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Un grito que ya es centenario

Por Paulo Menotti. A cien años de la huelga de los arrendatarios del sur santafesino, conocida históricamente como El Grito de Alcorta, el periodista Oscar Ainsuain reflexiona acerca de la situación del campo argentino.


Mañana se cumplirán 100 años del denominado Grito de Alcorta, una huelga rural que se inició en dicha localidad del sur santafesino y reunió el apoyo de miles de productores rurales de la Pampa Húmeda. La lucha fue impulsada por los arrendatarios de campo que, en tanto productores, se toparon con los límites del modelo de producción que favorecía a los grandes propietarios, dueños de estancias. Como fruto de la lucha, los productores rurales forjaron una organización para defender sus intereses, la Federación Agraria Argentina (FAA), en agosto de 1912. En el primer centenario de aquella protesta, Oscar Ainsuain, periodista y autor del libro “A 100 años del Grito de Alcorta: soja, agronegocios y explotación” (en coautoría con Mariana Echaguíbel), opinó en  una entrevista con El Ciudadano sobre el pasado y el presente del campo argentino.

—¿Por qué fue una gesta el Grito de Alcorta?

—Hace 100 años la antinomia entre terratenientes y arrendatarios desembocó en el Grito de Alcorta, una lucha que conmovió los cimientos de la Argentina agroexportadora, ya que durante más de cuatro meses más de cien mil productores paralizaron la producción y comercialización de cereales. Ante la fenomenal e inédita movilización, los grandes propietarios rurales fueron accediendo lentamente al reclamo y hacia mediados de 1913 la producción agraria se encontraba funcionando a pleno debido a que la inmensa mayoría de los arrendatarios había obtenido la rebaja de los alquileres. Si bien el Grito de Alcorta no logró modificar la estructura agraria latifundista, los grandes propietarios tuvieron que aceptar requisitos menos restrictivos en los nuevos contratos.

—¿Cuál fue la respuesta?

—Esto provocó el odio y la venganza de los terratenientes y muchos dirigentes agrarios como Francisco Netri, Francisco Menna o Eduardo Barros que  fueron asesinados; otros como Francisco Capdevilla fueron brutalmente torturados; y cientos de chacareros soportaron la persecución y la cárcel. Hasta curas como José Netri y Ángel Gottri fueron encarcelados. Desde entonces nada fue igual en el campo argentino, ya que los pequeños y medianos productores comprendieron que para superar las adversidades debían luchar, como se observó en las movilizaciones por la Ley de Arrendamientos de la década de 1940, en las medidas de fuerza y los piquetes contra la dictadura y el neoliberalismo menemista, y más recientemente contra las retenciones móviles.

—¿Qué es lo que quedó en el olvido de aquella huelga campesina?

—Como ha sucedido con la mayoría de las gestas populares, el Grito de Alcorta ha sido ninguneado por los sectores dominantes. Éstos lograron instalar en la opinión pública la idea de que se trató de una contradicción sectorial que al no afectar a los habitantes de los centros urbanos debía resolverse en el campo. El objetivo era y es ocultar que la cuestión agraria es un problema del conjunto de la Nación, ya que el latifundio, la concentración productiva y la dependencia son el principal obstáculo para un desarrollo económico independiente. Por eso es tan importante que a 100 años los sectores populares, tanto del campo como de la ciudad, reivindiquen este hecho histórico.

—¿Qué papel tuvieron las distintas fuerzas políticas en la protesta agraria y en la formación de la FAA?

—Entiendo que la gran virtud de hombres como Netri, Antonio Noguera o Francisco Bulzani fue la amplitud de criterio, ya que a pesar de que desde lo ideológico representaron a la izquierda de Alcorta, tuvieron la virtud de unir en un gran frente a distintos sectores. ¿Acaso un sector importante de la Iglesia católica no acompañó desde un principio la lucha? ¿Acaso comerciantes “poderosos” y “acomodados” como Ángel Bujarrabal de Alcorta o Tomás Boretti de Bigand no trabajaron a favor del paro? ¿Acaso el diario La Capital no fogoneó la lucha? Si hasta un sector de los terratenientes de la Liga del Sur que respondía a Lisandro de la Torre llamaba a los propietarios a ceder en sus posiciones. Es cierto que la columna vertebral de la protesta fueron los arrendatarios, los trabajadores rurales y los obreros de las ciudades que rápidamente respaldaron la lucha, pero también es cierto que el masivo respaldo de otros sectores ayudó a la lucha.

