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Reposo, Hegel y la dialéctica

La renuncia a la postulación de procurador general de la Nación de Daniel Reposo marca un antes y un después en la historia del relato kirchnerista.

La renuncia a la postulación de procurador general de la Nación de Daniel Reposo marca un antes y un después en la historia del relato kirchnerista. Ni siquiera la derrota de la resolución 125 en el Senado de la Nación presidido por Julio Cobos tuvo el impacto hacia adentro que ha provocado la dimisión pronunciada, en excesivo tono barroco, en cuatro cartas leídas (sin gran talento) por el vocero de la presidenta. Porque el cambio es endógeno y profundo: desde lo interno hacia fuera del gobierno y no a la inversa.

Cristina Kirchner supo definirse como hegeliana pura en ocasión de un Congreso de filosofía celebrado en San Juan, allá por 2007. José Pablo Feinmann suele ser indicado como el pensador de cabecera de este gobierno, y en un curso apasionante que se impartía hace ya tiempo en el club Armenio de Buenos Aires, y que daría nacimiento a un gran libro (La filosofía y el barro de la Historia), explicaba con llaneza a este filósofo alemán.

Recuerdo haber tomado nota de dichas clases en un cuaderno que aún conservo y que fui a buscar ni bien conocimos la dimisión de Daniel Reposo. Allí leo: “Con Hegel entra la historia en la filosofía. Allí aparecen las preguntas de cómo es posible lo histórico o por qué hay historia. Y en ese desarrollo se tipifica el devenir del conflicto. No hay historia sin conflicto. No hay historia sin dialéctica. Las cosas se desenvuelven porque entran en conflicto”.

El jueves pasado, el titular del bloque de senadores del Frente para la Victoria le informó al vicepresidente de la Nación que era definitiva la imposibilidad de conseguir los votos que consagraran al propuesto como procurador de la Nación. Amado Boudou le notificó a la presidenta de esto en la Quinta de Olivos. Cristina ha debido de sentir que el conflicto propuesto por ella se acercaba peligrosamente a la derrota. Una “guerra” iniciada por ella no podía admitir semejante tropiezo.

Sigo leyendo de mi cuaderno: “La dialéctica hegeliana es la base de la explicación histórica. El enfrentamiento. Hegel plantea el problema de la dialéctica, este enfrentamiento, entre el amo y el esclavo, como un choque de conciencias. Lo que diferencia al hombre es poseer una conciencia del deseo. El deseo del animal, en cambio, es el deseo por las cosas. El deseo del hombre es el deseo del deseo. El animal está inserto en la coseidad. Mi deseo es el deseo del deseo del otro. Desear me constituye en un ser humano. En realidad, al desear el deseo del otro, lo que estoy persiguiendo es que aquél me reconozca como superior y como el que domina. Esto es una lucha feroz de deseos, intentando someter el deseo del otro a mi deseo”.

Daniel Reposo no tenía antecedentes para semejante cargo, que implica representar la acción jurídica en nombre de toda la sociedad de instar procesos que garanticen el cumplimiento más cabal del derecho. El tropiezo en la mendacidad de sus pergaminos debió descabezar toda chance de aspiración. ¿A quién se le ocurre que alguien que no dice desembozadamente la verdad no va a continuar en ese camino desde la Procuración? Sin embargo, el deseo de someter conciencias, costase lo que costase, hizo que el gobierno lo sometiera al postulante al indecoroso papel de la audiencia pública en el Senado en donde, entre soplones de datos y titubeos propios, se mancilló para siempre el concepto profesional sobre este hombre que muchos reputan como una buena persona.

Sigo leyendo del curso de Feinmann: “Hay una lucha a muerte de conciencias enfrentadas que desean el deseo del otro para que se me sometan y los domine. La conciencia que se somete abjura de su derecho a desear. Y pierde mucho más el que tiene miedo a morir. Se aleja de la conciencia humana y se hace cosa. Desea cosas temporales, tangibles. Lo que va a morir en nosotros es el cuerpo, una cosa al fin. El miedo me une a la coseidad y a lo natural. Aquél que se constituye en amo no tiene miedo a morir. El amo es amo porque por encima del miedo a morir posee el deseo de ser reconocido. El miedo me une a la cosa, a la naturalidad animal. Por un lado, el amo deseante de conciencias, y por el otro el esclavo que desea cosas, provocan el conflicto y se constituyen en las dos figuras que motorizan la historia”.

Llamó la atención la rápida difusión que tuvieron las posiciones de los senadores peronistas de Santa Fe. Carlos Reutemann, como se dijo hace dos semanas en esta misma columna, tenía redactado su voto negativo. Roxana Latorre, que suele acompañar casi siempre al kirchnerismo, dijo que “como se vota con la mano y con la cola” (sic) se sentaría en la sesión pero para abstenerse. En este último caso, sobre todo, se muestra cuán disparatado y obcecado era el enfrentamiento propuesto por el gobierno.

Aún vale la pena leer algo más del curso de Feinmann: “El esclavo hace la historia. El amo goza ociosamente. Esto hace que el amo sienta una frustración que lo angustia. Porque el amo buscaba ser reconocido por otra conciencia, por un par, pero no por un esclavo. Una vez que el amo logra someter al esclavo, ya lo desprecia. No es un par. El amo no teme; se angustia. Esa desazón hace que el amo permanezca en soledad y esa soledad lo lleva a sentir la angustia de la nada. El no sentido de la historia. El miedo es miedo a algo. La angustia no se fija en algo, sino que es la totalidad entendida como la nada. Si yo deseo conciencias, deseo nada. El esclavo, que desea cosas, hace la historia. La historia es la historia del esclavo. La historia y el sujeto son lo mismo. El sujeto hace y piensa la historia. Ser y pensar son lo mismo. Todo lo racional es real y todo lo real es racional. La historia de la humanidad es un concepto realizado y una realidad concebida racionalmente. La dialéctica hegeliana no es un método. Es una realidad de la historia. Una tesis a la que se le opone una antítesis y de ese enfrentamiento nace una síntesis superadora que toma de ambos opuestos. Esa es la dialéctica hegeliana. Lo que la dialéctica le da a la historia es la certeza del devenir necesariamente racional y encadenado con un motivo. La dialéctica tiene tres momentos: la negación, la afirmación y la negación de la negación. Esto último, la síntesis, la negación de la negación. Es superar conservando, en concreto, no abstracto”.

Cuando el vocero Alfredo Scoccimarro anunció el jueves a las 22.39 que Daniel Reposo renunciaba a ser procurador general fue inevitable recordar la proclamada pertenencia de la presidenta a la visión de Hegel, la dialéctica del enfrentamiento y la angustia de soledad que provoca que quien nos rodea se someta indiscriminadamente a nuestros deseos.

Enfrentamiento, soledad, angustia. Escrito hacia 1807. Leído en junio de 2012.

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