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Se van a casa víctimas de un scoring implacable

Todavía suenan las sirenas de las ambulancias que recogen heridos de diversa consideración, víctimas del cierre de listas de candidatos para las primarias del 14 de agosto.

Todavía suenan las sirenas de las ambulancias que recogen heridos de diversa consideración, víctimas del cierre de listas de candidatos para las primarias del 14 de agosto. Algunos tienen lesiones en la cabeza, otros en partes más vergonzantes y ocultas, pero no menos dolorosas. En la prisa por levantar víctimas del cierre en todos los partidos, los camilleros olvidan algunos cuerpos ya inánimes; pertenecen a los que quedaron fuera de las listas legislativas sin posibilidad de reciclarse en otros distritos u otras categorías, revancha que pueden tener unos pocos. Algunos han sido estrellas de la política poco acostumbrados a volver a su casa; ocuparon lugares en partidos, estructuras de poder o en tribus más informales, y protagonizaron batallas que seguramente creyeron que servirían de antecedente para alguna recompensa que no han tenido.

En su dolor, se suman al llanto de otro inmenso lote de quejosos que estaban fuera del gobierno o de los órganos legislativos, y que esperaban ingresar. En un país sin partidos con actividad alguna, el dedo de la cúpula decide las listas; estas víctimas entraron a los cargos por el dedo y confiaron en que el dedo les alargaría la vida. Ahora, tarde, piden democracia interna, debate, competencia.

Pensaron quizás que nadie los observaba en sus actos, o que pertenecer al grupo les daría una sobrevida. No vieron que alguien hacía un scoring que ahora se les vuelve en contra; son víctimas de un Veraz que los ha descalificado para seguir. Buscan saber, a deshora, quién manejaba ese sistema que les ha quitado el futuro. Sueñan con destinos ajenos, como el de otros legisladores que no reeligen, pero tienen asegurados cargos más importantes, como el pampeano Carlos Verna y el jujeño Eduardo Fellner (van por gobernaciones casi seguras) o el senador santacruceño Nicolás Fernández, que tiene confirmado un puesto en un eventual gabinete si, claro, hay reelección presidencial.

En el oficialismo, muchas de estas víctimas ganaron tantos que ahora no les reconocen; en la oposición, son víctimas de represalias internas que creen injustas. Veamos los principales casos que resultaron de esta formidable fumigación que manda a su casa a un seleccionado de políticos porque no entraron en ninguna lista:

José Pampuro encabeza la nómina en el peronismo. Fue ministro de Néstor Kirchner en el área tormentosa de Defensa, actuó en lides emblemáticas, como bajar los cuadros de exgenerales en el Colegio Militar. Como senador ocupó la tercera jerarquía en la sucesión presidencial como presidente provisional del Senado cuando Julio Cobos quedó al margen de toda actividad institucional a poco de asumir. Pensó que podía volver a Defensa en alguna crisis de gabinete. Se subió a la combi de Daniel Scioli en el último verano, y algunos presumieron que podía ser el candidato a vicegobernador o renovar la banca. Le tienen que explicar de Casa de Gobierno qué tienen con él. Lo miraron con cierto recelo por la amplitud de sus amistades en el Senado, en donde convivió armónicamente con Cobos y con otros legisladores opositores. Hablaba, creen en Olivos, con demasiada gente. Si Scioli reelige, promete darle contención en algún cargo provincial. Otros lo señalan con destino diplomático; quiso ser siempre embajador en Washington, ciudad en la que vivió de joven.

Vilma Ibarra. Qué no ha hecho por el kirchnerismo esta legisladora, de las más activas en las dos cámaras. Fogoneó el proyecto de matrimonio del mismo sexo con el cual quiso identificarse –pese a ser una iniciativa que surgió de la oposición–. Firme, siempre enojada, mostró un ánimo fiero parecido al de los Kirchner. ¿Paga su relación política y personal con Alberto Fernández? Una disidencia con el grupo de Martín Sabbatella terminó de marginarla de cualquier candidatura. Su hermano en Capital ha tenido mejor suerte: va colgado, como candidato a legislador de la lista de Daniel Filmus. Si es víctima del albertismo, hay que enterrarla junto a otro finado de ese sector, Juan Carlos Lorges, que también se va.

Gerónimo Vargas Aignasse, tucumano, ha sido de los diputados más activos en temas de derechos humanos y en favor de la sanción de la ley de medios. Fue uno de quienes mejor entendió la tradición de un sector del periodismo en el combate a los monopolios y dio testimonio en su intervención en la sanción de la ley. Quizás paga haberse acercado a quienes en el Congreso han intentado avanzar en reformas al fútbol. Ni siquiera lo salvó haber dejado a Luis Patti sin su banca en la Comisión de Peticiones, Poderes y Reglamento.

