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Sociedad

Scalabrini Ortiz contra el imperio

Hace 55 años fallecía el intelectual que en conferencias y en los míticos cuadernos de Forja se convirtió en el gran fiscal de la entrega en la década del 30. Apuntó a la clave del sistema colonial: el ferrocarril, y su mensaje aún tiene vigencia.


El 30 de mayo de 1959 exhala su último suspiro el hombre que supo descubrir la entramada imperialista que sometía al país. Devorado por el cáncer y sumido en una desgarradora tristeza por el rumbo de entrega que retomaba el país bajo la conducción de Frondizi, fallece don Raúl Scalabrini. En sus años de juventud militará en el grupo “Insurrexit”, el cual con su orientación marxista, le brindaría la posibilidad de apreciar la importancia de los factores económicos y sociales en el desarrollo histórico.

Con esas herramientas intelectuales, luego de la crisis capitalista del año 1930, emprenderá la titánica tarea de descubrir la verdadera realidad nacional: a partir de 1932 hundirá profundamente el escalpelo del análisis en la patria vasalla e iniciará la tarea de toda su vida.

Así comenzará la colosal tarea de inventariar las riquezas argentinas y a descubrir quiénes son sus verdaderos dueños, llegando a la conclusión de que los argentinos nada poseían mientras el imperialismo inglés succionaba nuestra jugosa renta, a través del dominio sobre los resortes vitales de nuestra economía: créditos, fletes, seguros, etc.

En 1935 se acercará a Forja y desde allí y el periódico Señales denunciará incansablemente la expoliación imperialista. A través de las conferencias y los cuadernos de Forja, Scalabrini se convertirá en el gran fiscal de la entrega. Pero por sobre todos estos negociados, él apuntará decididamente a la clave del sistema colonial: el ferrocarril. Esos rieles tendidos por el capital extranjero, dirá entonces, son “una inmensa telaraña metálica donde está aprisionada la República”.

Por esos años, se sumerge en la historia nefasta de esos ferrocarriles y paso a paso irá desnudando la verdad: “El instrumento más poderoso de la hegemonía inglesa entre nosotros es el ferrocarril. El arma del ferrocarril es la tarifa”.

Con la tarifa del ferrocarril como arma principal, Inglaterra mantenía a la Argentina en el primitivismo agrario. Con una trama semejante a la de la telaraña, los ingleses expoliaban al país, lo exprimían a través del puerto de Buenos Aires y por allí hacían ingresar los productos manufacturados. Por ese mismo motivo las tarifas se encargaban de impedir cualquier emprendimiento industrial, por más sencillo que fuera, o centralizarlo en Buenos Aires bajo el control de los comerciantes ingleses asentados en esa ciudad. Por todo eso, decía Scalabrini Ortiz: “El ferrocarril sólo es argentino como factor primordial del anti-progreso”.

Allí residía, para él, el verdadero cáncer de nuestra soberanía y en torno a él aseguraba que habían crecido las restantes enfermedades que hundían al país: la moneda y el crédito manejado por la banca extranjera, el estancamiento industrial, la subordinación a barcos, tranvías y restantes servicios públicos extranjeros, la expoliación de los empréstitos, etc.

Cuando el peronismo accede al poder Scalabrini afirmará la imperiosa necesidad de nacionalizar el ferrocarril, ya que “contienen el comienzo de la independencia argentina”, por lo que “ningún progreso será posible mientras ellos permanezcan al extranjero”. Inmediatamente funda “Unión Revolucionaria” y la “Comisión pro nacionalización de los ferrocarriles”, organizaciones con las que lanzará una campaña por la nacionalización de los ferrocarriles.

Sobre el final de los años 40, Scalabrini verá con desazón cómo los hombres de la primera hora del peronismo son desplazados por una nueva camada en la que primaba el arribismo y la obsecuencia. Pero estaba convencido de que “se trata de optar entre el general Perón y Federico Pinedo” y por lo tanto se llamará a silencio y se hundirá en el quehacer privado.

Caído el gobierno peronista, Scalabrini volverá a la lucha, ahora enfrentado a quienes pretenden desandar el camino nacional recorrido por el Movimiento Popular en los 10 años anteriores.

Depositará sus esperanzas y su fe en la dupla Frondizi-Frigerio, pero profundamente decepcionado por el camino hacia la dependencia que va asumiendo el frondicismo en el gobierno, y agobiado por su enfermedad, se refugiará en su biblioteca, donde profundamente entristecido por el rumbo que tomaba el país, será consumido por el cáncer.

En el cementerio, Arturo Jauretche recordará que Scalabrini fue el maestro, el que les permitió pasar del antiimperialismo abstracto al antiimperialismo concreto, descubriendo la verdadera realidad Argentina, como paso previo al intento de transformarla. Por eso concluirá su despedida con estas palabras: “Raúl Scalabrini Ortiz; tú sabes que somos vencedores, vencedores en esta conciencia definitiva que los argentinos han tomado de lo argentino. Por eso hemos venido, más que a despedirte, a decirte: ¡Gracias, Hermano!”.

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