Edición Impresa

Barrio Tango

“Sólo queremos que vayan presos”

La familia Melgarejo pide justicia por el homicidio de Gustavo.


La del Mono Melgarejo es una historia de inseguridad; porque son las personas de los barrios humildes las que sufren como nadie la violencia y los robos; porque su enemigo no es alguien de afuera, que golpea y se va: vive a la vuelta de su casa y lo tienen que ver todos los días, sufriendo como nadie la impunidad. Lo mataron el viernes pasado, en un hecho que se quiso presentar como un ajuste. Con el asesino suelto y tanto en el barrio, como en el centro de la ciudad, la familia reclama justicia.

Mercedes llegó a barrio Tango, junto a su papá, hace 34 años; cuando en el lugar funcionaba un tambo y el vecino más próximo vivía a varios kilómetros. Ellos se ocupaban de cuidar las vacas y hacer mantenimiento. Ahí armaron su casita y creció la familia. Ella tuvo siete hijos (seis muchachos y una chica) y, al margen de que el emprendimiento lechero cerró, nunca se fueron: todos los hermanos se criaron ahí, laburando en el campo, criando animales, corriendo por los pastizales; jugando con palos y gomeras o montando a caballo.

Y al Mono, come le decían a Gustavo Melgarejo, le encantaba la vida que le había heredado su vieja y sus hermanos mayores; estar al aire libre, jugar con los nenes del barrio, hacer asados o comida al disco. Se sentía un gaucho y cada vez que había un acto patrio se ponía sus botas, la bombacha, una camisa celeste, un cinturón y desfilaba con su caballo, junto a diferentes grupos tradicionalistas. Se ganaba la vida como podía, arreglando los ranchitos de barrio Tango, o trabajando como albañil en diferentes casas de Funes, o cuidando algún campo de la zona. “Una semana antes de que lo mataran le puso puerta a su casita, porque no le gustaba usarla; decía que se sentía encerrado”, contó uno de sus hermanos a El Ciudadano.

Por eso a los Melgarejo les dolió tanto las notas que salieron en muchos medios de la ciudad en las que se insinuaba que el homicidio fue “una bronca entre choros”; porque, según ellos, el Mono era un chico bárbaro, que se dedicaba a cuidar al Mundano, el caballo que estaba educando para Maxi, su sobrino pequeño. Porque era un pibe sin aspiraciones de fortuna y fama. Porque no tenía una moto, ni pretendía ser el capo de la zona; él solo quería un poco de carne para compartir con amigos. Le gustaba el olor de la tierra cuando se moja y el viento fresco que corre a la noche en los lugares donde hay poco cemento. No le interesaban los lujos.

“Lo dejaron levantar vuelo. Nadie le puso un punto”. Según contaron los Melgarejo a El Ciudadano, al Mono lo mató Ricardo R.; a quien ellos llaman con familiaridad Riki.

“Mi hermano y él se criaron juntos. Se conocían hace muchísimo. Pero hace como 3 años Riki cambió de junta, empezó a tomar merca y nadie le paró el carro. Un día nos llegó el comentario de que había baleado a un pibe en Santa Lucía; al poco tiempo nos dijeron que se había cargado a uno en Cabín 9 y ya no le tuvimos más confianza”, explicó, con bronca, uno de los hijos de Mercedes.

El primer disparo

El viernes pasado a la noche no fue la primera vez que el Riki le disparó al Mono. Según los Melgarejo, el 17 de julio de 2014 ambos tuvieron una discusión; pero no se acordaban muy bien el motivo. “No sé si fue por una mina, o algo por el estilo, pero en medio del cruce Riki le metió un tiro en la panza al Mono y lo dejó al borde de la muerte”, aseguran los familiares del Mono. Ese día, la madre de Riki salió en defensa de su hijo y declaró ante la Justicia que había sido ella la que apretó el gatillo. La causa quedó en la nada. “No sólo el Riki quedó libre, la vieja también. Según nos dijeron los milicos, cuando allanaron la casa no encontraron el arma”.

Después de la agresión, Ricardo R. desapareció por un tiempo de barrio Tango y las aguas se calmaron. Pero en marzo de este año, el joven volvió a la zona. “Vino para armar un búnker en su casa y se trajo al Tuti, otro como él, que lo ayuda con el negocio”, explicaron los Melgarejo.

El tiro en la cabeza

El último problema entre el Mono y Riki arrancó el viernes por la noche. Pucho, un viejito de la zona, iba caminando por una de las calles de tierra de barrio Tango cuando Riki y Tuti pasaron en moto, lo chocaron y siguieron de largo, como si nada. Varios de los hermanos Melgarejo, junto con amigos, estaban sentados cerca del lugar y vieron lo que pasó. “Nosotros le gritamos al Tuti que, por lo menos, pare y lo ayude; pero ellos nos puteraron, dijeron que iban a volver y rajaron”, explicó uno de los testigos. El Mono y otro de los muchachos decidieron ayudar a Pucho a llegar a la casa, “porque estaba golpeado y medio tomado”. Después volvieron a donde estaban reunidos.

Cuando había pasado más o menos una hora de choque, unos minutos después de la medianoche del viernes, reapareció Riki en escena. Pero esta vez no hubo diálogo. Bajó de su moto Honda IBR 125, sacó de entre sus ropas una pistola 9 milímetros y le dio un tiro en la nuca al Mono. No le importó que hubiera sido su amigo.

Ricardo R., de 20 años, está prófugo. Los vecinos aseguraron a El Ciudadano que nunca se fue de barrio Tango, que sigue dando vueltas como si nada. “Ellos dicen en Facebook que se cargaron a uno de otra banda; pero nosotros no somos como ellos. No queremos matarlos, queremos que vayan presos; no nos queremos convertir en asesinos, no somos como ellos”, dijo la hermana del Mono, cono los ojos llenos de lágrimas.

Comentarios