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Susan Sontag en Sarajevo y Europa, del sueño a las pesadillas

Por: Carlos A. Solero.- En medio de la infernal Guerra de los Balcanes la escritora norteamericana interpeló las conciencias de todo el mundo.


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Con magna lucidez y un sarcasmo exasperante el escritor irlandés Samuel Beckett dejó como parte de su legado dramatúrgico su magistral obra Esperando a Godot.

La pieza teatral es  extraordinaria síntesis del fenómeno de la incomunicación en las sociedades contemporáneas plasmado en diálogos que sugieren un desencuentro destinado a prolongarse hasta el infinito. La angustia existencial y en definitiva la soledad suprema a que condena la alienación en las sociedades contemporáneas a millones de personas.

El absurdo y el sin sentido aparecen a través de los discursos de los protagonistas las ilusiones una y otra vez frustradas porque carecen de todo basamento, la atribución de facultades extraordinarias a alguien quien ni siquiera se vio jamás.

En medio de la infernal Guerra de los Balcanes la escritora norteamericana Susan Sontag tuvo el coraje tantas veces exhibido de interpelar las conciencias de todo el mundo montando y dirigiendo en Sarajevo la obra de Samuel Beckett Esperando a Godot. Décadas después, este acontecimiento resulta casi una premonición de lo que a diario viven cientos de miles de personas en Europa. Es decir el desencanto, la desazón, el oprobio y el sufrimiento.

Del sueño a las pesadillas

A poco de finalizada la Segunda Guerra Mundial y con el impulso del Plan Marshall de inversiones de capitales norteamericanos para la reconstrucción de post-guerra en Europa Occidental, algunos Estados comenzaron con la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, evolucionando el proceso hacia el Mercado Común Europeo y luego a la Unión europea con parlamento incluido.

El proyecto no declarado era construir un bloque para neutralizar a EE UU, pero conviviendo en una alianza político-militar  la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

La implosión de los regímenes del Comecom seguidores de la URSS y de la propia Unión Soviética, pasando del capitalismo de Estado al monopolista sin escalas, dio nuevos bríos a la alianza europea, generó la posibilidad de migración de importantes contingentes hacia el oeste de Europa proveyendo de una fuerza de trabajo docilizada por la necesidad de encontrar sustento a sus necesidades básicas.

El impacto del estallido de las burbujas especulativas iniciado en Wall Street se expandió por el mundo y por Europa principalmente, generando oleadas de desempleo masivo.

Claro que la crisis no afecta a todos por igual, no son todos por cierto los que la padecen, quedan al margen banqueros, primeros ministros y por supuesto la rancia y petulante cohorte de miembros de las Casas Reales.

En pocos años Europa pasó del sueño de la unidad continental a la crisis económica, financiera, social y política como por encanto.

Lo que faltan en todos los argumentos expuestos por los de arriba, entiéndase, la Troika propiciadora de los draconianos ajustes es la explicación del fenómeno de trasmutación. Los que antes eran alentados a sumarse como las poblaciones de España, Portugal y Grecia, así como los habitantes del ex bloque pro URSS, son ahora los chivos expiatorios, acusados del despilfarro. Lo que no explican es que durante las últimas décadas se utilizó a esos territorios como ámbitos para los experimentos de especulación financiera e inmobiliaria de la mano de los gobiernos conservadores o socialcristianos y socialdemócratas.

Además la cuantiosa fuerza de trabajo de esos países sirvió y sirve para mantener enormes tasas de ganancias a las empresas transcontinentales. Los procesos de reestructuración económica puestos en marcha hace casi treinta años deterioraron las economías regionales de la Europa Meridional y ahora luego del festín de los poderosos a la hora de la resaca socializan pérdidas y castigan a quienes siempre expoliaron.

Los datos recientes son claros indicadores de lo antedicho, brotes y rebrotes racistas en Italia, Alemania y hasta Suecia, con enfrentamientos interétnicos. En el país nórdico el desguace del “estado de bienestar” desde los años noventa en el pasado siglo XX, generado bolsones de pobreza que pueblan los inmigrantes, los que reaccionan violentamente como lo hicieron en las últimas jornadas en varias ciudades.

Italia exhibe un porcentaje del 13 % de pobres, las políticas de los tecno burócratas  aplicadas en las últimas décadas están dando el resultado regresivo por ellos previsto. En Francia el gobierno de Holland propicia también políticas de ajuste que lanzarán a miles al abismo y también el reino de Holanda prevé eliminar y en próximo trienio alrededor de quince mil puestos de trabajo.

Como es posible observar, la idea es seguir exprimiendo a las poblaciones subalternas en beneficio de los privilegiados, y esto no puede sino potenciar la violencia social como respuesta.

El presente y Godot

Pero no es sólo Europa: los datos demográficos difundidos recientemente dan cuenta de una población mundial de casi siete mil millones de habitantes de la Tierra (de los cuales la mayoría vive en países empobrecidos por el capitalismo, carentes de los recursos materiales elementales como agua, atención sanitaria, educación básica, etc.), son la muestra contundente de cómo operan las políticas sociales excluyentes. En simultáneo, la concentración de las riquezas surgidas de la explotación masiva y el sometimiento en diversas latitudes se incrementó de modo exponencial.

La situación imperante a nivel global es digna de un guión beckettiano, pero ironías aparte, lo importante es también destacar que en diversas latitudes aparece la resistencia  en las calles desafiando la represión, el miedo y los controles omnipresentes.

Regiones durante décadas sometidas a los autócratas comienzan a movilizarse. No debemos aceptar mansamente vivir en sociedades a la espera de líderes providenciales y bienhechores. Godot nunca llegará, aunque el anuncio de su retorno lo haga una alternativa, sabemos que no es más que una quimera. No hay alternativas frente a los sistemas de dominación y opresión que no sean colectivas y solidarias.

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