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Vocación y esfuerzo

Santidrián, a un año del adiós

En aniversario de la muerte del fundador de Hoprome y el Crotario, su sobrino, el sacerdote Tomás Castellarín, evoca historias compartidas y habla del carácter y el legado del cura, que incluye la escuela primaria Madre Teresa de Calcuta.


Fue un sacerdote, pero sobre todo un hombre con un gran compromiso social que prefirió encender una luz antes que maldecir la oscuridad. Hoy se cumple un año de la muerte del padre Tomás Santidrián y su sobrino, el cura párroco Tomás Castellarín, lo recordó como una persona conciliadora, bondadosa, y “gran compañero”.

“Siempre tuvo una gran preocupación por lo social, pero también lo hacía desde el punto de vista religioso. Esa hambre de Dios con el que todo ser humano nace trató de satisfacerlo y lo hacía con humanidad. Estuvo donde tenía que estar; dentro de la Iglesia siempre fue íntegro y conciliador. Era como se mostraba y como lo conocía la gente, amable, comprensivo, bondadoso y recto en el sentido de no aceptar el mal, aunque algunos se aprovechaban de su bondad”, rememoró Castellarín.

El párroco de San Antonio de Padua recuerda que en su infancia, los días que su tío tenía libres iba de visita a su casa. Le entusiasmaba jugar con la pelota y de esos partidos evoca que al devolverle una pelota le rompió los anteojos.

“Santidrián era una persona muy reservada. Habíamos ido a pasar unos días a Carcarañá, con mi mamá y mis hermanos a una casa que nos habían prestado. Era en unas vacaciones de invierno y un vecino nos avisó que mi tío tenía que llamar por teléfono a Rosario. Lo hizo y nos dijo que nos teníamos que volver. No nos dijo cuál era el inconveniente: era muy reservado. Después supimos que era un problema con uno de los chicos. Para él eso era lo más importante”, recapituló el cura.

Castellarín recordó que el padre Santidrián se inclinó por la religión porque su mamá Catalina lo llevaba a los hogares de ancianos y de chico “le tomó el gustito” de ayudar a los demás.

“«Con esto y un bizcocho, hasta mañana a las ocho»”, decía, y se iba a dormir. Mucha gente venía a pedirle dinero y le decían que cuando cobraran se lo iban a devolver. Y él les respondía: «Le voy a pedir un favor: si usted me devuelve la plata hagámoslo afuera, así no se cae el techo de la iglesia»”, evoca con una sonrisa el padre Tomás.

Castellarín rememora que en el colegio San Patricio había una guardia y mucha gente esperándolo siempre. “Llegaba de comer con su familia los fines de semana y siempre se encontraba con una cola de gente”, revivió.

De los años que compartió con Santidrián, su sobrino lo considera como un padre y relata que rescata su acompañamiento sin tomar decisiones por él, y el estar cerca siempre ante las adversidades.

“Para las fiestas navideñas nos reuníamos cuando éramos chicos en su casa familiar de Necochea y Ayolas. Él recién estaba ordenado y cuando había alguna dificultad entre los familiares era el único que lograba unirnos tras alguna pelea. Siempre trataba de atemperar con mucha alegría”, describió el cura.

Su sobrino valoró que su legado fue el Crotario, Hoprome y la escuela primaria Madre Teresa de Calcuta, que fundó.

“Lo recuerdo como un hombre bondadoso, tranquilo, mesurado, y siempre hablaba desde la sabiduría que le dio la vida. Llegó a cumplir sesenta años de sacerdocio”, concluyó su sobrino.

Trayectoria y legado

El padre Tomás Santidrián nació el 23 de marzo de 1929 en Rosario. Se crió en el barrio La Tablada y era el séptimo hijo de diez hermanos. El 22 de diciembre de 1951 fue ordenado sacerdote.

Fue párroco de la parroquia San Antonio de Padua, de 1978 a 1987, y capellán del colegio San Patricio, desde 1990 hasta 2011.

Fundó el Hogar de Protección al Menores, Hoprome, una obra a favor de los chicos y adolescentes sin hogar, y el famoso Crotario en los galpones del ferrocarril, donde residían personas descartadas por el sistema social a las que se les brindaba techo, comida, medicamentos y atención espiritual.

Santidrián pasó sus últimos días en una casa de zona oeste conviviendo con personas sin casa, hasta que sufrió un accidente cerebro vascular (ACV).

Santi, como lo llamaban en el cariño, está sepultado en el Seminario San Carlos Borromeo de Capitán Bermúdez, lugar donde sembró su fe.

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