Un deleite para los amantes del vóley. Eso fue lo que armaron entre cubanos y serbios con un partido que quedará en el recuerdo de los grandes enfrentamientos mundialistas.
De antemano se imagina un partido parejo. Los dos tenían y tienen sus argumentos por demás de valederos, consistentes y sólidos para aspirar a todo.
Y tanto los mostraron a lo largo del encuentro que el 3 a 2 final con parciales de 22-25, 25-17, 31-29, 22-25 y 16-14 en dos horas y dos minutos de juego, lo deja en claro.
Más cerrado, más peleado imposible. Sólo el segundo parcial que quedó en poder de Cuba tuvo un claro ganador. El resto se definió por detalles.
Los europeos arrancaron ganado el primer set, 25 a 23, pero los cubanos se recuperaron y metieron un segundo parcial 25 a 17, para igualar el partido semifinal. Posteriormente los de la Isla siguieron arriba, pero menos cómodos, y se impusieron en una larga porfía por 31 a 29.
Los serbios no se dieron por vencidos y sacaron a relucir si garra. De la mano de Kovacevic dieron vuelta un set que no les era favorable y lo ganaron 25 a 22, para obligar la definición en tie break.
El parcial definitivo fue una verdadera batalla. Un lujo para el deporte que quedó de lado de los cubanos gracias a la potencia de un enorme Wilfredo León y Raydel Hierrezuelo para sacar apenas una luz de diferencia y llevarse el partido que los deposita en la final.
Así se definió. Por una diferencia mínima. Así debía ser. Un encuentro con todas las letras de principio a fin.
Cuba que vuelve a una final de un Mundial después de 20 años (la última en Italia 90’ donde cayó ante el local), tiene un su historia tres medallas mundialistas (la de plata en el 90’ más las de bronce del 78’ y 98’) pero nunca consiguió el oro. Mañana irá por ese sueño de subirse a lo más alto del podio. Por ahora espera tranquilo al ganador de la otra semifinal que disputarán Brasil e Italia.
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