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Trechel vuelve a las góndolas gracias a sus trabajadores

Por Santiago Baraldi.- Los ex empleados de Bodegas Litoral SA conformaron la Cooperativa Linares Trechel y retomaron la producción.


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El viejo galpón ferroviario se mantiene en pie donde otrora fuera el corazón de Refinería, rodeado de enormes edificios del nuevo Puerto Norte, frente al Alto Rosario, en avenida Caseros 160. Allí mismo, 24 trabajadores le hacen frente a la quiebra de Bodegas Litoral SA y, desde el pasado jueves ya son la Cooperativa Linares Trechel. La mayoría, con más de 20 años de trabajo en el lomo, no pierde el buen humor. Se hacen bromas mutuas mientras el fotógrafo hace esfuerzos para que se reúnan frente a la lente y, orgullosos, cada uno levante una botella de jugo recién envasado.

Omar Ferretti fue elegido como presidente de la flamante cooperativa y es la voz cantante del grupo: “Los mismos propietarios, de a poco, comenzaron a tirar para atrás las ventas, produciendo menos de lo que les pedían; si nos pedían 100, mandaban 30; y el 18 de marzo se declararon en quiebra”, explica.

Fue en 1952 cuando Gregorio Ibáñez fundó Bodegas Litoral en tiempos en que el ferrocarril pasaba junto a la fábrica y traía desde La Rioja vino para ser fraccionado. Aún resiste el paso del tiempo un cartel de vinos Tubal y otro de Viñoble, que se vendían en damajuanas. “Cuando saltó lo de los vinos adulterados de las marcas Mansero y Soy Cuyano, que provocaron 25 muertes, se dejó todo de lado. Entonces se metieron de lleno con la producción de jugos y del serrano Linares”, apunta Ferretti.

Con más de 60 años en la ciudad, Bodegas Litoral comercializa los “reconocidos a nivel nacional” Trechel y aperitivo Linares, agrega Alberto, quien tiene 35 años de antigüedad en la fábrica y añora los días de finales de los años 70 y principios de los 80: “Esa época fue el pico máximo de producción: trabajaban más de 60 personas. Eran tiempos donde Gregorio estaba muy pendiente y tenía otra visión. Luego él falleció y continuó su hijo Luis, que llevó a la quiebra la fábrica”.

Explican que se llega a producir, en promedio, unos 500 mil litros mensuales de jugo en verano (que es la temporada alta) y alrededor de 300 mil en la baja. Afirman que la demanda es constante “pero fueron los mismos propietarios quienes de a poco comenzaron a tirar para atrás las ventas, produciendo menos de lo que les pedían”.

Ferretti destaca el trabajo de la jueza de primera instancia en lo Civil y Comercial de la 4ª Nominación, Silvia Cicutto: “En este caso, la empresa pidió la quiebra y no es lo mismo que la pidamos nosotros o que se la pida un proveedor, eso cambia la figura, los tiempos se acortan y eso jugó a favor nuestro, pudimos rápidamente conformar la cooperativa”.

El inversor que no fue

En marzo último, cuando los trabajadores de Bodegas Litoral SA se encontraron un día con que el dueño había bajado las persianas, El Ciudadano dio cuenta de la situación. Ferretti recuerda cómo siguió la historia: “Esta gente se fue en marzo pasado. Hubo una primera cita en el Ministerio de Trabajo y no fueron; una segunda y tampoco acudieron. Aparecieron recién en la tercera oportunidad con la voluntad de darnos una autogestión, por eso hoy estamos en la planta, podemos hacer uso de las máquinas y es lo que nos hace subsistir hoy. Se habían llevado el elevador y algunos vehículos, y en un gesto de buena voluntad trajeron nuevamente los vehículos y un inversor”.

El inversor que presentó Ibáñez es de la firma rosarina Demirol (NdR: ex yerbatera Martin, que comercializa La Hoja). “El tipo era un tal Impallari. Vimos por internet que tiene inversiones en Misiones con denuncia de trabajo esclavo, estuvimos muy asesorados por los compañeros de otras cooperativas, como La Cabaña, que nos contaron su experiencia. Si hubiéramos aceptado a este hombre en dos meses nos dejaba en la calle, porque la propuesta fue empezar de cero, sin antigüedad y sin categorías. En asamblea la rechazamos por unanimidad”.

El presidente de la flamante Cooperativa Linares Trechel señaló que “acá tuvimos un apoyo grande de nuestras familias; del Sindicato de Aguas Gaseosas, que sigue llevando adelante la parte jurídica y vino junto con gente del Instituto Nacional de la Economía Social (Inaes), de Desarrollo Social del Ministerio de la Nación, hasta gente de la Ansés y del Pami estuvieron dando una mano, brindando contención psicológica. El Inaes nos hizo toda la gestión para que fuéramos una cooperativa: ya tenemos nuestro número de expediente, ahora solo resta conseguir la matrícula de autogestión para poder obtener el Cuil. Las botellas, por ejemplo, las conseguimos gracias a los muchachos de Naranpol de Santa Fe, que nos prestan su Cuil. La empresa le quedó debiendo 400 mil pesos a nuestro anterior proveedor”.

En la sala de elaboración se acumulan grandes tambores plásticos con el cremogenado de naranja o pomelo que viene de Entre Ríos y de Corrientes. En la planta de avenida Caseros se agregan los conservantes, los colorantes y los aromáticos para dejar la bebida en su punto justo de sabor. Luego llegará el momento del fraccionamiento, el envasado, empaquetamiento y distribución.

“La semana pasada estuvimos tres o cuatro días parados, no tenemos una producción diaria. Esto es día a día para ver cómo seguimos. Los clientes fuertes son los súper chicos y los chinos. Los grandes supermercados nos piden boleta y todavía no tenemos. Pero no nos desesperamos, somos mesurados porque no podemos decir que ya estamos a full sino podemos cumplir con la entrega de pedidos. Sería contraproducente asumir compromisos que después no podríamos afrontar. Tenemos fleteros que tienen clientela y esa red está, nos sirve para subsistir mientras tanto”, concluye Ferretti.

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