Ciudad

Gigante sudamericano

Una postal de San Pablo, la capital económica del Brasil

Esta semana una delegación público-privada de Rosario visitó la poderosa ciudad. El Ciudadano estuvo y cuenta qué se vio.


San Pablo responde a una capital latinoamericana con una raíz portuguesa que la diferencia del resto. Pero al fin y al cabo es una metrópolis como la que retrató el cineasta alemán Fritz Lang en 1927: una ciudad que en realidad son dos o, en este caso, tres. Y no sólo en términos de clases sociales. Una capa en la superficie, otra subterránea y una tercera aérea hacen el entramado cuerpo de la capital económica y financiera de Brasil, a la que una delegación público-privada de Rosario ingresó esta semana para estrechar lazos sociales, culturales, políticos y, claro está, buscar oportunidades y asociaciones comerciales.

El mundo mira al país porque faltan días para que el mundial de futbol de la Fifa vuelva a América desde México 1986. Entonces el cuerpo se agita pero no con fervor nacionalista para conseguir la sexta copa dorada. No hay clima futbolero. El crecimiento económico en la última década generó un desarrollo social que llevó a millones de brasileños a formar parte de la clase media no sin sus exigencias: mejoras en servicios, entre ellos, la educación. Pero también surgió una masa de expulsados, los sin techo, que dan sentido a su nombre haciéndose de la parte inferior de los puentes de las autopistas para dormir.

Movimientos indígenas, la clase media –que sospecha de malversación de fondos de las obras del mundial– y el Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) son la cara visible del conflicto brasileño que se mueve de ciudad en ciudad. Días atrás una protesta de los transportistas paulistas a la caza de un aumento salarial del 40 por ciento culminó y dejó en claro la política del oficialismo: el gremio obtuvo un 10 por ciento de incremento y algunos de sus conductores son investigados por la Justicia a cuenta de la modalidad de la protesta. Esa fue la respuesta ante el súbito paro que llevó a los paulistas a usar sus vehículos particulares resultando en una escena de ciencia ficción: 334 kilómetros de embotellamiento durante la hora pico.

Gran ciudad, grandes reclamos

El pasado martes, los agentes de Tránsito, igual de ansiosos por obtener una recomposición salarial mundialista aunque más precavidos, crearon atascos menos cinematográficos en la ciudad. Encargados de velar por que se respete el sistema de patentes para circular por días, los municipales faltaron al trabajo porque “debían sacarse sangre para donarla”.

“Vivimos en una transición de patrón de movilidad del auto particular a otras formas colectivas. La Copa (por el Mundial) llega en un momento de cambio (por eso se pueden notar obras de cloacas, ensanche de calzadas o subte todavía en marcha).
Tenemos una mirada muy particular respecto de las protestas ya que nuestro partido viene del movimiento sindical. No lo vemos como una catástrofe. Entendemos a la política como el arte de la negociación”, explica a El Ciudadano, Vicente Carlos Y Plan Trevas, secretario adjunto de Relaciones Internacionales del municipio de San Pablo.

Para el funcionario estos conflictos –que empezaron hace más de un año con sus bemoles e incluyeron un paro de la Policía– son una expresión de la vitalidad de la democracia brasileña y se debe entender que en paralelo a las obras ligadas con el Mundial están las del gobierno. El funcionario habla y a metros de sus palabras la ventana deja ver uno de los característicos grafitis que ofician de guarda de los edificios en San Pablo. Cuando el movimiento de grafiteros se disputaba las cáscaras de las construcciones de la ciudad, el municipio dejó de perseguir la práctica y en la actualidad hasta son contratados estudios para reproducir escenas de la historia paulista en paredes de las autopistas.

Además de las acciones del gobierno, hubo otra respuesta a la escalada de protestas gremiales que se dio, como ocurre en Argentina, a través de los medios de comunicación. La ministra de Derechos Humanos de la Nación, Ideli Salvatti, tomó esta semana la nota editorial de un medio opositor y respondió que genera un clima al que le atribuye las palabras pánico y desesperación pero les restó importancia. Explicó que en Brasil todos los años el doble de las personas que asistirán al mundial –más de 3 millones- se reúnen en los carnavales o las fiestas juninas (entre religiosas y hasta por la diversidad sexual).

