Opinión

Cuando la plaza se volvía a vestir de fiesta

Sobre los 50 años del 25 de mayo de 1973

¿Qué queremos destacar en el recuerdo de esta fecha tan importante para el Peronismo?


Esteban Langhi (*)

¿Qué queremos destacar en el recuerdo de esta fecha tan importante para el Peronismo?
Esto para nosotros, para pensar en voz alta: la plaza del 25 de mayo fue difundida por una parte de nuestros pensadores/historiadores como “la Plaza Montonera”.

Es cierto que en esa coyuntura que tiene un “efecto tobogán” desde Trelew y desde la aceleración por parte de Perón de su regreso (pulseada Lanusse-Perón), la Juventud Peronista (cuya línea política venía siendo hegemonizada por Montoneros) había desplegado una capacidad de movilización hasta ese momento desconocida.

Esa capacidad de movilización, las consignas punzantes para atacar al régimen en retirada (muy bien aprovechadas por Perón y por Cámpora en la campaña) presentaron a la juventud en alguna medida como la protagonista principal del triunfo electoral del 11 de marzo de 1973, y al mismo tiempo le quitaron presencia y relevancia a otros actores fundamentales, como por ejemplo el sindicalismo.

Dicho esto, lo que me parece fundamental destacar es que el 25 de mayo, con la asunción de la formula Héctor José Cámpora-Vicente Solano Lima, representa la consagración en los hechos de la vieja fórmula de Luche y Vuelve. Y esa lucha no tenía ni dos, ni tres, ni cuatro años, tenía casi veinte.

En ese sentido el 25 de mayo es también la materialización de las acciones y los sueños de la Resistencia Peronista, que comenzó ni bien fue derribado Perón.

El 25 de mayo también es una extraordinaria obra de ingeniería política del general Perón, tanto en su pulseada con el régimen (pulseada histórica que no se circunscribe al general Alejandro Lanusse), como en su increíble capacidad de ordenar un organismo interno como era (y es) el peronismo, donde conviven tantos sectores tan diferentes.

Un solo ejemplo de ello fue la decisión de elegir a Cámpora como candidato, dato que no lo dio a conocer hasta que no salió nuevamente del país (diciembre del 72) para evitar el reclamo que sabía que se iba a producir de muchos sectores ante esa elección.

Visto desde hoy pareciera que llegar a las elecciones del 11 de marzo y a la asunción del 25 de mayo fue fácil, o fue una consecuencia que la militancia “le arrancó” a la dictadura de la Revolución Argentina, por la presión de las masas.

Esto muy parcialmente tiene algo de cierto.

Tan o más importante fue la forma en que Perón movió las piezas en el tablero para alcanzar esos dos objetivos: elecciones (casi) libres, construir un triunfo amplio (si no se llegaba al 50 por ciento había que ir a balotaje) y lograr la asunción (se estuvo a punto de abortar esto último cuando el ERP 22 de Agosto (disidencia del Ejército Revolucionario del Pueblo) asesinó al vicealmirante Hermes Quijada el 30 de abril de 1973.

Pero finalmente llegó el gran día

La plaza de Mayo se volvía a vestir de fiesta como en los históricos encuentros de los primeros gobiernos peronistas cuando la presencia de Perón y de Evita en los balcones de la casa rosada levantaba las aclamaciones de la multitud de trabajadores concentrados. Ese vínculo que había tenido al 17 de octubre de 1945 como partida de nacimiento, se refundaba en este nuevo tiempo histórico.

Las columnas de la Juventud Peronistas tomaban desde temprano las posiciones principales en esta plaza de 1973 exteriorizando en sus inmensas banderas su adhesión y admiración por las “formaciones especiales”, como Perón había definido desde el exilio a las organizaciones armadas peronistas.

La seguridad del acto de asunción también quedó en manos de los jóvenes peronistas.
El presidente de facto, Alejandro A. Lanusse, debió retirarse en helicóptero después de la ceremonia de traspaso de mando; los disturbios no llegaron a mayores consecuencias gracias al retiro de las fuerzas militares presentes en la plaza que eran despedidas por la multitud al grito de “se van, se van y nunca volverán!”.

Entre los invitados a la asunción de Héctor Cámpora destacaba la presencia de los presidentes socialistas de Cuba y de Chile, saludados por las columnas de militantes con el canto “Chile, Cuba, el pueblo los saluda”.

En su extenso discurso de asunción ante el Congreso nacional el presidente Cámpora había expuesto conceptos que definían con total claridad los tiempos que se vivían.

A continuación citamos algunos que lo ilustran:

“Podrá la dictadura llenar las cárceles y los barcos, podrá gasear y apalear, torturar y fusilar, pero no conseguirá doblegar la decisión de un pueblo que quería la paz pero que empieza a prepararse para la guerra que le imponen. El pueblo ha de tener conciencia de lo que sucedió en estos años porque sus consecuencias pesan sobre el país en ruinas que recibimos como herencia. La Argentina se había convertido en un campo de saqueo de los intereses extranjeros. Mientras avanzaban la concentración de la riqueza, la desnacionalización de la economía y el endeudamiento, la participación de los asalariados en el ingreso nacional disminuía dramáticamente. (…)

Esta hora preñada de esperanzas, acaso ingenuas para algunos, pero nunca tan cerca de convertirse en realidad, es la hora de Perón. No vacilo en proclamarlo: es la hora de Perón!”. Y no faltaron tampoco en sus discursos palabras especiales dedicadas a la “Juventud Maravillosa”:

“… Y en los momentos decisivos, una juventud maravillosa supo responder a la violencia con la violencia y oponerse, con la decisión y el coraje de las más vibrantes epopeyas nacionales, a la pasión ciega y enfermiza de una oligarquía delirante. Por eso, la sangre que fue derramada, los agravios que se hicieron a la carne y al espíritu, el escarnio de que fueron objeto los justos no serán negociados!”

Unas de las principales consignas de la campaña electoral había sido “ni un día de gobierno popular con los compañeros presos”.

Al finalizar el acto en la recuperada plaza de Mayo, la multitud se dirigió a Devoto con el firme objetivo de “liberar a los combatientes”. Sobre las últimas horas del día y con el penal rodeado por la movilización llegaría la orden del nuevo gobierno de dejar en libertad a todos los presos políticos.

La plaza triunfante del 25 de mayo de 1973 abría un nuevo tiempo político

El Peronismo volvía a mostrar su contundencia en las urnas y su presencia multitudinaria en la calle. Ninguna política represiva, ninguna medida “integracionista”, ningún odio lacerante le había podido torcer el cuello, vivito y coleando confirmaba su presencia indeleble y eterna en la identidad de la clase trabajadora y del conjunto de los sectores populares argentinos.

(*) Licenciado y profesor en ciencia política. Militante peronista. Autor de “Montoneros-Cámpora. Un encuentro histórico”, Editorial Libros del Sur, 2008

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