Observatorio

Conversaciones

“Si no tengo algo para decir, lo que hago es sólo un ejercicio de escritura”

El escritor y dramaturgo canadiense Michel Bouchard, uno de los más reconocidos de su país en todo el mundo, visitó Rosario para ver una adaptación de su obra “Tom en la granja” y en cálida charla dio cuenta de la importancia del trabajo fino con el lenguaje


El escritor de teatro canadiense Michel Bouchard visitó Rosario para asistir a la puesta en escena de su obra Tom en la granja, dirigida por Aquiles Pelanda y con actuaciones de Leandro Iossa, Lucía Dominissini y Paula Luraschi.

Entro en la recepción y, antes de que pudiera pronunciar el nombre del escritor frente a un muchacho acobardado por el trajín del hotel, oigo una voz desde el salón que me saluda en un inglés neutro, casi como de ejercicio de estudio. Ese hombre que se acerca con una sonrisa amplia, pronta a transformarse en doble beso, uno en cada mejilla, es Michel Bouchard, el escritor de teatro multipremiado y reconocido en lugares tan caprichosos como distantes: Estados Unidos, Japón, Italia, Francia, Ucrania, Brasil, México y, obviamente, Canadá.

Se sienta y después de que el mozo nos dejara solos en la burbuja que acabábamos de generar, el clima se transforma y es como si estuviéramos charlando en el patio de alguna casa y nos conociéramos de antes. Pienso que nada tiene que ver ese hombre con las imágenes que me llegaban desde las redes sociales y las páginas web con su nombre: las fotos lo muestran serio, posando con aire intelectual, lejano. Michel de carne y hueso es cálido, habla rápido, sonríe, me mira y levanta las cejas en cada una de las picardías que dice en una lengua que tampoco es la suya, aunque la use descaradamente.

Lo primero que me dice es que prefiere que hablemos cara a cara para hacer esta nota, y me acusa de mandarle por mail preguntas que exigían respuestas de cuatro páginas. Nos reímos y los dos sabemos que la charla va a ser larga. Lo primero que me cuenta es que el viaje le resultó interminable: tanto campo entre una ciudad y otra le recuerda a Canadá. Ciertos paisajes son bastante similares, le comento y enseguida estamos en la granja. Me cuenta que todo lo que aparece en el texto de la obra en relación al trabajo con las vacas lecheras tiene como base lo             que él aprendió en su infancia, en un pequeño pueblo de la parte francesa de su país. Y advierte que los detalles son fundamentales al momento de escribir un texto que resulte verosímil para el espectador y que por esa misma razón se debe tener la responsabilidad de hacer un trabajo fino con el lenguaje: un trabajo que apunte a las sutilezas de las palabras, a su armonía y belleza, pero también a la precisión.

Valores y experiencias históricas

La pregunta por la traducción se vuelve inevitable: ¿cómo es que un texto puede viajar alrededor del mundo, como viajó Tom, y conservar las sutilezas del lenguaje? Me comenta que todas las puestas en escena de Tom en la granja que vio son muy diferentes entre sí y que eso tiene que ver fundamentalmente con la cultura receptora, en algunas, como en la brasileña, el eje está puesto en lo físico, en otras, como en el caso canadiense se centra más en la palabra. De cualquier modo, las traducciones de los textos son muy cuidadas y se busca que sean hechas por escritores. Sin embargo, lo que cada cultura lee en la obra se nutre también de los valores y las experiencias históricas del lugar al que llega. En Ucrania, el vínculo de sometimiento, violencia y fascinación que entablan Tom y Francis fue leído como una metáfora de las relaciones históricas y culturales entre este país y Rusia, por ejemplo. “Algo que jamás se me hubiera cruzado por la cabeza”, ríe entre divertido y sorprendido Bouchard.

De un lenguaje a otro

El camino de la conversación nos lleva de país en país, pero también, de un lenguaje a otro: entonces nos vamos del texto a la representación teatral, y del teatro al cine. El día que Xavier Dolan fue a ver la obra en Montreal, se quedaron charlando, tomando y fumando en el tercer tiempo reglamentario de los artistas. Entre risas y copas le dijo que él iba a dirigir la película basada en ese texto y que iba necesitar colaboración con el guion. No me lo tomé para nada en serio, aclara el escritor. Ya se sabe cómo son esas charlas, y muchos de esos proyectos magníficos quedan en buenas intenciones y deseos nunca realizados. Pero a las dos semanas Dolan, que hablaba en serio, lo estaba llamando por teléfono, reclamándole el texto que Bouchard había prometido y nunca había mandado. Lo que resultó de esas idas y vueltas de archivos con borradores reescritos y editados por ambos fue una película que aparece permanentemente en los buscadores de todos los sitios web de cine de culto. Con una risa cómplice me dice que él no acuerda con el final que decidió darle Dolan a la historia en la película, ya que los finales amables no son los que generalmente suceden en la vida de las personas. No es la intención del escritor ser amable con el público: No se puede responder a la violencia desde la pasividad, hay que encontrar una manera de hacer algo con la violencia de las sociedades. “Políticamente, ése es mi mensaje”, dice el autor que recibió además el premio Laurent-McCutcheon por su lucha contra la homofobia.

Algo para decir

Tenemos cinco preguntas más y aún estamos comentando la número dos. Me interesa saber el motivo por el que decidió venir a la Argentina y aclara que no siempre viaja a las puestas en escena de su obra, pero que era la primera vez que una obra suya se estrenaba en el país y que la estética de las gráficas había llamado su atención y despertado su curiosidad. ¿Cómo será un Tom argentino? ¿Cuántas vacas lecheras podrá ordeñar?

El tiempo corre y decido saltear preguntas e ir concretamente a algunos puntos cruciales para dar con el perfil de un desconocido: su rol de formador. Habla de lo difícil que es abordar académicamente la escritura creativa, de la imposibilidad teórica de enseñar a escribir, aunque efectivamente en el vínculo la magia se logra. Intento rastrear las ideas que les trasmite a sus estudiantes, le pido algunos ejemplos para llevarme en mi cajita de herramientas: “La anécdota no hace al escritor ni a la obra, yo puedo tener una historia, puedo tener unos personajes y algo que les suceda, pero si no tengo un punto de vista sobre eso que sucede, si no tengo algo para decir de eso que les pasa, sólo estoy haciendo un ejercicio de escritura y no una obra”.

Se nos vence el tiempo. Los relojes nos ponen el límite de la conversación porque a ambos nos espera otro mundo afuera de esa burbuja. Sabemos que nos vamos a volver a encontrar los días siguientes en otros roles, y entonces aprovecha el último minuto de burbuja y me dice: “¿Se le puede contar un secreto a alguien que trabaja para un medio?” Le contesto que sí, sin saber si voy a ser capaz de contenerme de escribirlo en esta nota. Me cuenta una bomba del mundo del cine internacional. Me rio y digo que de ninguna manera voy a contar ese chisme.

La burbuja se rompe, dejamos de hablar la misma lengua y nos saludamos ahora sí, cada uno desde el mundo que nos reclama desde afuera. ¡Au revoir!, me dice desde la puerta. Hasta mañana, Bouchard.

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