—¿Qué diferencias hay entre la situación del campo en 1912 y la de cien años más tarde?

—Hace cien años el contexto internacional obligó al reacomodamiento de América latina al nuevo mercado mundial, al que la Argentina se incorporó como productor de materias primas. A pesar de las críticas a ese modelo expresadas primero por Netri y, con posterioridad, por una parte importante de la dirigencia agraria, hoy lamentablemente en Argentina persiste el rumbo impuesto desde entonces con el modelo agroexportador. Ayer se lo definía como “boom cerealero” y actualmente como “boom sojero”. El monocultivo ha desplazado a producciones tradicionales como la carne, la leche, el algodón o la caña de azúcar. Esto es tan así que el área sembrada de soja durante los últimos ocho años se incrementó en un 30 por ciento y la producción trepó más del 60 por ciento. El espectacular crecimiento productivo en relación al área sembrada se explica por el alto desarrollo tecnológico (tecnificación, siembra directa y agroquímicos). Los “contratos tipo de arrendamientos” impuestos en la Pampa Húmeda en 1912 establecían que el arrendatario debía pagar en concepto de alquiler el “45 por ciento del producto total de lo que coseche trillado y embolsado, libre de todo gasto”. En la actualidad las imposiciones de los propietarios y la explotación de los productores transitan por otros caminos. Lo novedoso es que el capital financiero ha comenzado a operar en el negocio del sector agropecuario tradicional a través de grandes empresas como Adecoagro, Los Grobo, Andreoli, El Tejar, etcétera. Pero como sucedió hace cien años, el motor del auge productivo es el sistema de arrendamientos imperante, que en la actualidad ha incorporado a un nuevo actor: los pools de siembra. Hace cien años se explotaba a los arrendatarios; ahora a los contratistas chicos, que al no poder acceder a la tierra por no poder competir con los pools, terminan como mano de obra cuasi cautiva de éstos.

Una ley de tierras con el ejemplo de Brasil

“Con la intervención de los pools en detrimento de la agricultura familiar se ha profundizado la concentración de la tierra y la producción”, aseguró Oscar Ainsuain. “Continuando con el genocidio rural de los 90, entre 2002 y 2008 desaparecieron 60 mil pequeños productores y 1.600 grandes empresas concentran el 50 por ciento de la producción total de soja”, abundó el investigador. Y opinó que “la ley que pone coto a la extranjerización de tierras es insuficiente. Hace falta una Ley de Arrendamientos que fije límites a los alquileres, hace falta segmentar las retenciones –que paguen más los que más producen– y políticas tendientes a proteger la agricultura familiar como sucede en Brasil, donde se observa un proceso de extranjerización y concentración de la tierra y de la producción similar al de nuestro país, pero al mismo tiempo se impulsan políticas tendientes a proteger y desarrollar la agricultura familiar”.

Para Ainsuaín, “sólo así se podrá comprender el peso que tiene en Brasil la agricultura familiar, que resistiendo los embates de la concentración ocupa el 24,3 por ciento de las tierras productivas. Mientras que en Argentina año tras año desaparecen miles de pequeños productores, en Brasil se transita un proceso inverso ya que la comparación intercensal 1996-2006 determinó un crecimiento de 412.598 establecimientos de agricultura familiar, lo que significa un incremento del 9,9 por ciento”.

Una mesa con disparidades

Enfrentados duramente hace cien años, Ainsuain reconoce las disparidades entre los descendientes de los terratenientes y los de los arrendatarios y afirma que sin dudas los intereses de los integrantes de la Mesa de Enlace son dispares. “Los objetivos de la Sociedad Rural no son los mismos que los de Federación Agraria. Los reclamos de FAA de una nueva de Ley de Arrendamientos o de segmentación de las retenciones no figuran en la agenda de la Sociedad Rural. Sin embargo, una mesa los reúne en el presente”, afirmó.

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