Ciudad

Taxi con perfume de mujer

Por Laura Hintze.- Dos hermanas cuentan cómo es su rutina de trabajo desde el asiento “del conductor”. Inseguridad, solidaridad y piropos las distinguen en una labor que históricamente estuvo ligada sólo a los hombres.

Salvo excepciones, todos los días cerca de las tres de la tarde María y Virina se encuentran en la estación de servicio ubicada en Francia y Pellegrini. Toman algo, o comen una ensalada de frutas, y se pasan la posta: son hermanas y manejan un taxi. Virina conduce desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde; María, de las tres hasta lo que dicte la noche. Si es viernes o sábado, hasta las seis, si no, a las dos empieza a enfilar para su hogar. Ellas no son la excepción de una regla: en Rosario, el servicio de taxis involucra a, entre titulares y choferes, 6.690 personas. De ese número sólo el 1,55 por ciento son ellas; pero aunque parezca exiguo se trata de 161 mujeres que todos los días manejan coches de alquiler por las calles rosarinas. Y dicen que cada vez son más.

Taxista es un rubro instalado en el imaginario colectivo como un trabajo de hombres. Sin embargo, lentamente, son cada vez más las mujeres que se suben a un auto a trabajar. Y contra lo que bien se podría pensar, tanto ellas como sus compañeros afirman que reciben mejor trato por su condición de género, aunque no quedan exentas de maltratos machistas y otros de índole general. Y tampoco de la “inseguridad”.

María y Virina andan sobre el taxi 3646, un Corsa Classic que mantienen reluciente. Virina viaja escuchando la radio: FM Vida o la Kiss, y a veces también Radio 10. Dice que a veces, las noticias de esta última la re-enganchan. Hace sólo tres meses que ella está trabajando de taxista. Dice que cuenta con los dedos de la mano las veces que la pasó mal, que afortunadamente mucha gente es maravillosa y, ante todo, que le encanta manejar. María prefiere escuchar música desde el CD. Los tiene de música romántica que, según dice, a la gente le encanta y relaja. Ella ya lleva cinco años sobre un taxi, fue empleada durante dos y ahora, junto a su hermana, es titular de uno. Hace tres años que maneja el 3646 y también habla con una sonrisa de su trabajo, aunque no descarta enumerar malos ratos: asaltos o viajes engañada a comprar droga, los peores.

—¿Les han pasado cosas distintas por ser mujeres o cosas a las que todos los taxistas están expuestos?

—(Las dos) ¡Todos están expuestos!

—(María) Te pasan esas cosas. La gente es muy agresiva, no se dan cuenta que hieren a un compañero. No entienden… por ejemplo, un viernes, una pareja grande que salía de un bar me dijo que la lleve hasta Oroño y otra calle, una antes de Uriburu, no me acuerdo cuál. Él me dijo que espere, que la mujer se quedaba y él se iba a buscar una bolsita de merca. Hasta me preguntó si consumía. A mí me sorprendió, le dijo que no, pero ya estaba ahí, tuve que esperar pero no más de cinco minutos. Era la una de la mañana y el se demoró un poco. ¡Imaginate! Tenía el pie en el acelerador y primera, por las dudas. Me sorprende que consumen en mi auto, van aspirando. No pasó nada, pero igual, me exponen.

—(Virina) A mí me pasó que un hombre que estaba cruzando la calle me pegó una piña. Un hombre grande, de 60 y pico de años. Me dijo de todo y me pegó. ¡Decí que me dio en el brazo! Yo quedé helada. Y después le dio al espejo. Como soy nueva no sé cómo reaccionar, ¡pero sentí una impotencia! Se piensan que te pueden hacer cualquier cosa porque trabajás en un servicio público, y nosotras somos trabajadores como cualquiera. Esa vez me sentí abusada como mujer porque pienso que si hubiera sido un hombre, no se animaría.

—(María) Hay gente muy agresiva. Están todos muy acelerados. Muchos suben y ni siquiera te saludan. No pido que me den charla, pero un buen día, buenas tardes.

—(Virina) Yo soy nueva y por suerte cuento con los dedos de la mano las veces que la pasé mal, porque hay gente muy buena. Hay gente que es maravillosa.

—¿Y qué es lo bueno del taxi? 

—(Virina) Hay señoras, hombres…

—(María) …que te felicitan por cómo manejas, porque vas tranquila y parás en todos los semáforos.

—(Virina) Te preguntan, te cuentan cosas, si es gente de un barrio medio jodido te dicen por dónde salir. Hay gente muy buena.

—(María) Da gusto llevarlos.

—(Virina) Es gente desconocida que te pregunta cómo la pasas. El viaje se hace mucho más lindo, se pasa más rápido. Y te felicitan por ser mujer, porque hay que estar en la calle, ¡eh! Así como me pegaron una piña, también sucede que el tráfico está terrible, no hay señalización, se te mandan por todos lados. Lo bueno es eso, que la mayoría de la gente vale la pena.

—¿Cómo es la reacción de los pasajeros cuando se suben al taxi y ven a una mujer?

—(María) “Nena, ¿tenés marido? ¿No te da miedo?”, dicen. Y yo les digo que sí, tengo marido, hijos también. Me preguntan si de noche me deja trabajar mi marido. ¡Pero es mi marido, no mi dueño! Aparte, cuando él está en el taxi parece un empleado, me consulta todo. Mi hermana también. Y es porque fui yo la que empezó.

—¿Y la relación con sus compañeros, con los otros taxistas?

—(María) Algunos son machistas, otros no y te ayudan si se te para el auto, te prestan una auxiliar… Un día, cuando empezaba, abollé las dos llantas y tenía una sola. Entonces paró un compañero y me prestó una. Si no, llamo a los chicos de las radios y mandan a un compañero para que ayude. Los tacheros más viejos, los señores grandes, son más machistas.

—(Virina) Sí, no sabés cómo roban viajes… Una vez hasta me amenazaron: “Esta vez te la dejo pasar”. Algunos te hacen pasar un mal momento…

—(María) …pero otros ven que somos mujeres y nos ayudan.

—¿Los pasajeros sienten más rechazo o afinidad al verlas?

— (María) Yo veo afinidad.

—(Virina) Afinidad, ¡totalmente! La gente me felicita todo el tiempo. Me charlan y también me felicitan por cómo manejo.

—¿Alguna vez les pasó que algún pasajero las quiera “levantar”?

—(Virina) A mí muchas veces me han invitado a tomar un café, o me piden el teléfono. A esos les ofrezco el número de la radio pero no lo quieren. Un sábado a la mañana un chico medio borrachito se quiso pasar adelante, me quiso dar un beso, le dije que adelante tengo la puerta cerrada. Más que eso, que no fue grave, nada.

—(María) ¡A mí nunca! Me parece que porque soy más seria.

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