Espectáculos

Un “Perro” cercado por esbirros

Cuarta entrega de la serie de novelas que tiene al comisario Lascano como protagonista. En esta novela, Ernesto Mallo compone una suerte de precuela y pone a funcionar al detective en tiempos de la Triple A y sus impiadosos crímenes políticos.


La conspiración de los mediocres. Ernesto Mallo
Grijalbo / 2015. 204 páginas

Ernesto Mallo es un escritor argentino inscripto en lo que podría denominarse corriente negra; ya cuenta con varios títulos y con un personaje a la medida de esa línea literaria dura, Venancio “Perro” Lascano, un policía que configura al “detective” pero que confronta con la fuerza a que pertenece y de la que conoce en detalle sus renuncios y corruptelas y a la que, por momentos, cuestiona hasta su existencia misma. En La conspiración de los mediocres, Mallo ambienta las peripecias de Lascano en un tiempo anterior al de sus tres novelas anteriores con el mismo sujeto, antes de la dictadura cívico-militar, desarrollando una suerte de precuela donde el policía tendrá que vérselas nada menos que con algunos de los esbirros que integraban la patota Triple A, comandada en ese entonces por su ideólogo, el ministro de Bienestar Social, el Brujo López Rega y el comisario Alberto Villar, y donde Lascano es casi un joven outsider dentro de la Federal, regido por un código ético que lo sitúa en una zona de riesgo permanente, enfrentado, a poco de andar, a la violencia desplegada por ese cuerpo parapolicial en su afán de “liquidar” enemigos sin interrupciones.
Fresco de personajes y momomentos reales y ficticios y sobre la descarnada violencia con la que iba constituyéndose el aquelarre de la época, La conspiración de los mediocres es una novela que no le esquiva a la lírica pero que a la vez dispone sus elementos narrativos con sequedad y notorio impulso, componentes suficientes para que la historia avance y atrape. No mucho más entonces puede pedírsele a esta ficción de género donde prima la crítica a las instituciones, la voraz impunidad y el crimen político, representaciones de un periodo –demasiado oscuro– de la realidad argentina de hace unas pocas décadas. A continuación, Ernesto Mallo describe algunos de los tópicos que dieron forma a La conspiración de los mediocres.
—En esta novela situás a Lascano en un periodo de tiempo anterior al de las otras novelas, ¿cómo surge esta idea de ir hacia atrás en el tiempo?
—Me interesó abordar el tema de la Triple A, porque se trata de un tema que no es muy tratado. Esta época fue el huevo de la serpiente de lo que luego sería el terrorismo de Estado a gran escala. La metodología de secuestro-tortura-muerte fue aplicada primero por los sicarios de la Triple A con López Rega y el comisario Villar a la cabeza de las operaciones. Cuando los militares lo conminan a López Rega, éste les entrega toda la inteligencia y los datos que tenían a cambio de dejarlo partir a Europa. En especial los referidos a los militantes o simpatizantes de la izquierda peronista. De modo que ése fue un signo temprano de lo que vendría al que nadie le prestó demasiada atención. Mucha gente creyó ver en las Fuerzas Armadas a los héroes que vendrían a salvarlos de esa pesadilla que, en definitiva, fue el prólogo de una pesadilla mayor.
—Y también lo ponés a funcionar como integrante de unas fuerzas policiales constituidas como aparato represivo con las que no se siente cómodo, ¿pensaste en que le convenía para después hacerlo surgir desde un infierno?
—Las fuerzas policiales, en mayor o menor medida, son siempre un aparato represivo. Lascano no se siente cómodo con la ilegalidad de esa represión, y menos con el uso de la policía con fines políticos. En ese contexto Lascano hace contraste con el paisaje de corrupción y violencia sobre el que se recorta. Dicho esto, dejo en claro que nunca me guío por lo que conviene o no al personaje o a la historia, sino que trato de seguir un devenir verosímil sin forzar ninguna situación.
—Establecés una relación directa entre los refugiados nazis y los represores y sin embargo ese bagaje luego se desdibuja, ¿cuál fue el peso o la incidencia que pretendiste darle?
—No creo que haya una relación directa entre los fugitivos nazis y los represores nuestros más allá de una ideología y concepción del uso de la violencia para ejercer terror sobre la sociedad. Pero, puestos a comparar, creo que la política de Videla y sus secuaces guarda mayor similitud con el régimen soviético estalinista que con el nacional socialismo. Los chupaderos clandestinos fueron nuestro Gulag. El primer país que reconoció a la Junta Militar del 76 fue, precisamente, la Unión Soviética. Ni antes ni después tuvo Argentina relaciones más estrechas con los soviéticos que en esos tiempos.
—Hacés jugar personajes reales en este libro, ¿lo necesitaste en relación a la época?,
—Todas mis novelas suceden en momentos históricos específicos. No me imagino hablar de la Triple A sin la presencia del Brujo, de Villar, de Morales, de Almirón. No estoy seguro de que haya grados de verosimilitud, tiendo a pensar que la hay o no la hay. Ese es un valor muy importante para las novelas que escribo, que nunca contradicen las leyes de la física,
—Teniendo en cuenta el tiempo en el que situás a Lascano ¿la muerte de Marisa (la mujer de la que se enamora en esta novela) lo dejaría en “libertad” para otras aventuras sentimentales?
—En realidad la continuación de la saga ya estaba escrita y publicada antes de esta novela. Pero no pienso en Lascano en términos de aventuras sentimentales, sino en el drama de estar siempre en busca de amor sin ser demasiado consciente de ello. La muerte de Marisa no lo deja en libertad para otras aventuras sino que lo deja librado a otras sorpresas amorosas que no busca, pero que fatalmente encuentra, o que lo encuentran a él.
—Existe en este sentido un aire de tragedia más marcado que en otras aventuras de Lascano, sobre todo por cómo él se “entrega” a ese amor, ¿lo ves así?
—Sí, es así, porque en esta historia Lascano corre el riesgo de perder a alguien que quiere más a que a nada en el mundo, incluido él mismo.
—El malestar burocrático que soporta Lascano, ¿marcaría ese lugar incómodo con la fuerza que se desarrolla en las otras novelas?
—La primera novela de Lascano se titula La aguja en el pajar. Esto hace referencia a que él es un elemento parecido pero distinto al medio en el que actúa. Vale decir, un tipo desubicado. Más qué incómodo, Lascano convive permanentemente con el peligro de que el medio ambiente termine por eliminarlo ya que se trata de un cuerpo extraño y molesto. Es como un virus que infecta al cuerpo policial, siempre en riesgo de ser atacado por sus anticuerpos.
—¿De qué información “verídica” te serviste para conocer el funcionamiento de las fuerzas represivas de la época?
—En principio, de mis propios recuerdos, luego de muchos testimonios, tanto de un bando como del otro. Los secuaces de la Triple A se sentían muy orgullosos de sus hazañas y no tenían reparo en contarlas, como Salvador Payno que hasta escribió un libro en el que comenta la organización. Muchos de ellos también hablaron mucho en instancias judiciales. Todo eso está muy documentado, por eso extraña que nos se haya tratado el tema más extensamente. O no extraña ya que los políticos no son muy propensos a la autocrítica o a revisar sus dislates.

