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Un piquete al capitalismo

Calificado exageradamente como el Marx de la actualidad, a diferencia de las posiciones radicales de aquél, Thomas Piketty apunta a contrarrestar las desigualdades creando impuestos para las clases que concentran las riquezas más extremas.


Cuando Thomas Piketty lanzó su libro El capital en el siglo XXI, analistas del semanario inglés The Economist lo calificaron exageradamente como el Carlos Marx de esta época. El economista francés, nacido en Clichy, tiene mucho por recorrer para acercarse a la figura del alemán del siglo XIX, quien fue el primero en trazar los ejes sobre los que se desenvuelve el capitalismo, al extremo que su análisis puede ser aplicado en la actualidad a más de 150 años de haber sido realizado. No es una novedad que el capitalismo genera desigualdad, que premia a los egoístas y que hace más ricos a quienes ya son ricos en despecho de quienes creen que, con esfuerzo, se puede progresar. Sin embargo, el análisis del profesor director de la francesa Escuela de Altos Estudios Científicos y Sociales (Ehess, por su sigla en francés) y profesor asociado a la Escuela de Economía de París es un importante aporte al conocimiento y una enfática alarma a la situación presente.

Según Piketty, en esta nueva centuria se da la situación de que los ricos se enriquecen de manera más acelerada que antes y eso significa mayor desigualdad. Es decir: el resto de la sociedad queda postergada y la situación empeorará, en el futuro habrá menos personas más y más ricas, y más y más pobres en todo el mundo, porque los recursos son finitos. Frente a este panorama, Piketty escribe su libro La economía de las desigualdades. Cómo implementar una redistribución justa y eficaz de la riqueza, donde propone un modo de frenar el incremento de las riquezas en poquísimas manos, a partir de la implementación de impuestos sobre esa clase para impulsar el bienestar de los pueblos.

Postal del presente

Es conocida la situación actual de España, que tiene más de 300 mil familias “desahuciadas” que perdieron sus hogares y están en la calle, además del 25 por ciento de desocupados, cifra que contiene un porcentaje mayor de jóvenes que no tienen trabajo y no tendrán en el futuro si la situación sigue así. La derecha española, y europea en general, considera que hay que seguir por ese camino de ajustar a los que menos tienen y beneficiar a los ricos –quienes supuestamente invertirán–: el panorama es pésimo. Al mismo tiempo, España tuvo como logro tener a dos de las personas más ricas entre los que mayores fortunas tienen en el mundo, llegando al número de 16 millonarios ibéricos. El número es escalofriante porque no llegan a 20 los ricos y son millones los que caen día a día en una situación de pobreza en un país considerado “del primer mundo”. Sin pensar en la situación de los miles de inmigrantes que quieren arribar a ese país huyendo de África o Asia. El capital logró lo que había pronosticado Marx hace mucho. Piketty subraya este proceso a partir de una exhaustiva investigación lograda gracias al desarrollo de la economía y las ciencias sociales del presente, además de las herramientas provenientes de la tecnología. El economista francés examinó la evolución de la desigualdad en Francia a partir de la “desigualdad en los salarios” y la “desigualdad en los ingresos”, entre otros factores.

¿El medio justo?

