Ciudad

Consumo responsable

Tener más conocimiento sobre drogas puede salvar vidas

Así sostienen en la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina. ¿Otra forma de evitar casos como Costa Salguero?


Hace dos años una persona entregó una raspadura de la pastilla que pensaba tomar, antes de entrar a una fiesta electrónica en el Reino Unido. Lo hizo para que una organización de usuarios de drogas ilegales la testeara. Días más tarde, un alerta empezó a circular entre consumidores de éxtasis: advertían no tomarla. La tildaban de veneno. Su nombre: Superman, una pastilla vendida como éxtasis, que no era tal cosa. Superman es la señalada por testigos como la protagonista del caso de severas intoxicaciones y de muertes en Costa Salguero. ¿Puede una prueba ajena al circuito ilegal de ventas salvar vidas? Testeos similares a los europeos se hicieron en Rosario.

Estuvieron a cargo de la Asociación de Reducción de Daños de la Argentina (Arda) entre 2000 y 2010. Las pruebas se extendieron a otras ciudades del país y sirvieron para prevenir consumos que pusieran en riesgo vidas.  Pero la idea, sin apoyo del Estado, se cayó.

El testeo es parte de las acciones para que consumidores de drogas de venta ilegal se informen y se cuiden cuando consumen. La referente de Arda, Silvia Inchaurraga, insistió en la necesidad de reponer estas políticas de reducción de daños desde el Estado, tal como se hace con drogas legales como el alcohol y el tabaco.

“La pastilla aparece en un caldo de cultivo en un contexto donde se busca combinar. Se suma una cultura en la que consumir cualquier cosa lleva a las personas a esperar una satisfacción inmediata. Cuando no la tienen, van por más”, explicó la psicóloga.

Historia reciente

Hace 15 años Arda repartió miles de cajas con material descartable e información sanitaria a usuarios de droga endovenosa en el Gran Rosario. Contó con apoyo de los gobiernos local y provincial. El sida preocupaba y los fondos internacionales llegaban para prevenir uno de los mecanismos usuales de contagio: jeringas compartidas o reutilizadas.

Había más de 7 mil usuarios en la región, en su mayoría consumidores de cocaína inyectada. En el contexto de exclusión y pobreza de 2001, la asociación dirigida por Inchaurraga repartió 50 mil folletos con información y 25 mil preservativos entre talleres barriales, fiestas, recitales de rock. Sólo en noviembre de ese año entregaron 1.300 cajas de material para inyectarse de forma segura. A 2003 lograron que el 30 por ciento de los consumidores establecieran una relación con el sistema sanitario.

Antes, la condición del usuario de una droga ilegal los alejaba de cualquier centro de salud. El miedo era ser juzgado o, peor, enjuiciado por la ley de drogas, aun cuando por entonces había fallos que empezaban a declarar la inconstitucionalidad de las penas de tenencia para consumo personal.

Entre 2000 y 2010 la asociación se instaló en algunas fiestas electrónicas: las “Camel”, en el Hipódromo; y las “Evolution”, en la vecina localidad de Pérez. Habían notado un crecimiento del consumo de las llamadas drogas de diseño. En particular, de éxtasis.

Montaron carpas, primero afuera y luego dentro de los predios y boliches de Buenos Aires y Córdoba. Informaron sobre efectos, recomendaciones de no mezclar con tal o cual sustancia, números de teléfono de emergencia, entre otros datos. Hoy toda esa información se puede conseguir en internet.

Entregaban, además, agua y chupetines para luchar contra la sequedad que acompaña al éxtasis. Más adelante, Arda analizó con reactivos las pastillas que consumían quienes iban a bailar. Querían comprobar que el supuesto éxtasis se tratara realmente de éxtasis y no de otra droga. El testeo permite detectar falsificación y, –más importante– si hay riesgo en su consumo. Y además levanta un alerta que pasa de boca en boca de los consumidores para evitar un producto. Es un mecanismo ya habitual en Europa.

Náufragos

Consultada por el caso de Costa Salguero, Inchaurraga barajó tres hipótesis sobre cómo murieron y se intoxicaron los jóvenes. Uno: la pastilla Superman era efectivamente veneno, una sustancia muy fuerte y dañina. Dos: mezclaron éxtasis con otras drogas no compatibles. Tres: eran chicos con contraindicaciones para consumir, esto es, hipertensión arterial, pacientes que tomaban psicofármacos o retrovirales, entre otros.

“Superman tiene un efecto más tardío, de una hora. Empieza más tarde que el éxtasis, que arranca a los 20 minutos. Si alguien que recién empieza a tomar pastillas piensa que es un éxtasis, se asusta porque no está teniendo el efecto y puede tomarse otra pastilla o agregar otras sustancias”, explicó la psicóloga sobre cómo la información ligada a reducción de daños puede ayudar en ciertos casos.

“En la sociedad actual, donde todos los problemas se resuelven con objetos, donde el malestar existencial se resuelve yendo «de shopping», donde la angustia por una separación o el insomnio normal de pasar un mal momento se resuelven con un psicofármaco, las drogas, las de venta legal e ilegal, caen en la misma lógica. Piensan que si no les pegó rápido están gastando una hora de fiesta sin disfrutar, y usan más o combinan. Esa población no está suficientemente informada de que se le puede ir la vida en ese acto”, explicó Inchaurraga. Y subrayó que la respuesta no es prohibir y perseguir el consumo.

