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Récord Guinness para la galería de arte del Aconcagua

Se instala allí desde hace ocho veranos. Esta vez recibió el reconocimiento por ser la más alta del mundo.

La galería de arte que desde hace ocho veranos se instala en las alturas del Aconcagua exhibe esta temporada su flamante diploma de Récord Guinness, por ser la más alta del mundo, y recibe a los andinistas con una nueva fachada con palmeras y césped, por supuesto artificiales. Se trata de la carpa Nautilus, a 4.300 metros de altitud en el refugio Plaza de Mulas, donde los andinistas hacen su última parada antes de la escalada final hacia la cumbre más alta de América, a casi 7.000 metros sobre el nivel del mar.

Esta estructura parece un oasis en medio de la dureza y la monocromía de la nieve andina, ya que en la entrada resalta el verde de las palmeras y el pasto sintético, sobre el cual se ven varias reposeras y a veces a su dueño, Miguel Doura, tomando sol, como si se tratara de un solarium veraniego.

“Hoy es un día excepcional, tenemos 10 grados, con 8 de sensación térmica y sin viento, cuando lo normal es cerca de los 2 grados y nieve; eso sí, hay muchísima radiación ultravioleta”, contó anteayer –por teléfono desde las alturas– este artista plástico porteño, formado en la escuela Prilidiano Pueyrredón.

Y sobre su certificado Guinness, confesó que muchos de quienes pasaban por el lugar le sugerían que se presentara al célebre Libro de los Récords, ya que estaban seguros de que era la más alta del mundo. “Pero en primera instancia, me parecía medio cholulo hacer eso”, confesó.

“Pero por otro lado –continuó– era un certificado internacional… Entonces, me contacté vía mail, les mandé material para que chequearan lo dicho, y luego varios fax y correos. Y cuando pensé que ya se habían olvidado, recibí un mail para que confirme mis datos personales porque tenía aprobado en un 90 por ciento el récord”, se entusiasmó.

Así, a mediados de noviembre último, “un par de semanas antes de subir”, tuvo el reconocimiento: “Recibo un sobre con el certificado y una nota diciendo que me felicitaban por pasar a formar parte del selecto club de personas con récords”.

Sobre la decoración de la carpa comentó que se le ocurrió “hace dos temporadas”.

“Traje una palmera de plástico, que junto con un par de metros cuadrados de pasto que subí permiten a los ojos disfrutar de una imagen completamente exótica, rodeados de montañas nevadas y sin otro verde a varios kilómetros a la redonda”, detalló.

“Aquí también tengo instalada una cámara web que envía imagen del campamento en tiempo real cada tres minutos a mi sitio –no comercial– www.aconcaguanow.com. Aquí se reciben mensajes de todo el mundo y también hay información meteorológica”, agregó.

Dentro de la carpa, Doura tiene colgadas obras propias relacionadas con el Aconcagua, “mucho en color (pastel al óleo), óleo y grafito”, precisó, realizadas en la montaña, en su taller del barrio porteño de San Telmo o en su segunda residencia de Mar de las Pampas, en la costa bonaerense.

“Entre ellos se encuentra uno que realicé en la cumbre hace un par de años atrás… A decir verdad, había realizado otro también en la cumbre, pero se lo vendí a un coleccionista chino”, relata el artista.

“Aquí, en mi mesa de trabajo, tengo colgadas reproducciones de Rembrandt, Matisse, Van Gogh, Kandinsky, Gauguin, Munch, que traje de un reciente viaje a Holanda, a donde fui invitado”, contó.

Un planisferio, en el que la Patagonia está arriba y Groenlandia abajo, cuelga en una de las paredes, y sobre esto acotó, divertido: “Muchos se quedan mirándolo y yo les comento que en el espacio no hay arriba ni abajo, son sólo convenciones”.

Por supuesto, también exhibe el certificado que le dio el Libro Guinness, del que dice que “muchísma gente se asombra y le saca fotos, al igual que a la galería, lo ven como algo completamente exótico, fuera de la realidad que los rodea”.

Sobre los días que pasa en la altura desde hace ocho años entre principios de diciembre y fines de febrero, sostuvo: “Estar aquí arriba te permite conocer y charlar con gente de muy diferentes partes del planeta, el lenguaje es el inglés, ya sea el de Cambridge o el de La Salada”.

“Las noches –continuó– son muy estrelladas y con estrellas fugaces, pero con la luna llena todo se ilumina casi como de día, con largas sombras”.

“En el refugio los días transcurren en función de la meterología, casi nunca sabemos qué día de la semana es, pero sí sabemos cuándo viene una tormenta o si va a levantar viento; somos muchos los que venimos y nos reencontramos cada temporada y nos saludamos como si hiciera sólo un par de semanas que no nos viéramos”, describió.

Y se refirió a ese ambiente como “un gran barco con marineros de diferentes partes del país: Salta, Tandil, Mar del Plata, Mendoza, Bariloche, Córdoba, El Bolsón, Capital”.

“En general –concluyó el artista– todos saben que al fin del viaje, cuando termine la temporada, va a haber alguien esperándonos abajo. En mi caso, Katy, mi mujer, que en realidad siempre está acá conmigo”.

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