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“Queremos tocar música para modificar la realidad”

Por Paola Cándido.- La banda El Triángulo viaja hoy a San Martín de los Andes para participar del III Encuentro de Orquestas.


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Los chicos golpean el pupitre, se les caen las hojas de las partituras, hablan, discuten, ensayan, van y vienen. Algunos desoyen el pedido de los profesores de tomar asiento, mientras otros no dejan de ensayar, ni siquiera fuera del salón. Pero bastó que Evangelina Gaído, la directora de la orquesta, los llame a silencio para que cada uno de ellos corra a su instrumento, lo abrace con cuidado –con gestos concentrados– tome su arco y lo pose sobre las cuerdas de sus violas, violines, contrabajos y violencellos. Ellos son sólo algunos de los 100 chicos que tienen entre 8 y 20 años e integran la orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil “El Triángulo”, que todas las semanas ensayan en la escuela Nº 518 Fray Mamerto Esquiú, de Garay 5401.

Si bien la orquesta está compuesta por un centenar de chicos, 60 de ellos parten hoy a San Martín de los Andes para participar del III Encuentro de Orquestas. “Queremos tocar para cambiar la realidad. La orquesta está para eso, para hacerles un puente a los chicos. Hoy tenemos 200 chicos en lista de espera que quieren entrar a la orquesta”, afirmó la directora.

— ¿Cuándo nació la orquesta?

— La orquesta surgió en 2004 a través de una gestión de profesores, de movimientos del barrio. Queríamos formar algo a largo plazo para que los chicos no estuvieran en la calle. Y la escuela nos abrió los brazos en un momento difícil, ya que ensayamos fuera del horario escolar, todos los días de 18 a 20.30. Consideramos que este proyecto aporta a la vida de los pibes. Queremos tocar para cambiar la realidad, ese es nuestro lema.

— ¿Es una forma de educación inclusiva?

— Hacemos música con la posibilidad de transformarnos, es un proyecto colectivo donde todos somos parte, todos somos importantes. Compartir es fundamental. No sólo se comparten partituras, momentos, acá no salen estrellitas ni grandes frustrados. Si el chico elige la música como herramienta de vida, se la vamos a dar. Caso contrario, también aporta a su vida porque fue protagonista de un hecho colectivo. Todos somos parte de todos. Además la orquesta tiene un reconocimiento legitimado con la gente.

— ¿Cuántas personas componen la orquesta?

— Hay 100 chicos, 13 profesores, y una comisión de papás que se encarga de preparar la merienda, cuidar en los recreos, organizar las salidas, entre otras cosas. El tomar el proyecto en sus manos, y en definitiva la educación de sus hijos, también caló muy hondo en sus propias subjetividades, muchos de ellos retomaron la escuela, o comenzaron a aprender guitarra, piano, etc.

— ¿Vienen chicos de otros barrios?

— Sí, algunos hay. Con la gran desocupación que hubo hace años atrás, comenzaron a crearse esuelas en los barrios porque los padres de los chicos no podían pagarles el transporte. Fue bueno. Pero en definitiva, el chico transitó desde los cuatro años hasta los 18 en un barrio y no tuvieron la posibilidad de contactarse con chicos de otros barrios, de otras religiones, de otras clases sociales, de otras culturas. Y la orquesta está para eso, para hacerles un puente. Hay 200 chicos en lista de espera para entrar a la orquesta.

— ¿Qué lazos se crearon con los vecinos?

— El barrio es peligroso y nos cuidamos mutuamente, tanto los que tienen negocios y los que están en sus respectivas casas. Cuando terminamos de ensayar nos dejan las luces prendidas, y recién ahí cierran los negocios. Algunos abren sus ventanas para escucharnos. Es importante llegar a un barrio y sentirse querido. Para nosotros no es el eje la inseguridad, es la herramienta de transformación. Tenemos cuidado, pero no vivimos con temor.

— ¿Alguna experiencia que tuvo en la orquesta?

— El primer concierto. Eran 60 chicos y 15 instrumentos –que fueron en un Fiat 600– y decíamos que éramos una orquesta rotativa, sabíamos dos canciones y las tocamos cuatro veces. No se escuchaba mucho por el murmullo de los padres, estaban felices y asombrados. Yo estaba dirigiendo y se escuchaba: “Mirá Brisa, cómo toca, mira la carita”. Eran comentarios más fuertes que la música. Los chicos estaban felices, pero me dieron más ternura los papás.

— ¿Qué expectativas tienen con el viaje a San Martín de los Andes?

— Va a ser un encuentro precioso, tanto para los chicos como para nosotros. Queremos compartir experiencias, que los chicos tengan intercambios culturales y musicales, que conozcan otras ciudades y que salgan fortalecidos. Tuvimos la solidaridad de la gente, subsidios, pero una gran parte fue autogestionada. Sentimos que todo es posible, real y concreto y nos vamos transformando en este camino.

— ¿Cuál es la enseñanza de la orquesta?

— Somos parte de un  todo y somos todos  importantes. Si no nos salvamos entre todos, no se salva ninguno. Los chicos más grandes ayudan a los profes con los más chiquitos. Los padres vienen mucho tiempo. Todo está teñido de lo colectivo, esa es la mejor enseñanza que nos deja la orquesta.

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