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Entrevista

Tomás Crow, del fondo del salón en el Superior de Comercio de Rosario a grabar con Noel Gallagher

Actualmente radicado en Inglaterra, el músico e ingeniero de sonido local repasó su infancia, sus viajes, sus producciones y un camino que lo llevó a encontrarse y trabajar con Max Heyes y Zak Starkey, entre otros referentes


En el fondo del salón, encapuchado, con los auriculares puestos, a Tomás no le preocupan los uno en las cuatrimestrales. Le acaban de regalar un sintetizador portátil y “jugar” con él bien vale las caras largas de sus profesores en el Superior de Comercio de Rosario. Graba desde hace años, desde que armaba temas para regalar a sus compañeras en los cumpleaños de 15 con una compu vieja con Window XP y el micrófono de escritorio para videollamadas. Ahora, Tomás Gagliardo, lejos pero más cerca que nunca de ese que a los 11 años se disfrazo de Brian May para su cumpleaños, atiende el teléfono desde el estudio en Londres en el que trabaja, y acaba de terminar un mes de grabaciones junto a Noel Gallagher. Tomás estudió producción, ingeniería y diseño de sonido en la Point Blank Music School donde conoció a Max Heyes, a quien señala como su mentor, y a través de él, a Zak Starkey, quien además de tener una extensa carrera musical es el hijo de Ringo Starr. Tiene 25 años se lo conoce como Tomás Crow y está a punto de sacar su segundo disco.

Tomás no se acuerda cuándo empezó su relación con la música. A lo mejor fueron las clases de guitarra que tomaba a los 5 años o quizás porque sus padres son “adictos a la música” y le transmitieron el gusto por los artistas británicos de los 70 y 80. “Nací en el 95 pero lo de mi generación lo descubrí mas tarde”, reconoció.

Siempre fue un bicho raro. Para su cumpleaños de 11 se disfrazo de Brian May y como “sorpresita” le dio a sus compañeros un disco de Queen. Y a los 15 iba a las fiestas de sus compañeras y de regalo llevaba una canción grabada por él. “Ahí, entre los 13 y los 14, empecé a grabar con una computadora con Window XP y con el micrófono que era para las videollamadas grababa la guitarra. Pero para mí sonaba re bien en ese momento”, relató orgulloso.

“Cuando terminé la escuela (de milagro) y como siempre escuche música británica sentí que tenía que probar algún tipo de escuela o de beca en Inglaterra. Encontramos una universidad en Londres, Point Blank, ahí fue donde decidí ir a estudiar, también porque hubo una especie de media beca que me dieron”, relató.

Por las calles de Londres

Con 19 años, Tomás llegó a Londres. Tenía una beca de estudio pero no conocía a nadie. “Estudiaba y trabajaba en diferentes producciones hasta que terminé la carrera de producción musical e ingeniería en sonido. Empecé a trabajar en la misma facultad. Ahí conocí a uno de mis mentores, Max Heyes (conocido por su trabajo con Paul Weller, Doves y Massive Attack). Él me enseñó todo lo que sé, tanto lo que tiene que ver con la filosofía de la música como con lo técnico. Es un genio: trabajó con Mick Jagger, con Jamiroquai. Creo que es la persona que más a admiro de las que tengo cerca hoy en día”, destacó.

Cambio de piel

Terminando los últimos ajustes de su primer EP, Tomás salió a caminar por Londres, tenía su laptop y paró en un parque para seguir trabajando al aire libre. Sentado en el pasto, en su mundo, levantó la mirada y estaba rodeado por más de cincuenta cuervos. Lejos de asustarse lo tomó como una señal y adoptó el nombre de Tomás Crow. “Me pareció una anécdota impresionante, que tenía que hacer algo con eso. Mi apellido es bastante difícil. Me encató Tomás Crow”.

En 2016, saco su primer EP y en 2018 su primer larga duración. “Es un disco que mezcla la fusión electrónica pero con toda la movida de banda que me gusta. Encontré el punto de fusión entre mis dos etapas: la de banda y la electrónica. Grabé guitarras, bajo, baterías, voces. Estaba solo en un estudio, tenía que poner a grabar y correr a donde estaba la batería antes de que deje de sonar el metrónomo. Iba corriendo en el estudio de la facultad grabando las cosas. Entonces es una construcción por capas, no como banda. Fue una experiencia para aprender a grabar todo por mi cuenta. Estoy re contento con el proceso y con el producto”, relató.

Fue ese disco el que le llevó a Max, después de años de verlo en los pasillos, a decirle: “En algún momento vas a mezclar algo mío o yo voy a trabajar para vos”, mientras él “lo sacaba de vuelo”. “Con el disco cambió un poco su opinión acerca de quién era yo y me llamó para una sesión”, rememoró.

