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Primer ritual de percusión para sanar la tierra en Rosario

Basada en una profecía mexicana, la ceremonia “8 mil tambores sagrados”, reunió en Moreno y el río a cientos de personas que tocaron diversos instrumentos de percusión para salvar al mundo.


Al ritmo de los latidos del corazón comenzaron a sonar los tambores de cientos de personas que retomando una profecía de los otomíes, pueblo originario de México, se congregaron ayer en Moreno y el río para realizar una “ceremonia de sanación” del planeta. Convocada por el grupo Tambores de Rosario, la actividad denominada “8 mil tambores sagrados” reunió a un nutrido grupo de participantes proveniente de diversas disciplinas, edades y provincias, para “fluir al ritmo de la Pacha” y hacer un llamado de paz y armonía mundial.

El sol comenzaba a ponerse después de una calurosa tarde en Rosario; eran las 18.30 del día posterior a la celebración de Navidad y un numeroso grupo de personas, reunidas en círculo, se congregó a orillas del río, a la altura de Moreno, para dar inicio a un “ritual de sanación”. Con bombos legüeros, platillos, castañuelas, palos de lluvia o sus propias palmas si no tenían otras cosas, grandes, jóvenes y niños comenzaron a acercarse a la ronda tras oír el contagioso ritmo de la percusión y con sus instrumentos sumaron golpes a ese latido conjunto.

“La ceremonia es un encuentro entre diferentes personas para un fin en común: aportar un granito de arena a la paz que todo el mundo está buscando”, explicó Cristián López, uno de los organizadores de la actividad, quien junto con un grupo de amigos se reúne todas las fechas de luna llena para tocar por la armonía del planeta.

Basado en una profecía cuyo origen proviene de siglos atrás, en tiempos de la conquista, Ceremonia de los 8 mil tambores comenzó a expandirse desde el 21 de marzo de 2004 “en las cuatro direcciones”, desde el Centro Ceremonial Otomí de Temoaya, en el centro de México, en el estado del mismo nombre.

Desde entonces viene ampliandose así, en las cuatro direcciones, y ayer, días después del solsticio, se celebró por primera vez en Rosario, aunque convocó a asistentes que llegaron de Paraná, La Plata y Buenos Aires y hasta de Uruguay. La fecha elegida se relaciona con la luna llena que ocurrió el pasado 25, ya que según explicaron “es un momento de expansión, es una luna de renacimiento”, y bajo esa premisa los organizadores invitaron a los presentes a “pedir un deseo para toda la humanidad”.

“El pueblo de los otomies tiene una sabiduría que se fue transmitiendo de boca en boca, pareció que se había perdido, pero nada se pierde en el planeta, todo vuelve a resurgir. Esta sabiduría decía que si se juntan 8 mil tambores sagrados se obtiene la sanación del planeta, de todas las especies”, explicó López.

Se refirió así a la tradición del que se considera el quinto pueblo originario más numeroso en México, que históricamente habitó en el altiplano central de ese país y mantuvo fuertes rebeliones contra las oleadas españolas.

Antes de comenzar con el “ritual”, y a modo de preparación para lo que acontecería después, el organizador presidió un “saludo a las siete direcciones galácticas”, en el que se invitó a los presentes a girar en torno a los cuatro puntos cardinales, el cielo, la tierra y el corazón, rezando una breve plegaria por la sabiduría de los pueblos.

Con los instrumentos en mano y el corazón dispuesto, los presentes comenzaron a ejecutar los primeros ritmos, que se iniciaron al compás de “los latidos del corazón” para complejizarse de a poco, con las intervenciones espontáneas de los ejecutadores, que fueron improvisando ritmos a medida que los instrumentos iban sonando, para culminar bailando de pie al verdadero latir de la Pachamama.

“El día en que se reúnan los sonidos de Ocho Mil Tambores Sagrados, será el inicio de la verdadera sanación de la madre tierra, de toda las especies y la familia humana para poder convivir en el camino de la paz sagrada, en conexión armónica con el universo, la madre naturaleza, la comunidad, la familia y con nuestro propio corazón”, expresa la profecía.

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