personas que aportan conocimiento histórico, plantean preguntas disparadoras como colegas o estudiantes, o el personal de los archivos y bibliotecas que ayudan en la investigación, o, como en este caso, quienes están encargados de la edición. Y el título es precisamente fruto de un diálogo con Débora D’Antonio, la directora de la colección de editorial Prometeo en la que se publicó el libro, con quien lo elaboramos.

Cuando pensamos en ese título buscamos una frase poderosa, que estuviera en el núcleo de un proceso de luchas, y después una frase que aclarara de qué iba el libro. “Que digan dónde están” es por un lado un símbolo del reclamo más urgente y enérgico del movimiento por los derechos humanos, y por otro es un reclamo desatendido: no sabemos a ciencia cierta ni el número, ni todas las identidades, ni el destino de miles de desaparecidas y desaparecidos, una información que correspondería que dieran los responsables de esos crímenes. En ese sentido, es una consigna imperecedera.

La segunda parte del título “Una historia de los derechos humanos en Argentina” esquiva el concepto de “movimiento social”, porque el texto trabaja los problemas de esa concepción y las posibilidades de pensar de otras maneras esas luchas. También se plantea como “una historia”, es decir, como una interpretación de un conjunto de hechos pero que no quiere reemplazar u opacar otras historias, como las de las memorias sociales o las de los organismos, sino dialogar con ellas.

 —¿Viste momentos de fisura? ¿Cuáles?

—En todos los procesos históricos hay cortes y continuidades, el problema es cómo los identificamos y explicamos, qué trascendencia tienen, qué efectos. Al interior del “movimiento por los derechos humanos” hubo constantemente fisuras internas, a veces producidas por la relación u oposición con otras instancias, a veces fruto de diferencias sobre cómo actuar. La primera gran fisura se produce, quizás, entre el final de la dictadura y los inicios del gobierno constitucional, cuando Madres de Plaza de Mayo de Buenos Aires decide mantener la consigna de “Aparición con Vida” y actúa separadamente de otros organismos. O cuando pese a su oposición al formato de la CONADEP todas las agrupaciones, menos Madres, colaboran con la recogida de testimonios y los reconocimientos. 

Pero sin dudas la fisura más profunda es la que aparece hacia 2004-2006, cuando organismos como Madres, Abuelas e HIJOS se van asociando cada vez más a identidades kirchneristas, mientras que otros como SERPAJ o MEDH se reúnen con otros partidos y movimientos en el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia. Desde allí ya no hubo actos unitarios en CABA para el 24 de marzo, y después eso se replicó en otras localidades. Acontecimientos como el cómputo de 2 por 1 decidido por la Corte Suprema en 2017 volvieron a unir a los organismos, pero las variaciones de intereses son muy amplias.

Quizás ahora haya una pluralidad de movimientos que defienden los derechos humanos en distintas dimensiones y con diversos vínculos políticos. El movimiento por los derechos humanos dejó una fuerte impronta en la vida política y en las formas de la acción social en Argentina, y tuvo una proyección internacional. Sus impactos han superado cualquier fisura.

 

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