Una anécdota verídica: La amenaza a los directores de cine

Ernesto Mallo es guionista, autor de una de obras teatrales, periodista, novelista (Crimen en el Barrio del Once, Los hombres te han hecho mal, La aguja en el pajar, El comisario Lascano) y ha sido el organizador de las ediciones del festival Buenos Aires Negra, un espacio donde se reúnen los autores de novela negra y cuenta con maratones de presentaciones, lecturas e impulsa el conocimiento de herramientas y recursos de la nueva ficción policial, a esta altura, un emprendimiento al mismo nivel que su par de La Semana Negra de Gijón.
Mallo estuvo a punto de escribir una biografía del cineasta Armando Bo. En esa instancia se enteró de un hecho que narra en La conspiración de los mediocres sobre una amenaza a directores de cine.
—Tengo entendido que la anécdota de las amenazas a Ayala y Olivera, directores y productores de Aries Cinematográfica, y a Armando Bo por la Triple A fue verdadera, ¿la tuviste de primera mano?
—La anécdota de Armando Bo y los cineastas es auténtica. Yo estuve involucrado en un proyecto de escribir la biografía de Armando Bo. Me fue relatado por Víctor, su hijo, y luego corroborada por Isabel Sarli en una entrevista que le hice; también por colaboradores de Armando y por el propio Olivera.

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