Espectáculos

Festival de teatro Rafaela 2019

Un acto de apertura en el que “Dios” estuvo presente

El director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro, Marcelo Allasino, ofreció un potente discurso en la apertura del encuentro del martes por la noche


La llama del teatro como gran fenómeno vivo volvió a encenderse en Rafaela a pesar de los recortes presupuestarios en todos los ámbitos del Estado que aportan para la realización de este encuentro que va por su décimo quinta edición, y que comenzó este martes con un recorrido artístico por el Bulevar Santa Fe con destino a la inauguración oficial en el Cine Teatro Belgrano. Allí ofrecieron sus discursos el director ejecutivo del Instituto Nacional del Teatro (INT), Marcelo Allasino; la ministra de Innovación y Cultura de la provincia Chiqui González, que habló de su paso por Rafaela en todos estos años y en tono de despedida dado que en diciembre finaliza su gestión, y un cierre a cargo del intendente local Luis Castellano quien habló, entre otros temas, de la importancia de la cultura en tiempos de crisis como el presente.

“Hace quince años nació un festival pequeño que creció y nos hizo crecer, obligándonos a vernos a nosotros mismos, animándonos a ser la ciudad que realmente somos”, se puede leer en la parte posterior del habitual programa de mano que reúne toda la programación del Festival de Teatro de Rafaela (FTR), además de una serie de actividades especiales, en un año donde se lo define como “un festival imparable”.

Algo de ese crecimiento, no exento de polémicas, cuestionamientos y diferencias, palpita el FTR19, más allá de su programación, impecable en la primera jornada, donde se presentaron tres propuestas de una grilla general de 24 espectáculos.

Habrá un momento bisagra en este encuentro a partir del potente discurso con el que abrió la noche del martes Marcelo Allasino, primer director artístico del FTR, también secretario de Cultura municipal y actual director ejecutivo del INT, una de las patas del Estado que cogestiona este encuentro junto con el municipio local y el gobierno provincial, porque Allasino dijo lo que muchos y muchas esperaban escuchar en ese escenario.

“A lo largo de todos estos años fui testigo y protagonista, desde distintos ángulos, del desarrollo de nuestro querido festival”, dijo Allasino. Y completó: “Un festival que trascendió fronteras y gracias al cual el nombre de mi ciudad resuena por el mundo. En los últimos ocho años tuve el privilegio y el honor de compartir unas palabras con ustedes en este acto de apertura, y esta posibilidad se constituyó en un hito anual entre mis desafíos como servidor público”.
Y dijo poco después, luego de pensar acerca de su discurso, que debía hablar de Dios, la obra de Lisandro Rodríguez presentada en la edición pasada que, en medio del debate por la despenalización del aborto, generó una encendida polémica que tuvo alcance nacional y que, de algún modo, puso en discusión el criterio de programación del festival en un sector de la sociedad local.

“El año pasado, una foto que incomodó a algunas personas generó una ola de reacciones tan intolerantes como fanatizadas, tan estúpidas como imprudentes, no sólo de algunos medios de comunicación sino también de algunas autoridades de gobierno. Tal es el poder simbólico de una imagen que se comparte en el territorio sagrado del Teatro”, dijo Allasino frente a una platea muy atenta y mirando a las primeras filas.

Y continuó con vehemencia: “Desde lo colectivo, se volvió a instalar la discusión acerca de la libertad de expresión y el rol del Estado frente a las manifestaciones de la Cultura. Y las relaciones entre Iglesia y Estado, por supuesto. Desde lo personal, por ver a Dios por primera vez en mi ciudad y celebrar su llegada, recibí mensajes de odio, algunos disfrazados de sarcasmo y transformados en humoradas, en ámbitos donde el respeto por el otro debiera ser un mandamiento, como el Concejo Municipal local o los medios de comunicación. Hubo que salir de nuevo, a ponerle el cuerpo y la cara a la censura y a la discriminación. Hubo que reiniciar luchas que creíamos ganadas”.

Pero eso no fue todo. El también creador de los grupos locales La Máscara y Punto T y gran referente del teatro argentino de las últimas décadas fue por más. “En estos años reafirmé que la herencia cultural de los discursos hegemónicos y el miedo a darle espacio a las minorías se hacen presentes en todos los espacios de poder: en las escuelas, en las iglesias, en los gobiernos. En los grupos de mamis del colegio, en las instituciones intermedias, sean del color que sean. El patriarcado, el autoritarismo, la violencia, el odio, forman parte de lo que fuimos y seguimos siendo. Pero este siglo veintiuno está dando poderosas señales de que las figuras omnipotentes se están craquelando, y estamos viendo sus heridas. Lo que nos genera una advertencia: quienes estamos del lado de las disidencias debemos tener cuidado. Porque perder el poder le genera a quienes están del otro lado una resistencia rapaz, en la que la intolerancia y la agresión seguirán expresándose con crudeza. Lo que aconteció el año pasado en este hermoso festival es prueba de ello. O lo que aconteció a partir del festival. O alrededor del festival. Por culpa del festival, o mejor dicho: gracias al festival”.

Y cerró entre más: “Por eso quiero expresar mi agradecimiento a quienes construyen desde el amor y desde la generosidad, como el equipo de producción de este encuentro, o como esas miles de mujeres que se abrazan y militan por igualdades y por la vida. Hay personas que invitan a seguir soñando con un mundo en el que seamos libres y nos respetemos en la diferencia. En el que la fe de algunos no interfiera con los derechos de todos. Sueño con que nadie haga humoradas acerca de matar a otro por ser distinto, porque de hecho, en el mundo siguen muriendo miles diariamente por esa razón. Por ser mujeres, por ser negros, por ser homosexuales, por ser transexuales, por ser inmigrantes, por ser niños, por ser viejos, por ser pobres, por ser”.

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