Policiales

Crecer desde la sombra

Señales de que las bandas no terminan con condenas y cárcel

¿Quién está detrás de las balaceras contra la Justicia? Quizás alguien que entendió el juego que le dio oxígeno a Los Monos desde la cárcel y se prepara para seguir el camino. O tal vez no es más que otro ataque de “falsa bandera”


Foto: Juan josé García

La banda de Los Monos fue dada por muerta decenas de veces. Pero quizás el golpe fatal y esperable tuvo que ver con las condenas que les auguran a sus jefes una vida entera tras las rejas. Es cierto que las prisiones y el encierro nunca fueron un impedimento para seguir traficando. De hecho, la primera causa por narcotráfico que terminó en condena para el clan Cantero fue investigada desde la prisión, donde los cabecillas de la banda daban órdenes desde su celda: tenían hasta un teléfono fijo y eran las mujeres las que ejecutaban las órdenes con roles definidos dentro del grupo.

Los antagonistas también estaban presos. El clan Bassi, a quien le atribuyen varias muertes, también cuenta con una temporada a la sombra y algunos de sus integrantes tienen sobre sus cabezas causas federales por operar en el narcomenudeo desde la prisión.

Mientras las causas judiciales de Los Monos crecían en la Justicia federal y provincial, una pelea por el control del territorio y por otra lado por la venganza por la muerte de familiares dejaba un tendal de muertos en los barrios Grandoli y Municipal. Por un lado, René Ungaro desde prisión, unido a los Funes. Por el otro, el grupo que heredó Alexis Caminos de su padre y que podría decirse tenía afinidad con Los Monos y el paravalanchas rojinegro donde disputaban la jefatura.

Ambas facciones terminaron presas y el barrio fue intervenido por el Estado. Como saldo, las muertes parecen haber terminado.

Mientras todo esto ocurría la banda de Los Monos, que ya no tenía demasiado que perder, parece haber decidido armar una teatralización de terror, que sólo logró ser sólo una amenaza ya que en la saga de ataques no se registraron heridos. Desafiar al Poder Judicial y a los magistrados rociando de balas el frente de viviendas que alguna vez habitaron, el Centro de Justicia Penal, la Fiscalía y los Tribunales. Ocurrió después de que sus cabecillas fueran trasladados a cárceles del sur y el norte del país.  Y el objetivo era que los regresaran a Rosario.

Este desafío fue ganando adeptos en los barrios. Pibes que ofrecen sus servicios y logran prestigio al pertenecer a una banda, para tirar tiros pero también como mano de obra, por ejemplo, para el cobro de protección a los vendedores de drogas, pero también a otros actores las economías delictivas. Una estructura que fue creciendo en el momento que la daban por muerta y que genera un incesante flujo de efectivo que brinda poder, sumado a los contactos intactos con algunos miembros de la fuerza, única manera de poder comprender el manejo de datos y la imposibilidad de que estos ataques fueran prevenidos. Las intimidaciones cesaron cuando los trasladaron a Ezeiza para seguir por videoconferencia el juicio por Los Patrones.

Del otro lado, el Esteban había dejado hacía un tiempo la prisión, y según explicaban algunos entendidos esperaba su turno para volver como amo y señor de un territorio más extenso del que antes manejaba. Pero Los Monos no dejaron de crecer y comenzó una pelea por el territorio. El crimen de Lucio Maldonado estuvo lleno de indicios que llevaron a los fiscales a buscar al Esteban. El cuerpo tirado cerca del territorio de Los Monos, el cartel de advertencia, el GPS del auto de la víctima, la casa de Esteban, las propiedades a su nombre e incluso sus contactos policiales.

Ahora aparece -o alguien decide hacerlo aparecer- otra vez emulando a Los Monos, como si para ocupar ese lugar necesitara valerse de las mismas armas. Un hombre prófugo, que amenaza para que no lo investiguen suena al menos raro. Quizás entendió el juego que le dio oxígeno a Los Monos desde la cárcel y se prepara para seguir el camino. O no es más que otro ataque de “falsa bandera”, como parece haber sido la esquela, escrita con un fibrón, que alguien le puso a Maldonado en el bolsillo tras ser ejecutado: “Con la mafia no se jode”.

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