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Opinión

Realidad distorsionada

¿Y ahora? Américo Gallego se fue y hay un culpable menos. El Tolo no logró su cometido: realzar la imagen de un equipo que hace tiempo no contagia a su gente. Y tampoco pudo desterrar el fantasma de Gerardo Martino con el que lidiaron todos los sucesores del Tata.


¿Y ahora? Américo Gallego se fue y hay un culpable menos. El Tolo no logró su cometido: realzar la imagen de un equipo que hace tiempo no contagia a su gente. Y tampoco pudo desterrar el fantasma de Gerardo Martino con el que lidiaron todos los sucesores del Tata.

A dos años de su partida, aún se sigue esperando que el equipo juegue como aquel. Y está claro que lo que logró el Tata fue único. Quizás haya sido la convicción con la que se paró frente al plantel el primer día. O el manejo de grupo. O la espalda que tenía con la gente y que le daba otro margen de maniobra. O quizás haya sido responsabilidad absoluta de los jugadores. Lo cierto es que encontró la forma adecuada de sacar lo mejor de ese plantel. Ese fue su mérito.

Después nada se le igualó. La vara estaba alta, como dicen todos. Y las expectativas siguen siendo las mismas. Se espera un equipo protagonista en todo momento cuando hace dos años que sólo se suman frustraciones. Se aguarda rendimientos altísimos de jugadores que sólo brillaron con Martino. Y que hoy dejan la sensación que este es su verdadero nivel.

¿Qué tipo de técnico debe buscar la dirigencia? Uno que haga un diagnóstico preciso de lo que tiene y de lo que falta para potenciar el plantel y acercarse a aquello que generó Martino. Pero sin pretender que sea lo mismo. Porque lo que hizo el Tata sólo lo puede hacer el Tata.

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