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Ciencia y Tecnología

“Se invierte más en reparar el daño que en promover la salud”

Nacido antes del fin del siglo XIX como “sala de aislamiento”, el Carrasco experimenta nuevo modos de cocebir su función.


En 1897 nació como una sala de aislamiento para atender personas con enfermedades que estaban muy estigmatizadas y eran registradas desde el prejuicio: la lepra, la tuberculosis. La sociedad en ese momento encontró en el aislamiento un modo de defenderse. Luego, por 1918, se lo llamó Hospital Carrasco, en homenaje a un intendente de la ciudad. Con el tiempo fueron apareciendo otras enfermedades infectocontagiosas, y por los 80, el VIH Sida; con la que se repite la historia.

El hospital como tal fue concebido para atender enfermos y aliviarlos. La modernidad legó un modelo de control social, y el descubrimiento de la máquina a vapor, y su inserción en la explotación económica y la concentración necesaria del capital para hacerla eficiente, demandó de los funcionarios la creación de instituciones diseñadas a medida de ese modelo que necesitaba a personas educadas en establecimientos que fueran de algún modo anticipando el paradigma del mando y la obediencia. La verticalidad y un orden donde se asegurara una circulación eficiente en un conglomerado que aceptaba hasta respetuosamente ese orden como modo de vida, la escuela, el regimiento y el hospital enmarcados en el modelo de la “fábrica”, donde la campana o la sirena señalaban el principio y el fin de las actividades a las cuales se entraba y de las cuales se salía siguiendo un orden de circulación; y en donde producir era el sumun y el progreso no tendría fin.

El hospital en la historia fue un instrumento al servicio del poder de turno, el poder de la ciencia, el poder político. Poder para controlar y vigilar,  para exigir obediencia. Control, vigilancia y castigo, si fuera necesario. Una sociedad llena de miedo ponía a buen resguardo lo que consideraba “sus lacras”.

“De alguna manera, en todas las épocas, todo lo que la sociedad despreciaba, iba a parar allí”, expresa Horacio Crespo, director del Hospital Carrasco y agrega: “Es lo que pasa cuando se entiende a la salud desde una sola dimensión, aquella que descansa en un paradigma que vincula a la salud con el proceso de atención, y éste ha sido un gran problema por el que todavía atravesamos”.

Aunque, de a poco, el concepto del hospital ha ido cambiando: se lo registra como un lugar con las puertas abiertas, que incluye a la comunidad, que incorpora iniciativas culturales que pasan a ser, además, parte de la salud.

Marcelo Mainini es actor, director y docente de teatro; desde los años 90 trabaja en el campo de desarrollos culturales vinculados a la salud. Cuando el cronista se interesa en saber por qué elige el hospital como lugar para el desarrollo de este tipo de proyecto cultural, Mainini responde: “Yo diría por qué no el hospital. Pienso en esto de «hacer puentes» para unir, acercar y facilitar la inclusión. El puente como un medio de integrar”.

Y más adelante sostiene: “Me he encontrado con la recriminación de gente que dice que este lugar, el del hospital, es un lugar para atender enfermedades, que es el lugar del dolor; que cómo se van a hacer manifestaciones que celebren el arte. Es decir, lo que intentamos no es un divertimento, no es sacar algo que nos duele del plano de la conciencia, sino ayudar a que podamos expresarlo de otra manera. En mi caso debo aclarar que yo me sumé a un proyecto que ya estaba funcionando. Ahora, lo que hemos hecho es encontrarle un nombre: «Laboratorio Cultural Carrasco», para darle identidad; y una forma que es la de una red local, donde participan otras instituciones, municipales y provinciales, de la salud y del vecindario”.

Se trata de tender un puente entre el hospital y la comunidad. Y para quienes concurren al hospital en busca de alivio, facilitarles el acceso a manifestaciones del arte. Y allí va Francisco, vecino que se acercó a través del Centro de Jubilados, que dos tardes a la semana instala su caballete en las diferentes salas, y pinta. Y enseña los primeros pasos de la pintura.

Los jóvenes de “Huertanteando”, que utilizan un espacio del terreno del hospital para llevar adelante su particular manera de relacionarse con la tierra, y ofrecen los beneficios del cultivo de plantas y sus frutos e, incluso, de plantas medicinales.

Y “Carracuentos”, con relatos y lectura compartida en salas de espera y salas de internación donde se pasea una biblioteca ambulante. “Fuimos hilvanando saberes entre mucha gente que participa, trabajadores de la salud que saben yoga o tai chi o música; vecinos y la colaboración del personal que traslada a los internados”, se entusiasma al afirmar Marcelo Mainini, y sintetiza: “Es una tarea que tiene sus inconvenientes, pero estamos poniendo en movimiento algo que crece y se va robusteciendo, día a día”.

Hay gente que todavía sigue viendo un hospital blanco invadido de silencio rodeando a la enfermedad y este tipo de actividades complementarias los enoja. “El desafío es ir tendiendo puentes y no quedarnos aislados en un ghetto cultural”, sostiene Marcelo Mainini. A su lado, Horacio Crespo, aporta su reflexión: “Entendemos la salud como algo dinámico que tiene que ver con un proceso histórico cultural, que se vincula con la capacidad de luchar contra las condiciones que nos van limitando la vida; es un entramado de complejidad que incluye el vínculo del hombre con el ambiente. Hoy situaciones medioambientales impactan sobre la salud humana producto desde el destrato que el hombre tuvo en el uso del ambiente que no lo rodeaba sino del que era parte”, y se apresura en agregar: “También estamos hoy capturados por la tecnología y muchos pensadores han encontrado en el arte un modo de resistencia; justamente, lo que intentamos hacer desde estos espacios es generar potencias creadoras para hallar, entre todos, ese estado de armonía y equilibrio”.

Tanto el director del hospital como el responsable de la gestión cultural dejan en claro que las actividades de la salud “son prioritarias” en un centro de salud, “pero no las únicas”.

“Estamos en un servicio de salud, pero ambas actividades son complementarias y contribuyen al mismo fin: construir lazos sociales basados en el respeto y la solidaridad. No estamos en un espacio cultural. Debemos responder a una actividad sanitaria para la cual estamos cada día más preparados, y volcar nuestros esfuerzos y recursos en promover prácticas saludables.  Nuestro trabajo es una construcción de puentes a través del diálogo”, sostienen.

Laboratorio Cultural Carrasco

Las creaciones culturales tejen y fortalecen lazos, cobijan, producen encuentro y diálogo, animan. Por ende atraviesan los procesos de salud/enfermedad siendo parte de las oportunidades de un mejor vivir. Son ellas las que fortalecen los aspectos saludables de cada uno y de todos, atenúan y dan otra dimensión al dolor y a los pesares. Dichas creaciones son la posibilidad de comprender los procesos vitales más allá de las divisiones y clasificaciones que extremó la modernidad y de transformarnos en sujetos activos y creadores.

Por ello en el hospital se han propuesto vincular algunas de las experiencias que vienen produciendo huellas desde distintas formas de producción cultural (Carracuentos, Huertarteando, Medicina Tradicional), las que proponen un concepto más amplio y abarcativo de la salud. Asimismo el desarrollar nuevos caminos de experimentación (Juego y Creación, Espacio Living, Teatro Foro, distintas actividades vinculadas a la atención de los cuerpos, su movimiento y energías, etcétera), espacios abiertos a la participación de toda la comunidad, pacientes, personal, vecinos y otros actores sociales, con los que se va tejiendo una importante red de trabajo y reflexión.

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