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“Soy contemporáneo de mi propia vida y existencia”

El reconocido y talentoso acordeonista Raúl Barboza se presentará en formato de trío junto con Nardo González en guitarra y Roy Valenzuela en contrabajo, para recorrer un repertorio de clásicos del Litoral y nuevas composiciones


Dueño de un estilo único que le permitió traspasar fronteras y obtener reconocimiento internacional, el destacado acordeonista Raúl Barboza se presentará esta noche en Rosario, acompañado por Nardo González en guitarra y Roy Valenzuela en contrabajo, para recorrer su extenso repertorio, entre clásicos y temas pertenecientes a su último y premiado material Chamamemusette.

“Hace muchos años que voy a Rosario y estoy feliz de poder continuar viajando y yendo a lugares que me traen recuerdos hermosos. Recuerdo haber estado tocando allá cuando tenía 25 años en un lugar llamado Humberto Primo, regenteado por (Antonio) Tarragó Ros padre. Han pasado muchos años de eso y ahora voy a interpretar un repertorio basado en las composiciones nuevas, algunas que compuse en Argentina, otras viajando por el exterior, que también están mezcladas con músicas que la gente tradicionalista me solicita, que son los temas con los que yo fui creciendo. Estar en Rosario va a ser un enorme placer porque voy a encontrarme con un público, que espero sea numeroso, pero siempre toco con el mismo fervor para la gente que vaya porque es la responsabilidad frente a la gente que se preparó para ir a ver a un artista”, señaló Barboza en relación con el espectáculo que tendrá lugar, a partir de las 21.30, en la Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza).

Con voz pausada y ritmo tranquilo, Barboza se entregó a una amena charla, en la que la sabiduría de su trayectoria no opacó su grandiosa humildad. Residente en Francia desde 1987 y representante del chamamé en otros continentes, el artista confesó: “Soy contemporáneo de mi propia vida y existencia”. Y al respecto, profundizó: “Trabajo mucho con los sonidos de la vida, con el canto de los pájaros, con el galope de los caballos, con el ruido de la lluvia, dando sensación de calor o frío, con improntas al inicio de cada tema para poner a la gente en situación. Ahora es más comprendida esa forma de tocar que tengo. Antes había otras formas muy arraigadas en el pueblo chamamecero y yo aparecía como alguien muy diferente, tal vez incomprensible, pero ahora hay mucha juventud que acepta esta forma de trabajar e improvisar y hacer creaciones instantáneas, algo que hacen mucho los músicos de jazz”, subrayó.

Esa contemporaneidad a la que hace referencia se ve plasmada en sus melodías que, con matices de coloraturas diversas, transportan al oyente por variados paisajes sonoros. “Trato de expresar mis sensaciones a través de la música. Por ejemplo: he compuesto un tema llamado «Luz de amanecer», que hice a las 4 de la madrugada en París, cuando salí a tomar mate y vi aparecer los mirlos, mientras comenzaba a verse la luz. También hice un chamamé llamado «Llegando al trotecito», en referencia a mi papá montando a caballo, y así muchos otros. Hago esos temas en referencia a sensaciones y sentimientos personales que expreso de manera musical”, afirmó el acordeonista.

Un embajador del chamamé

Con más de 30 discos grabados en todo el mundo, Barboza se convirtió en un verdadero embajador de la música litoraleña. Recientemente fue galardonado, por tercera vez en su carrera, con Le Gran Prix du Disque de l’Académie Charles Cros en la categoría Musiques Du Monde, en reconocimiento a su último trabajo realizado junto con el acordeonista francés Francis Varis y el percusionista brasileño Zé Luis Nascimento.

“Cuando llegué a Europa y toqué por primera vez el vals «Que nadie sepa mi sufrir», que allá se conoce con el nombre «La Foule», me pidieron que lo grabara a la manera argentina, con los acentos donde el francés no acentúa. Lo grabé en un primer disco que se llamó Paris músete donde fui el único no francés en participar; ese fue el primero en recibir el premio de la Academia como el mejor disco del año, en los 90. Luego grabé el primero de chamamé en Europa, que se llamó simplemente Raúl Barboza, y en 1998 recibió también el premio de la academia; era un disco grabado por un argentino que no toca bandoneón, que no toca tango, que tiene la piel cobriza, distinto del argentino tipo para un europeo. Hace algunos años hablé con un acordeonista francés llamado Francis Varis y le propuse que grabemos juntos un disco y lo llamamos Chamamemusette, es decir: hacer en un disco la simbiosis de la cultura francesa a través del vals «musette» y de una de las tantas culturas argentinas, pertenecientes a la Mesopotamia, como es el chamamé. Él estuvo de acuerdo y así grabamos algunos chamamés conocidos, mientras yo lo acompañé en algunos valses en compañía de Zé Luis Nascimento. Encontraron que este disco es diferente porque está la simbiosis de dos músicos de diferentes orígenes, con otro sudamericano que viene de Brasil, y así recibo, nuevamente compartido con ellos, otra distinción”.

En la constante búsqueda por explorar nuevas sonoridades, sin perder la raíz musical de su tierra, Barboza supo distinguirse por su particular manera de tocar con ambas manos, junto con un estilo compositivo que se nutrió de la música de otras regiones. “Siempre intento mostrar las dificultades que nuestra música ofrece, que son las mismas que uno puede encontrar en la música clásica. Nuestra música tiene una enorme posibilidad de ser escuchada por cientos de miles de orejas y espíritus, lo que pasa es que estuvo como en un claustro, recreándose a sí misma, con una mínima posibilidad de encontrar nuevos caminos o colores. Yo hice otras incursiones, mi música está adornada con las canciones de Carlos Gardel, de Ella Fitzgerald, Oscar Alemán, Carlos Gardel, Luciano Pavarotti. Tengo todos los sonidos de mi país en mi música: conozco la música de Buenos Aires, la cuyana, del Altiplano, la clásica, y tengo todas las músicas del mundo porque hace 50 años que viajo por el mundo”.

Música del Litoral, presente

Con relación al presente de la música del Litoral, Barboza remarcó la falta de escuelas de chamamé y la necesidad de correrse de los cánones tradicionalistas: “He encontrado jóvenes músicos con muchos deseos de expresar sus sentimientos, pero también veo que son muy pocos los que intentan salir de un círculo musical tradicional, porque imaginan que se va a perder la esencia, y no es así. Algunos intentan buscar otros recursos musicales, pero no olvidemos que acá no hay instrumentos. Otros músicos optaron por dejar de lado su propia identidad guaraní y entonces se parecen cada vez menos a un chamamé; hay muchas canciones que no van al fondo de las cuestiones de nuestra tierra. Faltan poetas, hay buenos intérpretes y el chamamé no escapa a esa lógica comercial que impera en la actualidad. Yo no cedí a la presión que ejercieron en algunas oportunidades sobre mi manera de tocar, porque los sonidos que puedo mostrar en mi acordeón van mucho más allá del mero hecho de subir a un escenario para recibir aplausos. Yo subo para tocar y contar mis historias, nunca pido aplausos, ni «sapucais», ni ando revoleando ponchos; yo soy músico y esa es mi tarea que la expongo desde hace más de siete décadas”.

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