Ciudad

Rosario ya es mercado para la energía solar

Por Guillermo Correa.- En la ciudad ya se venden en cuotas –y hasta se fabrican– equipos que calientan agua con energía solar. Hay para todo gusto y bolsillo, y en la Universidad Tecnológica está uno para los que no tienen un peso.

Los hay tan baratos que hasta puede fabricarlos cualquiera con un serrucho y un martillo, usando caños de PVC. Los hay tan exquisitos que aún no hay capacidad de fabricarlos enla Argentina, y vienen de afuera con tubos de vacío de vidrio prácticamente irrompible. Los hay tan convenientes que pueden abastecer de agua caliente durante casi todo el año a familias que no tienen ni gas ni electricidad. Pero no los usa nadie. O casi: lentamente los termotanques y calefones a energía solar, que de ellos se trata, están comenzando a atraer cada vez más miradas de pueblos enteros en la provincia. No sólo porque pueden dar una solución en zonas rurales aisladas que jamás tuvieron acceso, sino también a vecinos de grandes ciudades que tienen alto poder adquisitivo y ven la posibilidad de aumentarlo: a su alcance tienen una forma “limpia” de colaborar con el medio ambiente y, por supuesto, de ahorrar todavía más dinero. Todos esos equipos, y otros que siguen llegando al país como novedad –como las luces para jardines que cargan de día y se encienden solas de noche, que ahora ya no son sólo demarcatorias sino que iluminan en serio– podrán ser vistos, tocados y probados hoy desde las 10 en Wheelwright y Presidente Roca: allí, junto al río, se hará Rosario Solar 2011, la tercera muestra anual demostrativa de equipos solares.

“Las exposiciones solares que hemos estado haciendo estos años han ayudado a mostrar que hay tecnología disponible, que hay empresas que pueden fabricar y vender. Y la gente en esas exposiciones pudo ver que estos equipos existen, tocarlos, saber cómo funciona una cocina solar, un horno solar, un calefón solar, un panel fotovoltaico. Entonces eso mueve todo el debate de la sociedad en su conjunto. Y finalmente todo se suma a que es una perspectiva que está avanzando a nivel mundial: cualquiera ya lo puede ver en la televisión, en noticias, en documentales”, cuenta el ingeniero Pablo Bertinat.

El investigador es una de las caras visibles del Laboratorio de Energía y Sustentabilidad dela Universidad TecnológicaNacional de Rosario. Allí, además de Bertinat, trabajan otros tres docentes con dedicación exclusiva, todos ingenieros, y una decena de becarios que incluye, por ejemplo, un economista y una psicóloga: es que todo el equipo trabaja en divulgación científica de energías limpias, en pruebas y recomendaciones sobre equipos de calentamiento de agua a energía solar y hasta en la construcción de calefones solares baratos, al alcance de familias que habitan en casas rurales aisladas o en viviendas que se amontonan en la periferia de las grandes ciudades.

Ahora mismo, relata Bertinat, están en medio de un curso que llevan adelante junto al Inta dela Nacióny Agricultura Urbana dela Municipalidad: 20 miembros de familias de barrios pobres construyeron el calefón a energía solar que está delante suyo. “No lo hicimos nosotros: se fabricó ahí. El diseño es dela UTNdeLa Plata. Elcierre del curso es montarlo en la terraza dela Facultad, probar su eficiencia y después donarlo a una entidad de bien público”, cuenta.

Bertinat también explica que durante el taller se trabajó también en el desarrollo de manuales para autoconstrucción de hornos y calefones solares, que ayudarán a replicar la experiencia. Y no es la única: “Se suma a otros hitos que se han visto en estos últimos años: nosotros desdela Facultadhemos ayudado a la provincia a incorporar agua caliente solar en dos hospitales públicos que están en construcción, uno en Las Parejas y otro en Las Toscas. Hay otro proyecto que estamos llevando adelante conla Secretaríade Ciencia y Tecnología de Santa Fe de incorporación de más de cien calefones solares en Villa Ocampo. Son piezas que se están fabricando en la provincia y que estamos ayudando a desarrollar como proyecto”.

