Espectáculos

Crítica teatro

Una mirada impiadosa acerca del desconcierto y el sinsentido del tiempo postpandémico

Las actrices Andrea Fiorino y Claudia Schujman brillan en “Crónica de una debacle”, un espectáculo donde el humor coquetea con el drama para mostrar sin eufemismos la fragilidad estructural de la escena independiente rosarina


Un ensayo, un limbo escénico en el que dos actrices formidables que trabajan juntas por primera vez se arman y desarman mientras repasan sus biografías en medio de los despojos de un pasado de éxitos y no tanto, un pasado que es otra vida, otro momento, el tiempo de las ideas y de los sueños que, en muchos casos, quedaron truncos por la llegada de la peste.

Qué es actuar, cuánto de lo propio hay en ese camino sin retorno en el que se intenta ser otro u otra, probar otras vidas, otras historias. Cuánto del deseo, la frustración y las angustias reiteradas hay en esa epifanía que acontece cuando una actriz (o un actor) aparece, irrumpe en escena frente al público, y algo indica que ha comenzado la función.

Las actrices rosarinas Claudia Schujman y Andrea Fiorino, de las mejores de una cantera de enormes talentos locales, le ponen el cuerpo al presente en Crónica de una debacle, espectáculo que presentan en Espacio Bravo, donde  ofrecen una mirada impiadosa acerca del desconcierto y el sinsentido de un tiempo postpandémico en el que todo lo dicho se puede refutar en segundos.

Con un disparador inicial a partir de un texto del escritor, humorista, dramaturgo y cineasta israelí Efraim Kishón, que escribió, entre otras cosas y con singular ironía, acerca del universo de actores y actrices y del oficio de la actuación, y aseguró que “las verdaderas dificultades comenzaron cuando el hombre descubrió que necesitaba público”, el material va de la parodia a la farsa y de allí habilita ciertos destellos dramáticos que se mixturan con pasajes en los que ese discurso en primer plano es atravesado por la mágica irrupción de algunos personajes.

Es allí donde ambas, con la mirada atenta de Romina Mazzadi Arro y de una serie de compañeros y colegas del teatro que acompañaron en el proceso, abren el juego a un tiempo de la verdad, del decir lo que hay que decir y que otros callan frente a una debacle del movimiento teatral independiente local y de la cultura en general que la mayoría elige no ver o ver y callar.

De hecho, no fue sólo la pandemia la que puso en peligro al teatro rosarino que siempre navegó en el riesgo permanente de su propia fragilidad, pero es desde allí donde ambas, entre la ficción, la realidad, esos personajes del pasado y aquél vestuario que estaba allí esperando volver, asumen el riesgo de regresar a escena siendo ellas, más que nunca como un acto político, con las marcas que dejó la pandemia pero llenando de verdad un mundo que se ha vuelto de mentira, esa otra supuesta pata que sostiene la actuación: una idea de que el teatro es una “mentira” que, como una paradoja, es transversal a toda la propuesta.

Si la música de Serguéi Prokófiev deja entrever que algo del universo de lo clásico se está urdiendo en escena, todo indicio o supuesta verdad, como pasa en el presente, podrá refutarse y modificarse en segundos. Shakespeare como la meca que no se discute, los otros grandes autores, los personajes deseados que nunca llegaron, el lugar en el medio, los aplausos y las dolorosas tragedias personales también ocupan su tiempo en esta debacle.

El hastío de la repetición, la aspereza, la ironía y cierta nostalgia que atraviesa todo el material y que habilita los mejores momentos de ambas actrices que logran equilibrar sus propios (y poderosos) registros en pos de asumir humor y drama en el cruce que supone el clima de una comedia dramática, y donde queda claro que tragedia más tiempo puede volverse comedia, sirven para poner en tensión el presente del teatro independiente local sin velos, metáforas ni discursos edulcorados, al punto de llegar los espectadores a preguntarse “de qué nos estamos riendo”.

Fiorino y Schujman demuestran con muy poco, más allá del talento y el potencial de recursos conocido de ambas, que el teatro sigue siendo de actrices y actores, que nada lo podrá reemplazar ni correr de su lugar, y que es una decisión política sostener esos lugares que les pertenecen.

Sin pancartas, pero con muchas ganas de hablar y de decir, golpeadas por una pandemia que dejó sin su plato de comida a cientos de artistas en Rosario a los que ellas, como otros y otras, salieron a socorrer con bolones de comida, y viendo que nadie se hace cargo de la “debacle” en cuestión, son quienes sostienen esta crónica por momentos humorística y en otros con ciertos costados dolorosos que literalmente borran la risa en la platea y, al mismo tiempo, las pone a ambas en lo más alto de sus performances.

El espectáculo, que con unas pocas funciones está en un piso desde el que podrá seguir creciendo a partir de potenciar esos detalles que caracterizan la actuación de cada una y que se engrandecen con el correr de la temporada es, claramente, un homenaje al teatro de arte pero sin eufemismos, con sus grises, con sus pesares, con sus contradicciones y malestares, con sus intentos fallidos, con la evocación de un tiempo pasado que, a la distancia, siempre se presume que fue mejor.

Pero por encima de todo, y más allá de que lo que vale aquí es este encuentro escénico de dos pesos pesado de la escena rosarina, lo que prevalece en Crónica de una debacle es que no siempre el show debe continuar: hay veces que hay que parar la máquina y decir “hasta acá”.

Para agendar

Crónica de una debacle, con las actuaciones de Claudia Schujman y Andrea Fiorino, puesta de luces y asesoramiento de Romina Mazzadi Arro, el diseño gráfico y edición de sonido de Fabio Sbergamo y la fotografía de Claudio Perrin, con la colaboración de Piero Arsanto, Vilma Echeverría, David Gastelú y Sergio Escobar, se presenta los viernes y sábados, a las 21, en Espacio Bravo (Catamarca 3624). La reserva de entradas se realiza a través del WhatsApp +54 341 5876600. La obra se ofrece con protocolos vigentes y se solicita en el ingreso el Pase Sanitario.

Pasan los años, pasan los gobiernos, pasan las pandemias, quedan les artistas

Comentarios