“¿No llegan a terminar?”

Es la pregunta al bajar en la punta de línea de uno de los recorridos del metro que da pie a la Arena de San Pablo, nuevo hogar del equipo más convocante de la ciudad, el Corinthians, ya lejos del barrio Pacaembú. El gobierno local preparó un dispositivo especial para el transporte al estadio que alojará el puntapié del Mundial 2014. Su as de espadas es el refuerzo de frecuencias y un servicio expreso del moderno metro paulista.

La semana pasada hicieron una prueba con personas en el estadio para simular cómo sería la salida. Unos 45 minutos fueron contabilizados por organismos oficiales para desagotar a hipotéticos 50 mil espectadores. Hoy habrá una segunda prueba similar. Quizás hasta incluya un simulacro de ataque radiactivo como el de la semana pasada en Porto Alegre, donde se pusieron a prueba 200 soldados y el dispositivo de emergencia ante 30 actores de ocasión. Frente a lo más probable, una manifestación de la MTST durante el primer partido del mundial –Brasil recibe a Croacia a las 17–, el gobierno paulista asegura que tiene todo preparado para asegurar el acceso de los espectadores a pesar de las manifestaciones. En los alrededores del Arena –donde debajo de las gradas todavía están los containers con materiales a la vista– las obras de accesos y hasta calzada de nuevos caminos se llevan adelante entre maquinaria y polvillo. No parece existir en los obreros el apuro que algunos visitantes cargan mientras hacen cola para ver la Copa del Mundo, exhibida en un salón a la salida del estadio. Un piso más arriba en la estación del metro la fotografía de la ex figura del Timao, Ronaldo, se exhibe junto con otros hitos del Corinthians. Lleva una sonrisa nada parecida al rictus preocupado de cuando días atrás se declaró “avergonzado por los atrasos en las obras que quedarían para el país además de los estadios”. Al igual que distintos sectores de Brasil, el máximo goleador en la historia de los mundiales aprovecha una vez más el máximo encuentro del fútbol. Esta vez para “poner en obras” su carrera política junto a Aecio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña –formación de centroizquierda– que en octubre sueña con disputarle la presidencia al oficialismo.

Corazón

Los protestantes anti-Mundial saben dónde golpear: la sede de entrenamiento del equipo dirigido por Scolari en Teresópolis, o el nuevo estadio de Brasilia, donde representantes de los pueblos originarios se unieron a la protesta con sus arcos y flechas. Previo a que empiece a rodar la pelota, en San Pablo –que tiene la mitad de la población de Argentina– el objetivo es su arteria principal: la Paulista, el sector de 3 kilómetros de la avenida ubicada en la cima de la ciudad donde circula el flujo cafetero que la hizo crecer: el distrito financiero rodeado por reparticiones judiciales y gubernamentales. En ese tramo los días viernes suceden las manifestaciones –de los sin techo, transportistas o profesores– con cortes de calle incluidos. Algunos empresarios no transpiran y utilizan los múltiples helipuertos para sobrevolar la Paulista. Tienen la mayor flota de helicópteros urbanos del mundo. Por debajo el subte corre. Frente al conflicto entre las ciudades –la superficial, la subterránea y la aérea–, el gobierno local está alineado con el nacional cuyo vicepresidente Michel Temer declaró estar preparado para afrontar las protestas. Además, y según confió a una cadena de noticias, apela a lo mismo que hiciera Fritz Lang en su film Metrópolis: las victorias del equipo de Felipao y Neymar aplacarán el descontento social en el país. Porque como refirió el cineasta alemán en el film mencionado, donde los conflictos entre las capas de la ciudad agitan el territorio: “La única forma de reconciliar el cuerpo y la mente es a través del corazón”.

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