Para el investigador, no sólo se trata de un avance, sino más bien de subir una escalera, en el que cada paso se monta sobre los demás. “Lo que se nota es un nivel de maduración y de avance en la incorporación de este tipo de equipamiento –dice Bertinat–. Nosotros presentamos en 2005 el primer proyecto de «ordenanza solar» para Rosario, que es el que se aprobó este año. Demoró seis años, pero yo diría que los cambios en ese lapso han sido muy grandes, tanto en cuanto a conocimiento sobre la temática, maduración de condiciones empresarias –que haya gente que se embarque en fabricar y en vender equipamiento porque es evidente que está arrancando un nuevo mercado vinculado a la energía solar– y la aprobación misma de la ordenanza, que obliga a que todos los edificios públicos nuevos en Rosario tengan agua caliente solar. Seguramente este va hacer un gran incentivo, porque la obra pública va a tener que incorporar estas cosas y comprar equipamiento. Y la misma norma tiene una cláusula de compre local, que intenta que haya un desarrollo en la fabricación y en la instalación, lo cual significa empleo”, se entusiasma el ingeniero.

Pero en lo que dice puede haber un tropezón: la mayoría de los equipos que se venden en Rosario parecen ser accesibles sólo para personas con alto poder adquisitivo, cuando la problemática del agua caliente impacta especialmente a sectores empobrecidos. ¿Serían los principales destinatarios de esta tecnología los que menos puedan acceder a ella?

“Lo que movilizó los trabajos con la provincia fue un estudio que hicimos hace dos años junto al Taller Ecologista Rosario”, corrige y detalla el investigador. “Analizamos cuántas localidades de la provincia de Santa Fe no tenían gas natural, y ahí encontramos que más de 270 –en total son menos de 400– no tienen. En general son localidades medianas y chicas, y en ellas viven unas 200 mil familias. De esas 200 mil familias, la mitad podría comprar un calefón solar y la mitad no. Pero todas esas familias están calentando agua o con gas envasado –lo que les cuesta muy caro– o con electricidad –más caro todavía– o no calientan agua. En esas localidades, la incorporación de un equipo comprado de calentamiento de agua se amortiza en tres años: a partir de ahí, hay ahorro neto. Con eso, la dificultad mayor pasa a ser la inversión, y creemos que sería necesario algún trabajo por parte del Estado para facilitar créditos blandos, algún tipo de facilidades”.

Bertinat cuenta que en el mismo estudio se analizó qué impacto podría tener una “política solar” en cuanto al crecimiento del empleo, “tanto para fabricar los equipos en la región como para instalarlos”, y en definitiva cómo se movería la economía local. Y dice que mucho. “La experiencia que estamos haciendo en Villa Ocampo tiene esa idea, es decir, gestar emprendimientos locales que puedan fabricar para los consumidores de la provincia, para el Estado y para quien sea. De igual modo, haría falta una actitud más proactiva del Estado para poder facilitar este rubro”, completa.

“Por supuesto queda una franja –reconoce enseguida– que de ningún modo podría acceder a comprar un equipo de estos: allí habría que ver qué otro tipo de acción del Estado podría desarrollarse. Pero, mientras tanto, algunos parches tenemos: estamos dando cursos de autoconstrucción de equipos muy baratos. Pero convengamos que son parches: nos permite mejorar la calidad de vida de alguna gente hasta tanto se pueda resolver de otra manera. Van a tener agua caliente que no tenían y con poca inversión, sí, pero lo ideal sería que tengan equipos de buena calidad que funcionen mejor”, se sincera Bertinat.

El investigador y docente señala un equipo de indudable manufactura casera: es una caja de madera, revestida por dentro con papel de aluminio para que refleje la radiación solar “creando efecto invernadero”. Dentro de esa cámara de calor, el agua circula por una red de caños: son de PVC negro y están, literalmente, atados con alambre. Confirma la certeza del ingeniero: gracias a ese diseño, con unos pocos elementos, un par de herramientas y no muchas horas de trabajo, una familia que jamás tuvo agua caliente podría acceder a ella.