A diferencia de Marx, quien proponía un cambio de raíz de este sistema económico, político, social y cultural que lleva a la humanidad de crisis en crisis, que metió al planeta en una mala situación de la que no logra salir, Piketty no busca una solución por fuera del capitalismo. De hecho, se mete en el medio del debate entre la izquierda y la derecha y pretende una solución intermedia. A diferencia de los pensadores de la derecha liberal, encabezados por Milton Friedman, que dicen que únicamente el mercado puede ordenar la situación porque logrará una redistribución, plantean que el Estado no debe intervenir en la economía y que hay que permitir que los ricos se enriquezcan porque en algún momento su vaso de derramará y volcará a la sociedad, como una forma de redistribuir. Como vimos en la Argentina y como vemos en el mundo, eso no sucede. En cambio, la izquierda propone que hay que llegar a la médula del sistema de producción y cuestionar a las fuerzas del mercado. Un sector progresista de esa izquierda sostiene que hay que cobrarles parte de sus ganancias a los ricos para redistribuir y hacer funcionar otros sectores de la economía. La izquierda revolucionaria afirma que ni siquiera hacen falta los ricos y que los trabajadores pueden redistribuir ellos mismos las ganancias con la ayuda del Estado en una primera instancia. El siglo XX estuvo atravesado por este debate y por eso se produjeron algunas experiencias como los “Estados de Bienestar” o el “Socialismo Real”, entre otras. Piketty busca saldar esta discusión porque para él no hay diferencias en los principios sobre justicia social, sino que las oposiciones se basan en “análisis contradictorios acerca de los mecanismos económicos y sociales que producen las desigualdades”. Incluso, Piketty ve que hay consenso en la participación del Estado para acabar con la desigualdad porque es cierto que hay gente que heredó fortunas, mientras que otros nacieron en la pobreza, por lo que es justo que el Estado colabore con ellos. Según el economista francés, hay que realizar un “análisis minucioso de los mecanismos socioeconómicos que producen la desigualdad”, para aclarar el panorama e “implementar una redistribución más justa”.

Pura o eficaz

Piketty se pregunta entonces si hay que permitir una redistribución pura, es decir, que el mercado y el sistema de precios realicen una redistribución en el sentido que, a mayor y más libre producción, los bajos precios logren que todos tengan acceso a las mercaderías. O si, en cambio, hay que realizar una redistribución eficaz, en el sentido de cobrar impuestos o retenciones que permitan inyectar recursos en sectores que no logran despegar, es decir una redistribución eficaz que permita corregir las imperfecciones del mercado. Frente a esto, el economista analiza y da razón al sistema de precios que permitió a muchos acceder a determinados bienes y reconoce que las intervenciones en las inversiones empresarias a veces traen desempleo. Sin embargo, al analizar al sistema impositivo francés, el profesor de la Escuela de Economía observó que, cuando se rebajó, se relajó o se quitó carga impositiva a los empresarios y ricos de Francia durante los últimos 40 años, lo que sucedió fue que se generó mayor desigualdad, a la vez que mayor desempleo. Habiendo examinado esta cuestión, Piketty propone formas nuevas de avanzar con impuestos que permitan contrarrestar las riquezas extremas para permitir un mayor desarrollo o bienestar de las clases bajas.

Desde el Cartismo a la acumulación actual

No de la misma manera que lo hicieron los obreros ingleses que durante la década de 1840 encabezaron el Cartismo y reclamaron a los grandes capitalistas y al Estado británico mejores condiciones de vida para los proletarios, pero sí en el mismo sentido, un grupo de economistas entre los que se destacaron Thomas Piketty y el ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis, redactaron, días pasados, una carta para ser presentada en la Organización de Naciones Unidas para que se tenga en cuenta la posición argentina en cuanto a establecer un marco jurídico mundial para las reestructuraciones de deuda en contra de los grupos financieros, también llamados fondos buitre, que dejan en mala posición económica a Estados endeudados. “Argentina, situándose a la vanguardia de estos esfuerzos, se ha defendido de los fondos buitre desde que reestructuró su deuda.

Ayer Argentina, hoy Grecia, y mañana quizás también Francia, cualquier país puede ser impedido de reestructurar su deuda más allá de todo sentido común”, expresa la carta firmada por 19 economistas y que fuera publicada en el diario inglés The Guardian. Al formar parte de este grupo, Piketty sigue alertando sobre el desastre que puede ocasionar que las riquezas se sigan incrementando y generen mayor desigualdad. Su visión apunta hacia dentro de las burocracias estatales como hacia el concierto de naciones y Estados que hoy bailan al compás de los grandes grupos financieros.

El caso griego es más que claro: mientras la ciudadanía votó democráticamente en contra el pago y del ajuste, la prepotencia de grupos financieros obligó a la población a someterse nuevamente. Piketty señala actualmente una nueva acumulación del capitalismo en el siglo XXI; tal como la había descrito Marx para los siglos XVI y XVII, como un robo o una expropiación de quienes más tienen contra los que menos tienen.

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