“Empecé a trabajar en el estudio de él con Brendan Lynch que es el productor que trabajó para Oasis. Pasaron nombres como Dick Parry, saxofonista de Pink Floyd. Yo estaba ahí. En un sueño”, dijo, confesando que se siente un afortunado pero no cree en el concepto de “pegarla” o “llegar”.

“Mi objetivo es vivir y disfrutar de la música y de estas experiencias. Estoy contento de estar haciendo esto ahora, y estoy súper consciente de lo afortunado que soy, por que lo busqué, pero también hay muchas personas que la pelean y no se les da. Me siento muy afortunado”, analizó.

Después de vivir un tiempo en Londres, Tomás volvió a la Argentina de visita pero se terminó quedando un tiempo. Trabajó con Tuta Torres, bajista de Babasónicos, en una producción para Florian, el hijo de Vicentico, y con Los Palmeras. Se quedó en Rosario, se fue a Buenos Aires, se volvió a Londres. De regreso y sin trabajo, Tomás recibió el llamado de Max. “Necesito a alguien que me cubra en una sesión”, le dijo. Tenía que ir a una estación de trenes en el oeste de Londres y se iba a encontrar con tal Zak. “Cuando lo vi, fue una sorpresa. Me buscó en una Land Rover negra. Viajamos un rato por el campo hasta que llegamos al estudio”. Era Zak Starkey, el hijo del baterista de The Beatles, Ringo Starr y baterista de The Who, pero Tomás aún no lo sabía.

El trabajo era producir unas baterías para Toots and The Maytals. “Toots es el que inventó el reggae”, dijo Tomás. Y contó que hay una historia que indica que él era el peluquero de Bob Marley y que le dio las bases rítmicas. “Ahí me dije «este es mi momento». Me concentraba para no paniquear”, confesó. Y aclaró: “Parte de mi profesión es mantener la calma en todo momento. En mi laburo soy el que sostengo la sesión. Hay que tener la mente fría porque afectás a los músicos”.

Cuando Tomás entró al estudio de Zak Starkey, “era un museo de The Beatles”. Había discos originales, fotos. Una en la que Zak posaba con Ringo. “¿Lo conoces?”, le preguntó. “Es mi papá”, respondió Zak. “Yo ya estaba en la consola, así que respire y le dije: «Sí, sos parecido, en la nariz me parece». Y se rió”, dijo, manteniendo un nivel de inconsciencia que le permita trabajar. “Es un balance entre tener conciencia de lo que está pasando pero mantener cierto nivel de inconsciencia para poder darle para adelante”, aclaró.

Y funcionó: en la actualidad Tomás continúa trabajando con Zak. “Me empezó a llamar hasta que quedé como su ingeniero y productor fijo para su sello donde graba todos artistas de Jamaica. Por ese estudio pasan también temas de Iggy Pop, por ejemplo. Este año nos fuimos de gira a Brasil con su banda. Giramos durante un mes y medio en enero, justo antes que nos agarre la pandemia. Cuando volvimos en el aeropuerto ya había gente con mascaras”, dijo y recordó que el día que llegaron a Londres fueron detectados 100 casos en Italia. “Fue una locura”.

De ahí vino una cuarentena “bastante tranquila”, dijo en comparación con la que tiene lugar en Argentina. “Yo podía trabajar desde casa. Tengo un estudio. Empecé a hacer mi disco nuevo desde el año pasado así que tuve tiempo para avanzar con eso. Hubiese pensado que los artistas iban a escribir mucho y que la industria de los discos iba a explotar. Pero hablando con gente de sellos, no pasó. A lo mejor pase en un poco más de tiempo. Con la industria del vivo parada, la esperanza era la de la grabación, pero no”, analizó.

Tomás piensa en volver a la Argentina, aunque ahora no es el momento todavía. “Quiero trabajar con artistas de allá, que mi música se radique en Argentina. Mi disco nuevo es en español. Ahora estoy trabajando muy bien, se están dando cosas. Estuve trabajando con Noel Gallagher con su material nuevo, en este estudio, en el de Max”, dijo con naturalidad. “A Gallagher le gusta hablar un montón, es sarcástico. Es muy buena onda cuando estamos descansando. A la hora de trabajar es cara de perro, no te puede salir una mal”, dijo y reconoció que en su país le gustaría trabajar con Marilina Bertoldi, Barbi Recanati y Daniela Spalla, al tiempo que recomendó la escucha de la banda rosarina, además de Muñecas con quien ha hecho trabajos, Fermín Sagarduy y su flamante disco This is Fine.

“Con Noel Gallagher fueron de las sesiones más presión pero más relajadas que tuve en mi vida. Siento que crecí y aprendí que no me tengo que estresar de más. Antes me pasaba que cuando tenía una sesión con ídolos míos, el día anterior no podía dormir. O estaba tenso en la sesión. Esta vez, la disfrute un montón. Creo que ahí puedo decir que llegue, porque llegue a disfrutarlo”, concluyó.

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