Pero el equipo no tiene punto de comparación con los termotanques que exhibe, por ejemplo, la firma E-Cológica: dos sistemas con tubos de vacío contra los que Roberto Ramacciotti golpea con fuerza su anillo de matrimonio para demostrar que ni el granizo fuerte les haría mella.

No sólo parecen “de lujo”, como suele decir un chef mediterráneo al mostrar lo que enseña a cocinar por televisión: el “no ingeniero” –se define así porque le faltó rendir un par de materias de la carrera de química– remarca una y otra vez que los equipos que vende junto con sus socios son además “autónomos”. Y explica, palabras más, palabras menos, que si un vecino de barrio de casas bajas instala uno en su terraza puede tirar su calefón de gas a la basura, si quiere.

Aunque los equipos que comercializa la firma tienen tubos de vidrio fabricados en Alemania, tanques de acero fabricados en China y son ensamblados en Estados Unidos, Ramacciotti dice que ellos, desde Rosario, fueron “los primeros” en confeccionar manuales de uso, dictar talleres de capacitación en instalación para plomeros y en realizar todas las pruebas de

laboratorio con sus curvas de eficacia en distintas condiciones climáticas. Concluye que el equipo asegura tener agua a aproximadamente 80 grados centígrados en cualquier momento del día y de la noche durante al menos 330 de los 365 días del año. “Al menos”, insiste, ya que los equipos trabajan con radiación solar, y su eficacia cae sólo cuando el Sol no está: si el día está nublado, se aprovecha igual. E insiste en que dentro del termotanque la temperatura del agua permanece casi sin variaciones durante 48 horas: en todo caso se sobredimensiona la instalación, se garantiza el año completo con agua caliente.

Tan seguros están de lo que venden que ya tienen un plan de pagos: un termotanque solar para una familia tipo se puede comprar en seis cuotas, y no hay que hacer prácticamente nada para conectarlo en una casa que ya cuenta con la instalación “tradicional” de calefón o termotanque. Claro está, con más plata, se pueden hacer maravillas: muestra una instalación tipo, con calefón solar en terraza exterior y termotanque interior de mayor capacidad, una instalación “mixta” que incluye un circuito con radiadores para calefacción y hasta la representación de una instalación solar para climatización de agua de piletas, con y sin bomba. ¿Qué tal?

“Y ya hay aire acondicionado a energía solar. No lo tenemos, pero hay”, sorprenden sus socios Fernando Todisco y José Di Croce. “Funciona con un circuito refrigerante como el de una heladera a gas o a querosén”, explican.

Es evidente que la universidad pública y la empresa privada apuntan a sectores distintos. Pero de igual modo, unos y otros imaginan el mismo escenario: tanto para el investigador dela UTNcomo para los empresarios “ecologistas” –algunos de ellos realmente lo son–, la utilización de la energía solar en reemplazo de los combustibles fósiles es un futuro que por obligación transitará no sólola Argentina, sino todo el planeta. Y para ellos, cuanto antes, mejor.

“Hay experiencias en muchos lugares”, remarca Bertinat. En Chile, por ejemplo, hay una ley que establece un subsidio escalonado en función del valor de la vivienda: para las de muy bajos recursos establece un subsidio completo, es decir de casi el cien por ciento del valor de un calefón solar. Es que esto reditúa en menor importación de gas. En nuestro país podríamos también hacer esa ecuación”.

Bertinat recuerda que además de las 270 localidades santafesinas que no tienen gas natural, “hay un sinnúmero de localidades que tienen gas, donde vive mucha gente que no lo tiene”.

“O porque no llega la red, o porque la plata para hacer la instalación, o porque las condiciones de la vivienda no lo permiten: por ejemplo un ambiente único no puede tener gas natural porque el Enargás no lo aprueba”, completa. En ese escenario, el investigador remarca que el Estado “debería pensar en una ecuación país” sobre energía solar. “El precio del gas natural es bajo porque tiene un nivel de subsidios muy alto. Y eso significa un gasto de plata sin ninguna perspectiva de cambio. Si pudiera haber políticas para, en vez de subsidiar el consumo, subsidiar algún tipo de equipamiento que disminuya la utilización del gas, permitiría que a largo plazo haya un impacto en la balanza de pagos por la menor importación de gas”, concluye.

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