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Sociedad

Adiós al 12 de octubre, bienvenido sea Halloween

El autor polemiza sobre el encuentro entre dos mundos y critica los “disparatados dogmas antihispánicos”.


El 12 de octubre tiene estas cosas. Luego de que se me ocurriera escribir al respecto hace un año, ante un tema tan vasto que implica el apretado análisis de siglos de historia común, y a la vez complejo, ya que se trata nada menos que del descubrimiento de un nuevo mundo y el surgimiento de una nueva realidad social y política llamada Hispanoamérica, vino la resaca abundante en frasecillas de lo más disparatadas y que constituyen el ya habitual y soporífero catálogo de dogmas antihispánicos para pequeños progresistas ilustrados. Siglos de historia, inmensos espacios geográficos, multiplicidad de gobernantes de los más variados matices, cambios mundiales de relevancia, todo ello supone demasiado para resumir en una columna, pero siempre será más cómodo y si además resulta “políticamente correcto” pan comido.

Dada la trascendencia del tema, que hace a los orígenes y la identidad de nuestros pueblos, una suerte de código de ADN colectivo que constituye nuestro patrimonio cultural, no nos es lícito permanecer impávidos ante la magnitud de las inexactitudes y mentiras a designio, que no son casuales, sino digitadas por quienes medran con la división en infinidad de parcelas intrascendentes en que han tratado de mantener a este fenomenal espacio continental.

Una comentarista muy indignada espetó: “Colón no descubrió nada porque América ya existía.” Sería algo así como decir que Newton no descubrió nada porque la gravedad ya existía. Pese a la apariencia de verdad incontrastable de la frase, es una falacia de cabo a rabo, por varios motivos: el primero, porque quienes habitaban el continente no tenían una conciencia geográfica colectiva, por los más diversos motivos que no viene al caso analizar, pero no se sentían parte de un todo continental con comunidad de ideales y principios; los pueblos aborígenes o bien se hacían la guerra de manera constante, y consecuentemente se esclavizaban mutuamente (recomiendo la película Apocalypto dirigida por Mel Gibson que describe muy bien este dato) o no se vinculaban con otros pueblos. Lo segundo, si “descubrir” significa remover aquello que cubre de la vista algún objeto, entonces Colón sí descubrió este continente, que a partir de 1492 se incorporó como realidad ciclópea y desbordante, en todo sentido, a la historia de la humanidad, modificando su curso para siempre. No lo hicieron los aztecas, que no incursionaron por mar a ningún confín, y tampoco lo hicieron los vikingos, quienes puede que hubieran arribado antes que el Almirante a estas costas, pero no supieron qué hacer con este vasto territorio, pese a ser bravos guerreros, intrépidos navegantes e insaciables saqueadores de riquezas ajenas.

Otro lector, en inquisitorial tono, me descerrajó: “¿Qué me dice de la encomienda, la mita y el yanaconazgo como modos de trabajo forzado impuesto a los indios?”. Que los dos últimos sistemas eran, efectivamente, maneras de organización laboral que utilizaban a los indios como mano de obra pero que … ¡ya existían antes de la llegada de los españoles! En efecto, ¿cómo se supone que los propios incas extraían el oro y la plata que decoraban sus templos? Lo hacían con el sistema de mitas por el que organizaban los trabajos en sus propias minas. Los españoles no inventaron ni las minas extractivas ni el sistema laboral acorde, sino que se valieron de ese sistema ya en uso y que los indios conocían. Segundo: precisamente estas formas de trabajo que ya usaban los indios y que con las leyes dictadas por los reyes españoles pasarían a prever horarios de descanso, turnos, excluían a las mujeres y niños, y eran remuneradas, hablan a las claras de que los españoles jamás consideraron a los naturales como esclavos. Las primeras medidas de los reyes españoles daban cuenta de que debían ser tenidos por seres libres y racionales y por tanto jamás fueron esclavos en la América hispana, cosa que no ocurría antes del 12 de octubre. Sí, y le guste a quien le guste o no, entre los pueblos indios, antes de Colón, se esclavizaba al vencido como lamentablemente ocurrió en muchos lados.

Tercero: alguien podría decir que, pese a lo anterior, igualmente se trataba en ocasiones en forma infrahumana a muchos indios. Es correcto, pero ¿acaso no existe en pleno siglo XXI y entre nosotros el trabajo esclavo, en negro o semiesclavo a través de los contratos basura?

Tercera perlita: se trató de un genocidio. 50 millones, 100 millones y la cifra puede inflarse como en un remate, total en el ciberespacio todo es relativo y ya nada parece chequearse. Pues no, habrá que decirlo con todas las letras.

Donde sí hubo genocidio fue en la conquista inglesa, francesa y holandesa, motivo por el cual no existe un pueblo angloamericano ni francoamericano, fruto de la unión de la sangre entre ingleses y apaches o franceses y amaroks.

Pocahontas es un lindo guión de Disney, pero una falsedad histórica. En cambio, la mejor y más evidente prueba de que España no cometió genocidio consiste, justamente, en la composición étnica actual al Sur del Río Grande. Si el porcentaje de mestizos alcanza en muchos sitios y muy poblados (México, Centroamérica y Perú) al 75 por ciento ¿puede alguien explicar de qué genocidio planificado estamos hablando? Salvo que por vía de una humorada se diga que ese genocidio se hizo “a lo gallego” confundiendo durante tres siglos sangre europea con americana.

Admitiendo todos los bemoles que una empresa humana como fue la conquista pudo haber tenido, innegables por cierto, no puede omitirse que el 11 de octubre acá no había un Edén. La principal característica común entre mayas, aztecas e incas fue, además de ser imperialismos que sometían a innumerables pueblos menores, su concepción fatalista de la existencia, que conlleva la nula idea de libertad individual. Ese fatalismo los hizo, no en vano, expertos astrónomos, pero porque creían que su existencia dependía por completo y fatalmente de cuanto eclipse o alineación planetaria tuviera lugar.

El fenomenal desprecio por la vida humana, siendo lo más común la antropofagia ritual y la ofrenda a las divinidades de sacrificios humanos, que lejos de constituir una práctica esporádica era algo masivo en todo el continente, siendo prueba de ello las pirámides que para ese macabro fin se construyeron en México y Centroamérica, y también las niñas momificadas por el frío extremo de las alturas halladas hace poco en Salta. ¿Se entiende? Se sacrificaban niños en honor de los ídolos, niños a quienes, en el caso de las momias de Salta, se emborrachaba previamente para que no opusieran resistencia.

Sería más fácil, en estos tópicos, ceder integrándose al coro monocorde y recitar las consignas ya gastadas cada 12 de octubre, inventadas en plena Reforma Luterana en Holanda e Inglaterra con fines políticos y económicos y para perpetuar un complejo de inferioridad espiritual en nuestros pueblos, y así, cómodamente apoltronados consumir los enlatados de la BBC que perpetúan el complejo de culpabilidad histórica, mientras nuestros niños celebren Halloweeen y digan “trick o treat”. Pero la pasión por la verdad histórica y el amor a la tierra que nos vio nacer y el pueblo que como sujeto colectivo nos cobija nos obliga a ir contracorriente.

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