Molino Blanco es un barrio humilde ubicado en el extremo sur de la ciudad que tiene la fisonomía de otras zonas postergadas. No todas las casas son de material y casi ninguna está terminada. La cumbia anima sus calles, como los niños de todas las edades que salen de todos los rincones. Los búnker atienden jornada completa pero se tornan molestos solo por las noches, cuando el sueño de los que duermen se mezcla con sonidos de balas o de motores que prenden y apagan. Ayer fue un día atípico. Porque los tiros se escucharon en plena mañana y la muerte prematura, esta vez, golpeó a los vecinos en la cara. La víctima es un muchacho de 25 años oriundo de esa zona, al que algunos le atribuyen trabajar para el quiosco de drogas de Pasaje 525 y Salvá, en cuya puerta fue acribillado.
Ayer, los datos sobre el lugar de la balacera eran vagos. En principio, la Policía informó que cerca de las 9.30 Jesús David Santa Cruz, de 25 años, caminaba junto a una amiga de 29 por inmediaciones de Salvá y calle 25 de Mayo (colectora de avenida Circunvalación), cuando se detuvo un auto rojo con varios masculinos en su interior que sin mediar palabra abrieron fuego.
No obstante, varios vecinos de Molino Blanco que dialogaron con El Ciudadano apuntaron sin titubear al búnker que se levanta en Pasaje 525 al 400 como el lugar preciso de la balacera. “El pibe era soldadito de ahí, pero no vendía, le robaba a los clientes”, dijo un hombre mientras preparaba a plena cumbia un pescado a la parrilla.
Quienes lo acompañaban completaron la información. “El búnker está acá a la vuelta, fijate que te vas a dar cuenta enseguida, no tiene puerta y en una de las paredes hay una ventanita pequeña”, agregó otro habitante de la zona, quien fue interrumpido por una adolescente que acotó: “Te vas a dar cuenta porque hay gente comprando, trabaja las 24 horas, hay motos todo el día”.
En la puerta del mal llamado quiosco no había manchas de sangre, pero ese tramo de la vereda estaba baldeado, contrariamente a lo que ocurría con el resto de la calle. Un perro sin ánimo descansaba en la vereda como un custodio desganado mientras los vecinos de la cuadra se quejaban, a escondidas de otros vecinos, sobre la pesadilla de vivir a escasos metros de un búnker.
“Siempre hay tiros, la otra noche casi matan a un pibito. Pero así de día nunca”, dijo una mujer entrada en años que relató que al joven herido lo levantaron ensangrentado y lo trasladaron en un auto particular.
La Policía informó que el muchacho, que contaba con algunos antecedentes por lesiones y robos, ingresó en un auto particular a las 9.40 de ayer al hospital Roque Sáenz Peña con dos heridas de bala, una en el abdomen y otra en la zona lumbar, y luego fue trasladado en una ambulancia del Sies al hospital de Emergencias Clemente Álvarez, donde falleció pasadas las 11, mientras era operado, apuntaron fuentes del caso. El asesinato, por el cual al cierre de esta edición no había detenidos, es investigado por la Brigada de Homicidios, la comisaría 11ª, que tiene jurisdicción en la zona, y el juzgado de Instrucción en turno.
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