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Prisión perpetua por violar y matar a la hija de su pareja

La Cámara de Vera confirmó pena para Rolando Ramírez por el crimen de la niña de 2 años y 8 meses.


imputado

La Cámara de Apelación Penal de Vera confirmó la condena a prisión perpetua dictada hace poco más de un año contra Rolando Fabián Ramírez, acusado de violar y matar a golpes a la hija de su concubina en noviembre de 2011 en la localidad de Guadalupe Norte, ubicada en el departamento General Obligado, en el norte de la provincia. La resolución fue firmada por los jueces Mario Enrique Balestieri, Carlos Andrés Corti y Santiago Dalla Fontana. Ramírez había sido condenado como “autor penalmente responsable de los delitos de abuso sexual con acceso carnal agravado por su condición de guardador y homicidio calificado por alevosía”, en perjuicio de Keila Geraldine Rojas, de 2 años y 8 meses. El fallo había sido apelado.

El hecho ocurrió el sábado 19 de noviembre de 2011, cuando Ana María G., de 19 años, llegó hasta la subcomisaría de Guadalupe Norte, con su pequeña de 2 años y 8 meses, de nombre Keila, con hematomas en distintas partes del cuerpo y sangre en la cara. En la seccional lo primero que pidió fue ayuda y, dada la gravedad de la lesión de la niña, el uniformado a cargo fue hasta la casa de una enfermera, ya que vivía más cerca que el centro asistencial, pero cuando llegaron la nena había fallecido.

Tras esto, la joven madre contó que había sido su concubino quien había golpeado a Keila en la vivienda que ambos compartían desde hacía alrededor de cinco meses. Fuentes del caso indicaron en su momento que el imputado, identificado como Rolando Fabián Ramírez, de 20 años, se había quedado la tarde del sábado solo con Keila, ya que su pareja se había ido a la casa de su madre a pasar la tarde junto a ella y la hermana de su pareja.

Rolando y Ana habían ido a bailar a un local ubicado en el ingreso a la ciudad de Reconquista, de donde regresaron cerca de las 5, con Rolando en estado de ebriedad, según contó después Ana María. Ambos se acostaron y, cuando ella se levantó, dejó a su concubino durmiendo. Luego le dijo que se iba a la casa de su mamá y que quedaba al cuidado de la niña.

Cerca de las 14, Ana María volvió a la casa junto a una de sus cuñadas (hermana de Rolando) para ver cómo estaban ambos. Cuando ingresaron en la finca se encontraron con Rolando, que les dijo que había matado a Keila.

Cuando Ana fue a buscar a su hija, la halló sobre una cama, con golpes y sangre en distintas partes del cuerpo. Luego hicieron un recorrido que terminó siendo un calvario: fueron hasta la subcomisaría 4ª de Guadalupe Norte, después a la casa de la enfermera y posteriormente hasta el hospital de Reconquista, donde se confirmó el deceso de la niña a raíz de los golpes.

Tras esto, la Policía salió en la búsqueda de Rolando, quien al ver llegar al coche policial se dio a la fuga hacia un campo sembrado con girasol, pero fue apresado un rato después luego de un amplio operativo montado en la zona por la Policía y vecinos de Guadalupe Norte, que incluso intentaron hacer justicia por mano propia.

Los exámenes médicos realizados al cuerpo de la niña revelaron que presentaba hematomas en todo el cuerpo, cuatro costillas rotas y lesiones vaginales compatibles con una violación, por lo que terminó siendo condenado a prisión perpetua por abuso sexual con acceso carnal agravado por su condición de guardador y homicidio calificado por alevosía.

El tribunal compuesto por los jueces Mario Enrique Balestieri, Carlos Andrés Corti y Santiago Dalla Fontana revisó si se trataba de una condena justa y, luego de deliberar, consideró que “no caben dudas que Ramírez abusó sexualmente de la pequeña niña” y por ende “corresponde desestimar el recurso de apelación interpuesto por el imputado”, confirmando la sentencia.

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