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¿Un arma de doble filo?

Por: Alicia Caballero Galindo

Aunque avances tecnológicos facilitan la vida, no debemos olvidar nuestra condición.
Aunque avances tecnológicos facilitan la vida, no debemos olvidar nuestra condición.

La primera computadora fue la máquina analítica creada por Charles Babbage, profesor matemático de la Universidad de Cambridge en el siglo XIX. La idea que tuvo Charles Babbage sobre un computador nació debido a que la elaboración de las tablas matemáticas era un proceso tedioso y propenso a errores. En 1823 el gobierno británico lo apoyó para crear el proyecto de una máquina de diferencias, un dispositivo mecánico para efectuar sumas repetidas.

Mientras tanto Charles Jacquard (francés), fabricante de tejidos, había creado un telar que podía reproducir automáticamente patrones de tejidos leyendo la información codificada en patrones de agujeros perforados en tarjetas de papel rígido. Al enterarse de este método Babbage abandonó la máquina de diferencias y se dedicó al proyecto de la máquina analítica que se pudiera programar con tarjetas perforadas para efectuar cualquier cálculo con una precisión de 20 dígitos. La tecnología de la época no bastaba para hacer realidad sus ideas.

El mundo no estaba listo, y no lo estaría por cien años más.

En 1947 se construyó en la Universidad de Pennsylvania la Eniac (Electronic Numerical Integrator And Calculator) la primera computadora electrónica, el equipo de diseño lo encabezaron los ingenieros John Mauchly y John Eckert. Esta máquina ocupaba todo un sótano de la Universidad, tenía más de 18.000 tubos de vacío, consumía 200 kw de energía eléctrica y requería todo un sistema de aire acondicionado, pero tenía la capacidad de realizar cinco mil operaciones aritméticas en un segundo.

El proyecto, auspiciado por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, culminó dos años después, cuando se integró a ese equipo el ingeniero y matemático húngaro John von Neumann (1903-1957). Las ideas de Von Neumann resultaron tan fundamentales para su desarrollo posterior, que es considerado el padre de las computadoras. Por otra parte, los orígenes de internet se remontan a la década de los 60 del siglo pasado. Años atrás, como un proyecto de investigación en redes de conmutación de paquetes, dentro de un ámbito militar. A finales de los años sesenta (1969), en plena guerra fría, el Departamento de Defensa Americano (DOD) llegó a la conclusión de que su sistema de comunicaciones era demasiado vulnerable. Estaba basado en la comunicación telefónica (Red Telefónica Conmutada, RTC), y por tanto, en una tecnología denominada de conmutación de circuitos, (un circuito es una conexión entre llamante y llamado), que establece enlaces únicos y en número limitado entre importantes nodos o centrales, con el consiguiente riesgo de quedar aislado parte del país en caso de un ataque militar sobre esas arterias de comunicación. Como alternativa, el citado Departamento de Defensa, a través de su Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados (Advanced Research Projects Agency, ARPA) decidió estimular las redes de ordenadores mediante becas y ayudas a departamentos de informática de numerosas universidades y algunas empresas privadas. Esta investigación condujo a una red experimental de cuatro nodos, que arrancó en diciembre de 1969 se denominó ARPAnet. La idea central de esta red era conseguir que la información llegara a su destino aunque parte de la red estuviera destruida.

Con el tiempo y los avances tecnológicos, este medio de comunicación proliferó así como la simplificación de las computadoras que cada vez son más pequeñas y con mayores funciones comunicativas y desde luego, preparadas para la comunicación vía internet. Las técnicas evolucionaron vertiginosamente a partir del uso de satélites en materia de comunicación, logrando estar enlazados en forma instantánea con todo el mundo. La combinación de estos factores produjo el “boom” en materia de comunicación. Hace unas cuatro décadas se veía como un sueño el tener teléfonos móviles y actualmente es lo más común que existe. Poco a poco nos hemos valido de las comunicaciones automatizadas para todo, compras, movimientos bancarios y de bolsa de valores, cobranzas, anuncios comerciales, diversiones. ¡En fin!, esta situación me hace pensar en la vida que llevaban los personajes humanos de una cinta de Walt Disney que popularizó a un pequeño robot, Wally, totalmente dependientes de las máquinas e incapaces de vivir sin ellas. En la actualidad, los amigos y parientes que se comunican por internet sólo mandan correos que otras personas arman; fotos, reflexiones, chistes, informativos, de arte y de origen religioso. Aunque la mayoría de ellos son bellos e ilustrativos, terminan por ser impersonales pues expresan los pensamientos e ideas de terceras personas y no los sentimientos, sueños o problemas de los seres queridos. Producen una sensación, más que de consuelo, de una gran soledad en la que están sumidas muchas personas que terminan por ser esclavos de este medio de comunicación y se expresan con correos impersonales escritos, pensados y armados por terceras personas. Vale más un “hola, cómo estas, te extraño, me gustaría contarte… que diez correos que son enviados a la “n” y pierden fuerza personal…

Hablando de automatización, en el campo educativo, desde hace ya bastante tiempo, en escuelas superiores, de alto nivel, tanto en el extranjero como en México, los exámenes de promoción así como, los de admisión, son totalmente computarizados; se pierde la relación maestro–alumno y el intercambio de opiniones se reduce notablemente. Podríamos seguir mencionando ejemplos de este tipo donde el contacto interpersonal de los seres humanos es cada vez menor, produciendo la peor de las soledades, cuando se está rodeado de gente que entre sí se comportan como extraños, porque cada quien vive en su propio mundo. Muchas de las familias actuales, han perdido la costumbre de realizar una de las comidas del día juntos para intercambiar impresiones y comentar sus logros y problemas; dos cabezas piensan más y mejor que una. Un triunfo personal o una alegría de cualquier tipo si se comparte es mayor…

Aunque los avances tecnológicos facilitan la vida en general, no debemos olvidar nuestra propia condición. En esta columna he mencionado más de una vez que para un desarrollo sano y equilibrado de un individuo hay qué mantener el equilibrio de los tres catetos de ese triángulo equilátero perfecto que somos: cuerpo, alma e intelecto. El amor en todas sus manifestaciones es alimento indispensable para el desarrollo armónico y equilibrado de estos tres aspectos y, para ello, se requiere que en todos los actos de la vida esté presente. En los últimos tiempos nos hemos empeñado en esconder las emociones que experimentamos y no podemos permitir la deshumanización en nuestros actos cotidianos. ¿Qué les estamos enseñando a las generaciones que se están formando?

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