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Una tarde para el olvido

Un peluquero de 37 años fue asaltado por dos jóvenes armados que se hicieron pasar como clientes y, tras encerrarlo en su casa, lo obligaron a tomar ansiolíticos y amenazaron con matar a su mascota.

Un peluquero de 37 años que tiene un propio salón de belleza en la parte delantera de su casa, en la zona sudoeste, vivió una tarde de terror luego de que dos muchachos que se hicieron pasar por clientes lo mantuvieran una hora encerrado dentro de su propia vivienda y, tras amenazarlo varias veces con armas de fuego, lo obligaran a tomar ansiolíticos y le robaran. Pero gracias a un descuido de los asaltantes, la víctima logró salir a la calle y pedir a los gritos el auxilio de vecinos, quienes retuvieron a uno de los ladrones, mientras que el otro pudo darse a la fuga. El detenido fue identificado como Alejandro T., de 28 años y con numerosos antecedentes penales.

Poco después de las 15 del miércoles, dos muchachos ingresaron a cortarse el pelo al salón unisex César, ubicado en San Nicolás al 3900 de barrio Alvear. El más joven se sentó en el sillón de peluquería y su compañero esperó en un asiento detrás.

César comenzó entonces su trabajo y debió pedirle al cliente que se quitara la campera porque no le entraba la capa de corte. El joven primero obedeció pero inmediatamente comenzó a intercambiar gestos con su compañero a través del espejo y antes de que el estilista alcanzara a cortar el primer mechón, ambos desenfundaron armas de fuego y lo llevaron a punta de pistola al fondo de la vivienda.

Allí comenzaron a revolver todo y de un cajón extrajeron 700 pesos que el dueño de casa tenía para pagar el alquiler. No conformes con esa suma, los desconocidos amenazaron varias veces al peluquero para que les dijera adónde había más dinero ya que no le creían que lo incautado era todo lo que tenía, según contó la víctima.

Con el correr de los minutos, que para César “no pasaban nunca”, los muchachos se pusieron más violentos y lo llevaron a un dormitorio adonde lo hicieron arrodillar y le pusieron una almohada en la cabeza, al tiempo que le decían que no tenían familia ni les importaba nada, y que podían hacer lo que quisieran.

Después tomaron dos bolsas de consorcio y las llenaron con muchas prendas de vestir además de un DVD, una cámara de fotos, una plancha, perfumes y una bolsa con monedas, entre otras pertenencias.

César dijo que los había visto llegar en una moto color roja y que no se explicaba cómo iban a llevarse tanto bulto. Inclusive, el peluquero relató que uno de los ladrones estaba enloquecido con un televisor que movía de un lado a otro de la casa al tiempo que buscaba “algo” para llevárselo.

La situación de estrés asustó a Lola, la perra que tiene César hace cinco años, que empezó a ladrar sin parar. Eso puso muy nerviosos a los intrusos, que decidieron atarle un cable en el cuello a la mascota y gatillaron varias veces un arma sobre su cabeza, relató el peluquero, quien ante esto se angustió aún más y pidió que soltaran a la mascota.

En vez de ello, los ladrones obligaron al cautivo a ingerir dos pastillas y media de un fuerte ansiolítico. El estilista contó que sólo tomó una y media y se quedó sentado en la cocina con la compañía de uno de los desconocidos.

La suerte del peluquero cambió gracias a un descuido, ya que el muchacho que revolvía la habitación pidió a su cómplice que lo llevara hasta el dormitorio y el ladrón obedeció, pero fue caminando delante de César, quien vio su oportunidad y corrió hacia la calle. Allí, tumbó la moto en la que habían llegado los falsos clientes, y comenzó a pedir auxilio. Tras los gritos, los muchachos intentaron huir a pie con algunas pertenencias pero uno solo logró escapar.

Su cómplice, al llegar a la esquina de San Nicolás y Presidente Quintana, viendo que era cercado por la policía, apuntó con un arma a un vecino que salía de su casa en moto y quiso robársela.

Pero la fortuna no estaba de su lado, ya que el vecino era un policía retirado, que se trenzó en lucha con el ladrón y logró retenerlo con la ayuda de una empleada policial que bajaba de un colectivo y vio el suceso.

El muchacho fue trasladado a la comisaría 18ª, donde se le secuestró un revólver calibre 22 y y fue identificado como Alejandro T., quien quedó a disposición del Juzgado de Instrucción 3ª, imputado de “robo calificado y tentativa de robo calificado”.

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