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Textos de la Madre Tierra

El escritor y poeta Jorge Spíndola, que retrata en sus trabajos a los mapuches, afirma que gracias al contacto con la tierra y con los originarios puede escribir en un “bello español” y en mapudungun.

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El poeta patagónico Jorge Spíndola, especialista en poesía mapuche, señaló que este pueblo, con la bellísima retórica de su lengua, “activa y reinventa memorias del mundo histórico y el fondo mítico, la cosmovisión y la religiosidad, y también ese antiguo respeto por la «ñuque mapu», la Madre Tierra”.

Spíndola destacó que existe una producción sostenida de poesía mapuche, evidenciada en numerosos libros individuales y antologías aparecidas en distintos países. 

Dos de estas compilaciones fueron publicadas en Argentina: “Kallfv Mapu” (Tierra Azul), a cargo de Néstor Barron con prólogo de Osvaldo Bayer (editorial Continente, 2008) y la antología poética de mujeres mapuche, selkman y yáman: “Mamihlapinatapai”, selección y prólogo de Cristian Aliaga (Centro Cultural de la Cooperación, 2010).

Los mapuches datan del siglo XI y cobran relevancia en el XVII, cuando ocupan La Pampa y la Patagonia que hoy es Argentina y en lo que es Chile, la Región IX, conocida como la Araucanía. “Su escritura en español y mapudungun (la lengua de la tierra) es producto del contacto entre estas dos lenguas, la dominante y la lengua original del pueblo mapuche. Otro rasgo es el autoreconocimiento de sus autores en su identidad cultural ancestral, dentro de un largo proceso de lucha por la dignidad”, dice el poeta nacido en Comodoro Rivadavia, Chubut. Autor de libros como “Matame si no te sirvo”, “Calles laterales” y “Jerez volcado”, Spíndola sostiene que el antecedente de la poesía actual estaría en un puñado de autores. Entre ellos se encuentran Segundo Jara Calvún, autor de la antología “Selva Lírica” (1917); Anselmo Quilaqueo Curaquea y su “Cancionero Araucano” (1939), y Sebastián Queupul con su cuaderno bilingüe “Poemas mapuches en castellano”, de 1966.

En las últimas décadas se destacan poetas ubicados a ambos lados de la cordillera, como Elicura Chihuailaf, Liliana Ancalao, Graciela Huinao, Pablo Huirimilla, Leonel Lienlaf y Jaime Huenún.

Para Spíndola, ese doble registro español-mapudungun “es producto del contacto entre ambas lenguas y culturas, nunca simétrico”.

“Hacia dentro de la poesía mapuche hay autores que prefieren escribir textos en mapudungun y entregar al lado una versión en español, que no siempre será una «traducción» literal”, explica. “Otra modalidad más extendida al oeste de la cordillera de los Andes es un bilingüismo verso a verso; el contacto entre palabras de una y otra lengua dentro de un poema, tendencia que refleja un mestizaje más cotidiano para hablantes del mapudungun”, continúa. 

El término “oralitura”, utilizado para referirse al cruce entre testimonio y literatura, expresa “la íntima relación entre esta poesía y la oralidad ancestral y comunitaria de su pueblo. Una poesía que con fuerte anclaje en la tradición moderna occidental se reconoce en sus propias tradiciones orales”.

Para el poeta chubutense, la poesía mapuche, en la cual es posible leer la herencia de los antiguos vínculos y formas propias de organización social y territorial, presenta usos comunitarios, religiosos, artísticos, que son parte inalienable de su identidad.

Además, surge del montaje de cosmovisiones ancestrales, junto a visiones de chamanes, energías espirituales, imágenes de cuño lírico, descripciones de ritos y costumbres.

“Muchas de ellas se acercan al rol de las «machis», figuras mágicas y sabias de la cultura mapuche; chamanes que han sido y son parte sagrada de la cosmovisión, comunicadoras de la relación espiritual de una sociedad consigo misma y con su mundo celeste”, agrega.

Los trabajos de investigación de los últimos años revierten una mirada que sólo hallaba en la poesía mapuche pintorequismo y costumbrismo nativista. Además revelan que esa poesía cruza reivindicaciones políticas con pasajes bíblicos, erotismo con humor negro, entre otras variables.

La marginación de la ciudad y la crónica de las tribus urbanas se cruza con el ritual, asegura el poeta: “Muchos autores viven y recuperan sus identidades ancestrales en los bordes urbanos, donde les toca vivir expulsados de los territorios rurales”.

“Es difícil reconocerse hijo de la tierra cuando han arrojado tu historia y tu gente a sobrevivir como algo dislocado, como sujetos fuera de su sitio”, reflexiona.

“Esos mapuches urbanos –sigue Spíndola–, son hijos y nietos de la «gente de la tierra», que en los centros urbanos del sur, vuelven a dialogar con sus mayores y sus tradiciones. En Trelew mismo –concluye– existen bandas de heavy metal como «Volcán Inka», que hacen festivales y actos de resistencia por el «Último día de libertad de los pueblos indoamericanos». Muchos son mapuches urbanos que una vez al año participan de las ceremonias religiosas de las comunidades rurales”.

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