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Santa Fe, la invencible provincia

Por Pablo Yurman.- El 26 de abril de 1815 los pobladores de la provincia ratificaron la elección de Francisco Candioti como gobernador, sacudiéndose de esa manera de la sujeción institucional que durante décadas había mantenido con Buenos Aires.


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El 26 de abril de 1815 el pueblo de Santa Fe ratificó la elección de Francisco Candioti como primer gobernador titular de la provincia, sacudiéndose de esa forma de la sujeción institucional que durante décadas había mantenido con la ciudad de Buenos Aires. Nacía pues la provincia de Santa Fe, cuya caracterización como “invencible” vendría posteriormente para destacar que a pesar de haber sido durante largos años escenario de las guerras civiles, no hubo fuerza armada exterior que pudiera doblegarla en su anhelo por constituirse en provincia autónoma, actuando como puntal del federalismo.

La decisión adoptada por el pueblo de la provincia, ratificando al patriciado santafesino a través del Cabildo de la capital provincial, debe entenderse en el marco de un enfrentamiento que desde hacía algunos años trascendía las fronteras de la provincia y abarcaba todo el territorio de las Provincias Unidas.

En efecto, desde 1814 existía una autoridad nacional residente en la vieja capital del virreinato, Buenos Aires, desempeñada por el Director Supremo, cargo que a partir de enero de 1815 había sido conferido al general Carlos María de Alvear. Como respuesta a las dilaciones en la declaración de la independencia de España había surgido, no obstante, en la otra orilla del Río de la Plata, la figura del caudillo de los orientales, José Gervasio de Artigas. Su figura representaba un anhelo profundo, no canalizado a través de las instituciones desde 1810, y que al deseo de independencia nacional sumaba la forma republicana y federal de gobierno, además de la implementación de una política económica de corte proteccionista.

Los pueblos libres

Sostiene el historiador Vicente Sierra que “Santa Fe estaba lejos de animar en su seno sentimientos autonómicos muy pronunciados. Destaca Manuel Cervera que tanto era así que, enviado en 1814 a gobernar interinamente Santa Fe el coronel Ignacio Álvarez Thomas, supo atraerse a los vecinos, sobre todo después de que Brown logró destruir la escuadrilla española de Montevideo, que tanto perjudicaba al comercio santafesino. Pero Buenos Aires parecía condenada a no entender a los hombres del interior”.

En efecto, Álvarez Thomas mantuvo un trato cordial con los santafesinos respetando en los hechos una autonomía fáctica aunque aún no formalizada, actitud que acaso no sea ajena a que él mismo siendo peruano habría de encabezar junto con otros militares el alzamiento de Fontezuelas (actual Pergamino) contra el poder centralizador del Directorio. En cambio, quien habría de sucederlo en el control de Santa Fe, Eustaquio Díaz Vélez, no sólo se manejó con una altanería que el pueblo de esta provincia ya no toleraría, sino que intentó manejar la realidad provincial como un cuartel con el sólo objeto de frenar el avance de Artigas sobre el Litoral.

Díaz Vélez enfrentaba, por tanto, una situación comprometida: para marzo de aquel año, Artigas y su ejército formado básicamente por el gauchaje oriental y entrerriano estaba a las puertas de ciudad de Santa Fe. Por otro lado, la elite provincial parecía ya haberse decidido por aprovechar la situación para elegir un gobernador sin tutelaje porteño. Finalmente, el intento del interventor porteño por llevar a cabo una leva forzada de gauchos e indios para combatir contra Artigas resultó en un estruendoso fracaso. Díaz Vélez optó por volverse a Buenos Aires.

Con relación a este momento se ha dicho que “lo ocurrido durante los días inmediatamente posteriores a tan aparentemente ‘civilizada’ conclusión de la ocupación porteña, son claves para comprender el curso del proceso. El discurso capitular pasó de los cautelosos y excesivamente respetuosos términos (que sostenía desde cinco años antes) a la acción directa, indicio elocuente de que la elite había estado discutiendo y presionando políticamente para una salida a la complicada posición a la que la había arrastrado su adhesión al gobierno porteño” (Griselda Tarragó y Darío Barriera, “Nueva Historia de Santa Fe).

Candioti gobernador

Ante la huida de las tropas porteñas, el Cabildo de Santa Fe designó al anciano y enfermo Francisco Candioti, de conocida amistad con Artigas, como gobernador de Santa Fe, pero en carácter interino. En sus crónicas relató el vecino Manuel Díez de Andino que “se plantó la bandera de la independencia en medio de la plaza y hubo tres días de iluminación con salvas”. La mentada “bandera de la independencia” no era otra que la que Artigas venía usando en la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y Misiones y que pronto llegaría hasta Córdoba, desafiando el poder central. Se componía de dos franjas azul-celeste y una blanca en el medio, pero con una faja roja cruzada en banda, que en el caso santafesino fue confeccionada por las damas de la sociedad.

El flamante mandatario designó a su vez a Tiburcio Benegas como comandante de la villa del Rosario.

La autonomía de la provincia de Santa Fe respecto de la de Buenos Aires se completaría con la integración de la Liga de los Pueblos Libres que reconocía en Artigas a su Protector, la cual daría en pocos meses, en junio de 1815 un paso institucional decidido al declarar la independencia de estas provincias en el llamado Congreso de Oriente a celebrarse en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, ocasión en la que nuestra provincia sería representada por Pascual Díez de Andino.

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