Edición Impresa

Conversaciones

Rescatan la banda de sonido de la militancia montonera

Uno de sus autores habla del libro que describe al grupo Huerque Mapu, cuyo cancionero exaltaba la lucha contra la opresión.

“Mirá, a las cinco de la tarde tenés que estar en la confitería de Santa Fe y Thames. Cuando llegues, poné sobre la mesa un paquete de pastillas Renomé y un ejemplar del diario Crónica doblado en cuatro y esperá a que un compañero tome contacto con vos. Te va a interesar”, dijo la voz al teléfono a Nicolás Casullo, quien entonces era secretario de la Dirección de Comunicaciones Sociales, en plena “Primavera camporista”, octubre de 1973. En el encuentro, el propio Mario Firmenich (el más importante dirigente de Montoneros) le hizo una propuesta cultural: “Queremos armar un disco en el que se cuente la historia de nuestras luchas contra la dictadura y todo el proceso que culminó con la vuelta de Perón. La idea es que sea un trabajo muy cuidado, con buen nivel estético”. La cúpula montonera estaba entusiasmada con canciones ácratas italianas o de la Guerra Civil Española que “llenen de entusiasmo” y pertenezcan a la Nueva Trova folclórica. Casullo salió de la reunión con la idea de darle el trabajo a una banda folclórica que estaba en ascenso: los Huerque Mapu.

“Nos topamos con una historia que nos resultó tan atrapante como desconocida. Consultamos con viejos militantes y habían perdido el rastro del grupo a pesar de haber amado su música. Nuestra generación no tenía idea de quiénes eran los Huerque. Creímos que unos tenían que saber qué había pasado y otros tenían que conocer la historia completa”, explica Ariel Zak en una entrevista con El Ciudadano al responder por qué había escrito junto a Tamara Smerling el libro Un fusil y una canción. La historia secreta de Huerque Mapu, la banda que grabó el disco oficial de Montoneros.

Los mensajeros de la tierra

El conjunto formado por Hebe Rosell (hermana de Andrés y Javier Calamaro), Naldo Labrín, Lucio Navarro, Ricardo Munich y Tacún Lazarte, artistas formados en la música clásica, en la tradición de canciones de izquierda o surgidos de sectores populares que pudieron conocer altas expresiones de la música, dio sus primeros pasos en 1972 con una idea de Juan “Chango” Sosa y Labrín (quienes se conocieron a través de Juan “Tata” Cedrón) quienes barajaron la posibilidad de formar un grupo con “compromiso político”. Así fue que fueron reclutando músicos y tuvieron su debut en la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires acompañando a los obreros de Sitrac-Sitram y exclamando un grito de rabia y dolor  porque, ese mismo 22 agosto de 1972, la dictadura militar de Alejandro Lanusse había matado a sangre fría a los presos políticos de Trelew. Desde esa noche, se forjó en ellos la convicción musical y política.

Posteriormente, se comenzó a tallar la performance del grupo a lo largo de recitales en peñas o prestando solidaridad en distintos conflictos, incluso desde su discutido nombre, Huerque Mapu, que significa “Los mensajeros de la tierra”.

“Fueron parte de un intento de revolución cultural que incluyó actores, músicos, escritores. Dieron una de las tantas batallas. Eran militantes de causas latinoamericanas y vieron, en el contacto con Montoneros, la posibilidad de levantar y dar visibilidad a muchas de sus banderas. Era un compromiso estrictamente político-cultural”, opina Zak sobre el balance cultural de la agrupación.

Cantata Montonera

En mayo de 1973, Huerque Mapu tiene su presentación oficial en el teatro Payró y desde entonces ya es claro su acercamiento a la agrupación política Montoneros para quienes realizará un álbum llamado Montoneros y también conocido como Cantata Montonera. Con ese material al frente de su producción, el grupo realizará una presentación en el Luna Park. “Puede decirse sin lugar a equivocaciones que la presentación en el Luna Park el 28 de diciembre de 1973, de la cantata de Huerque Mapu sobre Montoneros y la Resistencia Peronista, es el último acto de masas partidario donde la euforia, la alegría y el entusiasmo reinante, registraron decibeles récord”, recuerda Roberto Baschetti al comienzo del libro.

“Son parte de la expresión cultural de una época en la que cultura y política tuvieron fuertes relaciones y fuertes tensiones. La época en la que los Huerque Mapu alcanzaron su auge fue única. Ningún tiempo vuelve”, subraya Ariel Zak.

Voces en el exilio

“Cada uno de los músicos tuvo una experiencia distinta en el exilio. El denominador común es la ruptura, el triste final de una época que tuvo tanto que ver con su capacidad como artistas como con el contexto político en el que surgieron. Los Huerque Mapu no hubieran podido aparecer en otro contexto. A cada músico el exilio le deparó otra historia: algunos lograron vivir de la música, otros trabajaron en política cultural y también están los que tuvieron que ganarse la vida de otra forma”, sostiene Zak. La última dictadura militar termina por forzar la salida de los músicos del país. La mayor parte de ellos recalaron en España, y Labrín en México. En la península ibérica, los Huerque entran en contacto con otros músicos latinoamericanos en el exilio, como Alfredo Zitarrosa por ejemplo. En ese contexto, Smerling y Zak narran, incluyendo también las propias voces de los protagonistas, las vicisitudes del grupo lejos de su hogar, de la angustia que les produjo el desarraigo pero también de las energías que se procuraron para continuar componiendo música y tocando para sentirse vivos.

Las canciones que sintetizan un período

“Llegó la hora, llegó ya compañero/ la larga guerra por la liberación/ Patria en cenizas, patria del hombre nuevo/ nació una noche de pueblo montonero/ fecundó en tierra y ardió en revolución. Es montonero, el grito es peronismo/ es la esperanza, tenemos que luchar/ Es montonero el pueblo, el pueblo es el camino”. La letra de la canción “Montoneros” expresa –sin disimulos, subrayan los autores– el mensaje de Huerque Mapu y sintetizan la expresión de un período. “Una canción puede despertar conciencias y una bala puede apagarlas”, describió la experiencia recogida luego en diversas expresiones. Los Mapu se volvieron a reunir en agosto de 2003, a más de treinta años de su primera aparición, aunque con diferente formación. El libro Un fusil y una canción… sintetiza la expresión de ese momento, a la vez que revela los recorridos personales de jóvenes músicos y militantes quienes a partir de sus tradiciones y sus posibilidades de haber alcanzado planos elevados del arte musical, decidieron ser parte de una expresión comprometida. El precio fue el exilio, que se transformó en otro capítulo de resistencia y creación cultural, como demuestra el libro.

Comentarios

10