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¿Qué logros de una persona trascienden después de la muerte?

Harold Kushner en su libro  “Cuando nada te basta” aborda de una manera especial cuáles son los logros de una persona que trascienden después de la muerte. De esta excelente obra, vale la pena transcribir algunos párrafos donde el autor  explica algunas de las razones que lo llevaron a plasmar sus ideas en un escrito.

Dice en uno de los capítulos: “Una vez leí una entrevista que le hacían a uno de los más prominentes consignatarios de automóviles del país. Cuando se le preguntó cuál era el secreto de su éxito, respondió: “A todo el que entra en mi salón de ventas lo trato como si fuera mi mejor amigo. Averiguo cuáles son las cosas que le gustan, en qué trabaja, y sea cual fuere su respuesta, finjo un gran interés. Me muestro tan cautivado por todo lo suyo, que el hombre no puede menos que desear comprarme un auto”. Estas palabras me hicieron pensar en lo triste que es tener que ganarse la vida de esta forma: fingiendo que a uno le agradan todas las personas hasta el punto de olvidar lo hermoso que es disfrutar de la compañía del otro como un amigo, no sólo como un comprador en potencia. La emoción buscada ex profeso reemplaza a la emoción genuina, hasta que llega el momento en que uno ya no sabe ni lo que siente. Tal vez sea por eso que hay tanta falsa amabilidad y tan poca amistad verdadera en la vida. Y lo más lamentable es que la sociedad aplaude este desatino, nos honra por nuestro éxito económico, nos alaba por nuestra abnegación. Para alcanzar las metas que premia la sociedad debemos renunciar a una parte de nuestra personalidad”.

Sigue el autor diciendo un poco más adelante: “Este libro no da recetas para lograr la fama ni la felicidad. Eso se puede hallar en muchos textos. Trata, en cambio, sobre cómo tener éxito, aunque no en el sentido que suele asignársele a la palabra, sobre la forma de ser humano, de sentirse más importante que una polilla que vive un instante para después morir. Enseña a saber si hemos vivido como corresponde, si no hemos malgastado nuestra existencia. Hablaremos sobre el modo de dar sentido a la vida, para tener la certeza de que no la hemos derrochado y que el mundo va a ser distinto por el mero hecho de que hayamos transitado por él. Es un libro escrito por un hombre que ha llegado a la edad madura que intenta trasmitirte algunas cosas que sabe ahora, pero que desearía haber sabido cuando era más joven. Al escribir esta obra me ha animado el deseo de ayudar a gente a superar una suerte muy sutil de tragedia: el hastío, la sensación de futilidad y falta de propósito de la propia vida. Se trata de un mal muy peligroso porque no siempre nos damos cuenta de que lo padecemos, y porque nos ataca furtivamente. Nos quita la alegría de vivir, y cuando nos damos cuenta de lo que ocurre, ya es demasiado tarde para solucionarlo. Este libro se propone ayudarte a superar el miedo a que vamos a vivir y después morir, y que tanto le da al mundo que vivamos como que dejemos de existir. Comencé a escribir un libro totalmente distinto en el que relataba los problemas de otra gente y daba muchos consejos sobre la forma de resolverlos. Al cabo de un tiempo, me di cuenta de que faltaba algo. Entonces comprendí que debía partir de mi experiencia, de mis problemas y mi confusión, y no de los de otras personas. Tenía que ser un libro muy personal, pero no debía dedicarme a hablar sobre la búsqueda de trascendencia en abstracto, sino sobre mi propia búsqueda, con todos sus errores y desilusiones. Tres cosas me sucedieron en estos últimos cinco años que me han hecho reformular mi modo de encarar la vida.

Primero, la muerte de un hijo de catorce años a causa de un mal incurable, me llevó a relatar en un libro cómo hice para sobrevivir al dolor. Lo escribí por una necesidad profunda de contar la historia, sin esperar que lo leyese más que un reducido número de amigos íntimos. Para mi gran sorpresa (y la de dos editores que me lo habían rechazado), se convirtió en un bestseller internacional. Pese a los años transcurridos sigo recibiendo cartas de agradecimiento de personas que se sintieron alentadas y reconfortadas con su lectura.

El segundo hecho que me conmovió fue que murió mi padre poco antes de cumplir los ochenta y cuatro años, obligándome a encarar el tema de la mortalidad, tanto la suya como la mía. De pronto me veía en la necesidad de determinar cuáles de los muchos logros de mi padre, morían con él y cuáles perduraban confiriéndole cierto grado de inmortalidad.

Por último cuando ya había empezado a escribir este libro, cumplí cincuenta años”.
Ya casi finalizando el capítulo el autor menciona que: “A los treinta –incluso a los cuarenta- todavía me planteaba cómo habría de ser mi vida. A los treinta, mi mujer y yo planificábamos la familia, pensábamos en tener hijos. A los treinta y cinco me consumía el desasosiego; me tironeaba por un lado el trabajo y por el otro la familia. A los cuarenta mis sueños más caros jamás habrían de concretarse. Me rebelaba contra la injusticia de la vida. Pero ahora que tengo cincuenta siento que los principales interrogantes de mi existencia han hallado su respuesta, algunas de ellas satisfactorias y otras no tanto. Tengo la esperanza de que la vida aún me depare sorpresas. Espero no haber dejado de crecer. Pero las tormentas y las incertidumbres que me aquejaban de joven parecen haber amainado. La necesidad de trascendencia no es de carácter biológico como lo es la necesidad de aire o de alimento. Tampoco es psicológica como la necesidad de ser aceptado y sentir autoestima. Se trata de una carencia religiosa, una sed fundamental que padece el alma. Por eso es que debemos acudir a la religión para saciarla.”

 Fuente: Libro “Cuando nada te basta” de Harold Kuhsner

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