Edición Impresa

Tras los pasos de Francisco

Por Pilar Aldao / Enviada Especial.- La experiencia de un grupo de rosarinas que asistió en la basílica de Nuestra Señora de Aparecida al oficio que ofreció el Papa en el mayor santuario de Brasil. “Vale la pena”, aseguró una de ellas bajo la lluvia que tuvieron que soportar.


franciscodentro

Miles de paraguas, un coro brasilero con ese ritmo tan característico y la buena onda de miles y miles de personas que soportaron contra viento y marea las inclemencias del tiempo con tal de ver al tan querido papa Francisco. Ése era el miércoles el panorama de la basílica de Nuestra Señora de Aparecida, donde cientos de miles de personas quisieron compartir la visita del Papa al santuario de la patrona de Brasil.

“Francisco primero, te quiere el mundo entero”, salía de las gargantas de un grupo de jóvenes rosarinas. Y eso sí que fue querer. Con tal de ver al Papa una marea de gente de distintos países, sobre todo de Brasil, madrugó y pasó por numerosos inconvenientes antes de lograr llegar a la basílica. Éste fue el caso de las rosarinas que no dudaron en viajar unas cinco horas de noche desde Río de Janeiro, para llegar antes de que cante el gallo al santuario y poder participar de la misa que horas más tarde celebraría el Papa.

Al llegar, una fila de miles y miles de personas serpenteaba en espiral por todo el predio. Jóvenes, sí. Pero el público fue más variado que el de los últimos días en la JMJ: familias, mujeres y hombres grandes, abuelos con bastón, cubiertos con frazadas, todos de los alrededores, no quisieron faltar a esta cita con el Papa. Y todos literalmente terminaron empapados porque salvo algunos breves momentos, la lluvia no cesó. Gracias a las “capas de lluvia” (unos plásticos con capucha) que comerciantes ambulantes vendían con éxito, y la firme intención de ver al Papa, este grupo de rosarinas, como tantos otros, sobrevivió a la interminable espera. Y no sólo resistieron, sino que lo vivieron en un ambiente de cantos a viva voz y alegría a pesar de que el clima no acompañaba.

Tres horas y media de fila fueron necesarias para lograr alcanzar la entrada a la basílica. El problema fue que cuando les llegó el turno la basílica estaba colapsada de gente, por lo que debieron seguir la ceremonia bajo la lluvia, a través de dos pantallas colocadas en la explanada del santuario junto a una importante multitud de fieles.

Pero el consuelo llegó para los que estuvieron afuera. Tuvieron la oportunidad de ser halagados por Bergoglio cuando agradeció a todos los que estuvieron esperando bajo la lluvia. Y luego los consoló con su sonrisa porque al concluir la ceremonia, en el papamóvil recorrió las zonas aledañas y saludó a los fieles emocionados.

Para este grupo de rosarinas que siguió la ceremonia desde fuera del templo, la jornada supuso una verdadera prueba porque el frío y la lluvia no dieron tregua. En ese marco, desde el púlpito el Papa pareció hablarles a ellas. En la homilía Bergoglio aseveró: “Las dificultades ocurren para un bien mayor”. Y así fue. Una vez terminada la misa, el Papa recorrió el predio en el papamóvil y ante un grito de “Argentina, Argentina” acompañado de banderas sacudidas con fuerza el Santo Padre se volvió desde el papamóvil para dirigirles un cálido “Chau” y saludarlas con una amplia sonrisa. Las chicas no podían pedir más. Lloraban sí, pero esta vez de emoción.

Lluvia, el papamóvil que llegaba y los gritos de todo el mundo saludando al pontífice argentino es la postal que quedó para siempre. Y en ese marco Francisco saludó a la imagen de la Virgen de Aparecida con devoción y cariño. Luego dio comienzo la ceremonia, a la hora establecida, fiel a la puntualidad de Bergoglio. Nadie podía creer que finalmente estuviera tan cerca el Papa. Y se lo sintió cercano, con su sencillez y su sonrisa serena, y sus ganas de estar entre los demás.

“Vale la pena”. Así describió este grupo de rosarinas la aventura que vivieron en Aparecida. Estaban felices, una expresión que contrastaba con las dificultades que tuvieron que vencer para poder ver un poco más de cerca al Sumo Pontífice. Lo expresaron a viva voz: “En estos días me llevo a Rosario la certeza de que el cristianismo no es una religión de luto, sino de esperanza”, subrayó Belén al salir de la basílica, y a su lado Constanza expresó: “La alegría y la esperanza es parte fundamental de nuestro camino de católicas”. Por su parte, Julieta describió ese día como una experiencia “muy emocionante”. ¿Por qué? “Porque encontrarse con el Papa es para los católicos descubrir que tenemos un verdadero papá, que Cristo está en la tierra, muy cerca de cada uno”, concluyó.

Comentarios