Ciudad

Todo el mundo cabe en un tren, por más pequeño que sea

Por Laura Hintze. Rafael Galli cuenta cómo es “Mundo Tren”, un proyecto educativo para construir redes ferroviarias en miniatura. Un departamento del centro de la ciudad es la estación central de donde salen maquetas creadas por chicos de entre 8 y 99 años.


tren-dentroLos ferrocarriles sobreviven gracias a la memoria. En Rosario están más cerca de ser una anécdota –por las pocas frecuencias y servicios activos– que una realidad. Más de una generación de niños y adolescentes nunca se subió a un tren y sin embargo los conocen por relatos de abuelos y padres, por las viejas estaciones que aún están de pie. Y porque aún hoy los trenes de juguete están en los comercios y no pasan de moda. Sin ser un niño, Rafael Galli, un ingeniero y docente universitario que ya atravesó su cumpleaños número 75, comparte y mantiene viva esa pasión. No sólo eso. La transformó en un proyecto educativo: “Mundo Tren”. En su taller se enseña a armar maquetas para poder jugar con trenes en miniatura. Eso implica ubicar vías, armar circuitos electrónicos, inventar montañas, lagos, estaciones. Allí se ponen en juego conocimientos ligados a la física, matemática, ingeniería y hasta el paisajismo.

En un departamento céntrico de Rosario, sin identificación aún, niños de entre 8 y 16 años se encierran dos veces por semana a crear sus propias maquetas y circuitos. El lugar está limpio, blanco y luminoso. En la cocina no se huele ni pastas ni milanesas, hay, en cambio, un aul. El pizarrón lleva las fórmulas necesarias para armar circuitos eléctricos. En cada dormitorio reposan herramientas de carpintería, electricidad, de soldar y lupas. Los placares y muebles, lejos de guardar camisas y pantalones, son el depósito de tarros de pintura de distintos colores, del aserrín que en una maqueta simulará ser tierra y materiales para construir todo tipo de paisaje: alambres, papeles, cartones. Todo ello puede llegar al taller por medio de donación, recolección en calle o reciclado de objetos perdidos de otras casas.

La habitación principal y más grande del departamento donde funciona Mundo Tren está ocupada por una estructura que sirve de base para el armado de las maquetas. Hay una, enorme, que aún no está completa. El ingeniero trabaja con ese módulo en sus tiempos libres. Lo construye para un joven de 20 años, que padece una discapacidad mental. El muchacho es fanático de los trenes y tiempo atrás, su madre contactó a Galli para pedirle una maqueta para él. Con algunas vías donadas, el ingeniero invirtió un mes y medio de trabajo. “El chico estuvo fascinado, días enteros jugando sin parar, invitando a todos sus vecinos a que vean el tren. A mí con eso ya me pagaron”, recuerda.

Mundo Tren es libre y gratuito, y casi que no discrimina edad. La franja va de 8 a 99 años. Sólo se paga si el alumno quiere llevarse la maqueta ya construida a su casa. Pero es optativo.

Génesis

Los trenes en miniatura son tan antiguos como los de verdad. Primero, fueron elementos publicitarios para las empresas que construían trenes. Más tarde, juego, y por último, un hobby no muy popular que lleva el nombre de ferromodelismo. Involucra muchos conocimientos y disciplinas diferentes; y una característica particular compartida por todos los aficionados a los hobbies: es un pasatiempo individual y egoísta. La propuesta de Mundo Tren es romper con esa tradición. “No hacemos ferromodelismo porque aquí se puede participar”, resume y explica el ingeniero. Lo novedoso está en compartir tanto las maquetas como los conocimientos para que niños y adultos puedan jugar con trenes. El objetivo es aprender a construir circuitos y encontrar un espacio distinto donde sí se pueda jugar a ser maquinista, enganchar y desenganchar vagones, prender y apagar luces y sonidos.

Rafael Galli se define ante todo como docente. En esa cualidad radica todo el interés que pone en Mundo Tren. “Lo hago porque me gusta, por la satisfacción que genera. Cuando se quiere hacer una maqueta los pasos son: pensar, diseñar, construir y probar. Con Mundo Tren fue lo mismo. Lo pensé, lo diseñé, lo construí y lo probé. Y obtuve los resultados que esperaba, o sea, ver el entusiasmo de los chicos, de sus padres y sus abuelos”. Él aplica también su fórmula a lo lindo del juego. Esa, insiste , es la esencia. Por ella no se pierde la pasión por los trenes en miniatura.

Cuando tenía 12 años Rafael, firme en su idea de recuperar materiales, construyó su primer tren. Un primo de su padre trabajaba en una fábrica y le dejaba ver cómo hacía su trabajo. Así aprendió nociones básicas de electricidad e ingeniería. Recibió resmas de papel de una maderera vecina y la pintura verde con la que pintó la maqueta fue un regalo de una imprenta. Con latas de durazno Rafael hizo las vías, armó un tablero, un transformador y ensambló su tren a cuerda que recorrió la maqueta por medios eléctricos. “Mi mamá me paseaba por todo el barrio con la maqueta como un niño prodigio. A todo el mundo le mostraba «lo que había hecho el nene»”, recuerda.

La pasión por los trenes tuvo distintas raíces. “Vecinos y familiares colaboraron”, recuerda Galli, y destaca dos factores que pueden haber sido determinantes: un tren de madera que le regalaron a los tres años y que todavía recuerda con mucho cariño. Otra posible causa fue el trabajo de su padre: era, obviamente, en el sector ferroviario. “Mi mamá iba a buscarlo a mi papá, que era empleado administrativo, nos llevaba y jugábamos en los andenes y vagones”.

Con el paso del tiempo, Rafael continuó sus estudios en ingeniería y electrotecnia. Hoy afirma que ninguna de las enseñanzas en las carreras de grado se contradecían con lo que había aprendido de niño. Si bien dejó de lado su hobby por un tiempo, en la suma fueron más los años rodeado de maquetas, trenes y cables que sin ellos. Construyó muchas maquetas, pero siempre mantuvo alguna armada en su casa con la que trabajaba y jugaba en sus ratos libres. Su predilecta, dice, es la que aún no existe, de la que sólo tiene los módulos por donde la va a emplazar.“Será la preferida porque voy a usar una tecnología totalmente distinta. Voy a usar corrientes alternas y continuas para poder jugar con trenes alternos, analógicos y digitales”, sueña, fascinado. “También estoy pensando en una maqueta más chica, donde todo el tren quepa en un dedo meñique”, sorprende. ¿Irá por un récord Guinness?

Nunca es tarde

Mundo Tren está abierto para toda persona de 8 a 99 años –y más también– y se toma tan en serio el lema que se está trabajando en sumar el proyecto de “ferromodelismo” al convenio de la Universidad Nacional de Rosario con el Pami, la obra social de los jubilados y pensionados. La idea es, en un futuro, formar un grupo de gente mayor –a quienes, afirma Galli, “el tren les entusiasma igual o más que a los chicos”– y armar maquetas con ellos.

Cuándo, cómo, dónde

Los interesados en los talleres pueden escribir a info@mundotren.com.ar o comunicarse al 156-893-483. Los horarios y días para las clases son a convenir con los participantes. Mientras tanto, a partir de marzo funcionará la muestra lúdica de Mundo Tren en el Observatorio Municipal

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