¿Experimentación?

Arda trabaja con drogas ilegales hace dos décadas. La primera década del siglo XXI traía consumidores de una sola sustancia, el éxtasis. Lo hacían de forma planificada: una fiesta grande cada algunos meses. Hoy Inchaurraga habla de un perfil de policonsumo, la mezcla de alcohol y drogas legales e ilegales. Tragos y psicofármacos con cocaína, marihuana, entre otras combinaciones. Los últimos folletos informativos de Arda incluyeron efectos y recomendaciones respecto a viagra, popper y ácido lisérgico, por ejemplo.

Siempre según la psicóloga, el usuario también puede caer en manos del vendedor de droga, conocido en algunos ámbitos como dealer y en otros como transero. Si no tiene la droga pedida puede inducir al comprador a experimentar con otras sustancias no compatibles o de las que desconoce efectos y dosis. “El dealer no es el amigo de nadie pero tampoco quiere quedarse sin clientes ni venta. Si no tiene una pastilla, carga cocaína u otra droga”, apuntó Inchaurraga.

“Se pueden tener 30 ambulancias pero si no hay gente capacitada en cómo asistir, no sirve”, remarcó la experta. Otro punto que compite una asistencia tiempo es la prohibición y judicialización. “Por desconocimiento o miedo a que se los criminalice los pares no actúan”, agregó.

Sobre la suspensión de las fiestas electrónicas, Inchaurraga no tuvo dudas: “Peor”. “Se harán clandestinas. No podemos negar el consumo. Las drogas no son un problema de la noche ni el éxtasis es de las fiestas electrónicas. Son un problema de la humanidad, ni de una edad ni de una clase”.

Para la psicóloga es entendible que escandalice decir que se necesitan recursos del Estado para pibes de clase media pero los recursos están para todos los ciudadanos, ya sean usuarios recreativos o problemáticos. El contacto con el sistema de salud, insistió, debe darse siempre.

La última fiesta electrónica en la que participó Arda en Rosario fue en 2010. Desde entonces mantienen el taller de reducción de daños en el Centro Regional de Salud Mental “Agudo Ávila”, donde nació a mitad de los 90 el Centro de Estudios Avanzados de Drogadependencia y Sida de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), órgano atado a Arda. Hoy la tarea está centrada en escuelas marginales, educadores y chicos que trabajaban en bunkers. Recortaron la participación en fiestas por falta de apoyo estatal luego de que los fondos internacionales y el aval gubernamental entendieran que las acciones ligadas al VIH no eran ya prioritarias.

Arda lucha por fondos para folletería, preservativos o campañas de comunicación. No puede sostener el trabajo de los voluntarios. Menos, desplegar el dispositivo barrial como de principio del 2000. “Esperemos que la tragedia ayude a correr el velo sobre la necesidad de políticas de Estado en reducción de daños”, dijo Inchaurraga, que prepara por estas horas un proyecto que irá al Concejo Municipal.

Más allá de los números, en perspectiva el mayor logro de la campaña en el año 2000 de Arda fue llevar a usuarios a la red de salud. “Cada consumidor de drogas hará luego lo que pueda con la información recibida. O continuará, controlará o dejará su consumo. Eso siempre será caso por caso. Es responsabilidad del sistema de salud ofrecer y garantizar estas opciones que se sostienen en el respeto a los consumidores de drogas como ciudadanos y la aceptación de sus derechos”, indicó Inchaurraga.

En el ideal de las políticas de reducción de daños también está que los usuarios lleguen a formar comunidades en donde la información los ayude a cuidarse. Se trata de un desafío mayúsculo cuando la sociedad los juzga, enjuicia y expulsa.

Los interesados en informarse o participar del Centro de Estudios Avanzados de Drogadependencia y Sida de la universidad pueden asistir a la sede que tiene en la oficina 212 en el segundo piso del rectorado, ubicado en Maipú al 1600.

Lo importante es llegar

Más allá de los números, en perspectiva el mayor logro de la campaña en el año 2000 de Arda fue llevar a usuarios a la red de salud. “Cada consumidor de drogas hará luego lo que pueda con la información recibida. O continuará, controlará o dejará su consumo. Eso siempre será caso por caso. Es responsabilidad del sistema de salud ofrecer y garantizar estas opciones que se sostienen en el respeto a los consumidores de drogas como ciudadanos y la aceptación de sus derechos”, indicó Inchaurraga.

En el ideal de las políticas de reducción de daños también está que los usuarios lleguen a formar comunidades en donde la información los ayude a cuidarse. Se trata de un desafío mayúsculo cuando la sociedad los juzga, enjuicia y expulsa.

Los interesados en informarse o participar del Centro de Estudios Avanzados de Drogadependencia y Sida de la universidad pueden asistir a la sede que tiene en la oficina 212 en el segundo piso del rectorado, ubicado en Maipú al 1600.

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