Observatorio

Adiós a Peter Fonda

Un desobediente que buscó y encontró su propio destino

Hace unos días murió Peter Fonda, productor y guionista de “Busco mi destino”, una de las películas icónicas de la contracultura norteamericana de los 60. Desencantado del star-system fue consecuente con su rol de denuncia de las injusticias de su país


En las películas y fuera de ellas, Peter Fonda parece estar dotado de una llamativa energía. En los films, aun cuando componga un personaje que no se caracteriza por su dinamismo, lo que dice, su gestualidad, se despliegan con una firmeza contagiosa. Cuando caminaba o montaba la moto en Busco mi destino exhibía un temple casi hierático pero a la vez su mirada era algo temerosa, cauta, y sus ojos casi soñadores y claros como los de su padre y su hermana. Fuera de los sets, usaba una campera con cuello de piel en cuyos bolsillos aparecían clavadas unas diminutas calaveras de metal plateado y le encantaban las botas altas pero sólo tenía un par que intercambiaba cuando seguramente su interior no olía demasiado bien. Como actor se mantuvo al costado del star system y no ahorró críticas contra la Guerra de Vietnam y contra el racismo estadounidense de los 60, que inauguraba el gatillo fácil de la policía contra los negros; abogaba contra la despenalización de la marihuana cuando apenas algunos grupos minúsculos de consumidores osaban pedirlo;  abrazó también causas ecológicas y antinucleares –muy comunes en los 60 y 70 bajo el manto de la Guerra Fría– y solía decir que quienes maltrataban animales eran capaces de cualquier monstruosidad. Se le conocieron varias amantes pero se jactaba de que hasta que no rompía las relaciones era incapaz de iniciar otras.

Escapar del sueño americano

Ese perfil no coincide en nada con la clase de tipo que todos creyeron que era, incluso su bella hermana Jane y hasta su padre, con el que tuvo no pocas diferencias y pocas fotos a dúo y con el que sin embargo, un par de años antes de que Henry muriese, habían hecho migas como dos viejos amigos: “Te quiero mucho hijo mío”, fue la frase con que el protagonista de El hombre equivocado lo despidió en su lecho de muerte. Evidentemente Peter perteneció a esa clase de gente cuyas primeros pasos en falso lo condenan con una imagen muy difícil de desprender y su libertad de conciencia y profesional –se rebelaba contra la manipulación de lo artístico para volverlo un producto comercial–  mucho tuvo que ver con ello. Comenzó a actuar en teatro desde muy chico y ya de adolescente se largó a escribir sus propios libretos. Aun cuando no se conocían sus dotes actorales, las productoras le ofrecieron algunos papeles confiando en que la sangre de su padre corriendo por sus venas le proporcionaran el aliento suficiente para destacarse. Peter desconfió una y otra vez de esos ofrecimientos y los rechazó, teniendo en cuenta que no le hubieran venido mal en épocas de bolsillos alicaídos porque las rencillas con su padre no le permitían gozar del mismo dispendio que éste pasaba a su hija Jane. Su carrera actoral fue muy errática, se inclinaba siempre por roles de reducida performance –lo que seguiría haciendo hasta el final– y pronto quedaría prendado de la que sería la película que lo pondría en la retina de buena parte de los espectadores del mundo, a la que produjo y de la que fue uno de los protagonistas principales, y que terminaría forjando uno de los íconos de la contracultura norteamericana de los años 60, Busco mi destino, una road movie que resumía el espíritu libre y antisistema de unos jóvenes motociclistas deseoso de escapar del sueño americano.

