Ciudad

En pañales

Una ley para las mil y una noches

Un grupo de bares y centros culturales presentará un proyecto para crear la figura del “Club Social y Cultural”, dentro de la ordenanza de espectáculos públicos, que está en discusión. “Lo nuestro no tiene nada que ver con un negocio”, sostienen.


La Municipalidad lo admite, los bolicheros lo reclaman y hasta para el mismo público, en su mayoría decenas de miles de jóvenes, es una necesidad: Rosario necesita una nueva regulación de su noche. Pero los controles y clausuras que se vienen sucediendo no sólo afectan intereses de grandes empresarios sino también tienen a maltraer a los más pequeños, por causa de un vacío normativo. Los bares llamados “culturales”, espacios que traen bandas, organizan ferias, lecturas de poesía, ciclos de teatro, clases de distintas danzas, no están bajo ningún rubro, y su clausura o no depende de la interpretación que haga cada inspector de la legislación vigente. Existen no pocos bares temáticos, donde, por ejemplo, se enseña tango y para aprender los pasos hay que bailar. ¿Pasó de bar o pub a boliche? ¿Es comparable con las megabailantas que han exprimido al máximo el “permiso de parlante” ofrecido a clubes de barrio para juntar fondos para su funcionamiento? Una decena de representantes de esos espacios culturales comenzaron a reunirse hace un mes para discutir su situación y elaborar propuestas. Una de ellas, una ordenanza que crea la figura de “Club Social y Cultural”, propuesta que se presentará en el Concejo Municipal en los próximos días.

El proyecto de ordenanza que se está elaborando parte de una propuesta del Movimiento Giros – agrupación social y política local- que se adosó a otras realidades de espacios con características semejantes, a fin de nutrirse con otras experiencias. Así, desde hace un mes, distintos bares se autoconvocaron y comenzaron a elaborar un documento que puntualiza lo que de hecho ya sucede. Estos “bares culturales” se caracterizan por ofrecer talleres, actividades y recitales que en otros lugares no se dan. No se limitan sólo a ser una oferta del fin de semana. Todos los días se puede ir a almorzar, cenar, merendar. Ofrecen su espacio para ciclos de cine y poesía, ferias a productores locales y hasta organizan charlas. “Tenemos algo que contar, somos un foco de cultura”, resume Marcos Raviculé, de La Chamuyera, un bar, centro cultural y milonga que funciona en calle Corrientes al 1300. Pablo Teglia, del bar Olimpo, lugar de características similares al espacio antes mencionado, agrega: “Tenemos un rol en la ciudad. Damos una mano y merecemos que la normativa nos tenga en cuenta”.

La propuesta que se está elaborando contempla, entre otras cosas, cuestiones económicas y diferencia los espacios con fines de lucro de los sin fines de lucro, además de tener en cuenta las relaciones laborales que se gestan dentro, ya que la mayoría de los lugares involucrados en la iniciativa funcionan como cooperativa. Estipula también el mínimo de actividades y espectáculos y horarios de apertura y cierre del lugar. “Que nos exijan el matafuego y la agenda mensual de espectáculos”, clarifica Tomás Monteverde, representando a Distrito 7, la pata cultural de Giros.

La falta de un marco que regule estos bares hace que se trabaje siempre a la expectativa de una posible clausura. “La legislación hace que siempre estemos fuera de regla”, explica Teglia. La nueva firma del bar Olimpo comenzó hace unos cuatro años y ya llevan cuatro clausuras, la última de dos meses y medio. “La clausura para nosotros no es sólo perder mercadería, sino sueldos, público. La gente nunca sabe por qué nos cierran y eso perjudica nuestra imagen”. La Chamuyera, un espacio que muchas veces fue sede de eventos organizados por la Secretaría de Cultura de la Municipalidad, también fue blanco de numerosos cierres. En una época recibieron hasta cuatro inspecciones semanales, lo que llevó a que tengan que hacer una suerte de vaquita para pagar dos alquileres de empleados del lugar. Incluso debieron poner un patovica en la puerta del lugar, un espacio donde rara vez hubo algún tipo de disturbio. “Es chocante pero cumplimos”. Estos dos bares citados cuentan, por ejemplo, con tres habilitaciones: bar con amenización musical, milonga y números en vivo. Y aún sí son clausurados por tergiversación de rubro.
Las personas entrevistadas coinciden en aclarar en que el reclamo no es contra las medidas de seguridad, las clausuras o inspecciones. El espíritu de su exigencia es ser habilitados como lo que son y ser inspeccionados en ese marco, además de proponer otro tipo de noche para los rosarinos: una que lejos está de ser la noche del reviente promocionada por otras ofertas nocturnas. “Las complicaciones parten de que trabajamos casi ilegalmente, porque, aunque funcionamos con habilitación, estamos en categorías inventadas y cualquier inspector puede decir que estamos tergiversando rubro. Necesitamos legislación porque si no pueden llevarnos hasta la corrupción: a veces una coima conviene más que adecuarse a las exigencias, que tienen un costo desorbitante. Es un problema muy grave porque por no querer ser empresarios hay que pagar. Hay muchos espacios autónomos en Rosario y el deber del Estado es promocionarlos”, remarcó Juan Monteverde, también representando a Distrito 7. El proyecto de ordenanza aún está siendo sometido a retoques y debate, aunque se espera que en los próximos días llegue al Concejo.

Afirman que no es ni negocio ni entretenimiento

La amenaza de paro proferida por empresarios de la noche –que luego dieron marcha atrás– apuró la elaboración y difusión de este trabajo que se viene realizando hace tiempo. Como si la realidad los hubiese atropellado. El reclamo de los centros culturales, sin embargo, no comparte la misma esencia que el de los grandes bolicheros, a pesar de que ambos actores comparten las mismas inquietudes: la inspección, la clausura y una norma difusa. “Para nosotros el entretenimiento no es un negocio ni siquiera sinónimo de cultura. Ése es un problema político y un debate que tiene que darse”, explicó Leonel Capitano, miembro de La Chamuyera.

“Lo que se está discutiendo ahora es más que nada el negocio de la noche. Pareciera que el debate contempla todo, cuando en realidad hay una gran dimensión que queda afuera. Hay una guerra de corporaciones donde no tenemos nada que ver. Por eso vamos a presentar este proyecto de ordenanza y trabajar por una figura específica a la que llamamos «Club Social y Cultural». Con esa idea nos convocamos distintos espacios similares para afinar la propuesta que tiene su eje puesto en lo público y la cultura”, explicó por su parte Juan Monteverde, ex candidato a concejal de una alianza que integró el Movimiento Giros en las pasadas elecciones. “Somos una voz distinta. En la ordenanza de espectáculos públicos que se discute hoy el concepto fundamental es el de entretenimiento, no el de cultura. El debate está en si se baila o no se baila, si molesta o no molesta y esa es una discusión muy acotada, burocrática y a los fines de un negocio”, distinguió.

Los bares culturales hacen hincapié en correr el eje de lo comercial a la difusión y producción cultural y también discutir la relación de estos espacios con su entorno y la ciudad. Lo que se pretende, dicen, es que la normativa no les exija lo mismo que a los grandes boliches, ya que su propuesta “poco tiene que ver con la regulación de un negocio”.

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