Juan José Álvarez. Este diputado ha demostrado una elasticidad de posiciones poco vista nunca. Fue funcionario de Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Aníbal Ibarra. Ingresó a la Cámara de la mano de Francisco de Narváez, colgado de la candidatura del peronista Roberto Lavagna, cuando estaba en la fórmula de la UCR. Más que un dirigente, parece una política de Estado. Terminó como armador del kirchnerismo y acompañó a Néstor Kirchner hasta su muerte.

Patricia Fadel. Tampoco imaginó nadie, ni ella, que se quedaría sin nada esta mendocina identificada con uno de los dueños del peronismo de su provincia. La factura del veraz es haber votado en contra del matrimonio del mismo sexo y haber hecho campaña contra ese proyecto. Pero no explica todo, porque Vilma Ibarra estuvo en la vereda de enfrente y le fue mal también, siendo las dos del oficialismo. Es víctima, por arrastre, de la mala fortuna de sus valedores en la interna mendocina.

Silvia Vázquez. Esta radical K, abonada a 6, 7, 8, creyó merecer mejor destino. Se acercó con Cobos al gobierno y nunca se fue. Se enoja ahora con Carlos Zannini, pero la factura parece venir de otro lado: haber patrocinado a un cacique jujeño delegado del Inadi en esa provincia que le hizo un piquete al gobierno frente a la Casa Rosada.

Daniel Katz. Este radical que fue K, se fue con Cobos, pero la evaporación del mendocino lo arrastra a un puesto remoto en la lista de candidatos que hace poco presumible que pueda reelegir.

Miguel Bonasso. Fue un cuentapropista que ejerció dos mandatos identificado con el kirchnerismo, del cual se hizo, con el tiempo, muy crítico. Ha sido de los más activos legisladores en la pelea por proyectos ambientales. Terminó enemistado con el gobierno por la ley de glaciares, pelea que ganó. Desde entonces ya no tenía retorno en ningún escalón del oficialismo.

Ariel Basteiro. Este socialista ha sido viajero frecuente en giras internacionales de los presidentes Kirchner. Sindicalista aeronáutico, quedó siempre del lado del gobierno en los congresos de su partido. La fracción socialista-kirchnerista seguirá teniendo a Jorge Rivas como diputado. Le tendrán que explicar qué hizo mal para que lo dejasen afuera. Pero el veraz nunca responde, sólo ejecuta.

Jorge Obeid. Es un solitario al que el llano no le duele. Vive con ánimo militante, ha votado según sus convicciones. Pertenece al bloque del Peronismo Federal, pero lo respetan de todas las tribus del peronismo. Le reprochan haber estado muy ligado a Carlos Reutemann y cuentas pendientes de la interna del peronismo de Santa Fe. Ha sido dos veces gobernador. Va a seguir siendo importante.

Elisa Carca. Esta diputada de la Coalición Cívica parecía la sombra de Elisa Carrió. Han existido algunas diferencias que zanjó Carca apartándose de cualquier lista con el argumento de que su marido ya es candidato a intendente de San Nicolás.

Octavio Argüello. Es un sindicalista de Camioneros, llamado por sus amigos “El tío” –no lo es del embajador Jorge Argüello, será tío de otros–, que transitó la banca con tranquilidad y silencio. Su lugar en nombre de su jefe –por eso llegó– lo ocupará Facundo Moyano, de los peajes, pero hijo de Hugo.

En esta lista hay que reseñar heridos graves que en cualquier momento pueden pedir los últimos auxilios; han quedado en terapia intermedia porque no están en las listas de candidatos y no tienen tomado un seguro de triunfo en ninguna encuesta. Son dirigentes importantes que juegan todo a algo gaseoso y también pueden irse a su casa:

Oscar Aguad. Este cordobés es el vicepresidente de la Cámara –reemplazó a Ricardo Alfonsín en ese cargo– y antes fue jefe del bloque partidario. Apuesta todo a una candidatura a gobernador de su provincia en una dura pelea con Luis Juez y José Manuel de la Sota.

Silvana Giudici. Estrella de la oposición en el debate de la ley de medios, pelea la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires. Su partido no le paga bien lo que hizo en ese debate; pero nadie le responde.

Adrián Pérez. Otra estrella de la Coalición Cívica; Elisa Carrió ha dicho que podía ser su sucesor. Quiso ser candidato porteño, pero no tenía domicilio. Juega todo a ganar la presidencia en la fórmula de Carrió. Todo un alarde.

Juan Carlos Morán. También pone todas las fichas para la supervivencia en cargos a ganar la gobernación de Buenos Aires en una pelea en la que juegan Daniel Scioli, Francisco de Narváez y Margarita Stolbizer, entre otros.

“Toty” Flores. Tampoco este “arista” renueva la banca y compite por una senaduría contra Aníbal Fernández, Chiche Duhalde, “Pepe” Scioli y otros.

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