Identidad incontrastable

Otro actor con el que pareció encontrar la horma de su zapato, Dennis Hopper, dirigió y protagonizó a su lado el film que como frutilla de esa aventura fílmica tuvo a un joven Jack Nicholson como parte de un trío de desobedientes que transitaban las carreteras estadounidenses. La película tuvo un exiguo presupuesto, algo que Peter había aprendido de quien fuera uno de sus maestros, el realizador de cine clase B, Roger Corman, pero alcanzó un rotundo éxito y rindió mucho económicamente –386 dólares de la época, una pequeña fortuna–, tratándose de un material independiente, hecho por fuera de la gran industria y a la vez una cristalización de un movimiento generacional que cuestionaba el sistema político. Una banda sonora rockera relacionada estrechamente con el contenido añadiría otro componente fundamental para que el film –que fue nominado al Oscar al mejor guión– adquiriese una identidad incontrastable y una bandera que jóvenes de todo el mundo alzarían. El tema “Nacido para ser salvaje” sería un emblema prodigioso que emulaba, cada vez que se escuchaba, las imágenes de <Busco mi destino<. “El proyecto comenzó con la idea de un western basado en el espíritu  literario de Hermann Hesse con referencias a las películas Centauros del desierto y Las viñas de ira, ambas de John Ford. Había varios niveles y uno de ellos era estrictamente comercial pero cuando comenzamos a filmar nos olvidamos de este aspecto”, dijo Fonda luego de que el film fuese bien saludado en varios festivales internacionales.

Desobedecer es la tarea

Busco mi destino tiene un final aciago en sintonía con su propuesta anticonvencional y con sus personajes, que remedan a los cowboys vagabundos del siglo XIX, sólo que ahora montan portentosas Harley Davidson y no caballos. En 2015, luego de una pasada del film en New York, Peter dijo: “En la sociedad actual existe la misma estrechez mental que en la de entonces. Sigue el racismo, predomina la brutalidad y no se dedica tiempo a pensar en cómo la están pasando quienes viven miserablemente. Me gustaría ser Thomas Jefferson, para derrocar a un gobierno que no es de la gente, y para la gente, y en el que los políticos son burócratas preservando sus puestos. Estados Unidos es una nación de ovejas. Todas blancas menos los que somos ovejas negras”.

Durante el resto de su vida, Peter cultivaría esa imagen libre y contracultural bajo el sol californiano asociada a <Busco mi destino< Para muchos sería siempre Wyatt, Capitán América, subido en una moto –que sería tan icónica como el mismo film–, con anteojos de sol y un casco de barras y estrellas. El mismo Peter se había encargado de construir dos motos idénticas partiendo de otras motos que se compraron en una subasta de la policía de Los Ángeles. Estas dos motos fueron utilizadas en el rodaje y una de ellas fue destruida para rodar las escenas finales de la película (la moto se estrella y acaba ardiendo) mientras que la otra se la robaron de su casa. No mucho tiempo atrás, cuando el gobierno de Trump inició la caza de niños hijos de migrantes para meterlos en jaulas en la frontera con México, Peter encabezó una cruzada para denunciar esa atrocidad y se encargó de juntar dinero para que los padres de los niños se moviesen para rescatarlos. También alzó su voz en Twitter con un durísimo alegato contra la política de la Casa Blanca y denunciando la cantidad de personas que viven en las calles de Estados Unidos. En un mensaje anterior, Fonda ya había puesto a funcionar cierto nivel de belicosidad: “Habría que conseguir las direcciones de los policías y rodear sus casas en protesta. Averiguar a qué escuelas van sus hijos y rodear sus escuelas. Tenemos que meterlos miedo. Que sus hijos sean los que se preocupen ahora”.

Antes del fatal desenlace de hace un par de días estaba preparando un festejo  por el 50 aniversario del estreno de Busco mi destino. La fecha iba a ser el próximo 20 de septiembre y sería en el estudio de Radio City Music Hall, en New York, con una proyección en su presencia y la actuación de John Kay, líder de Steppenwolf, y Roger McGuinn, de The Byrds, que tocarían en vivo temas de la música del film. Este año, Peter había mostrado una versión restaurada de la película en el Festival de Cannes, espacio en el que recibió el premio a la mejor ópera prima en 1969 y donde dijo. “Desobedecer es la tarea”.

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