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Presentan libro que aborda la historia de los Círculos Católicos de Obreros

En su libro "Los católicos y la cuestión obrera. Entre Rosario y Buenos Aires (1892 – 1919)", que se presentará de modo virtual, María Pía Martín analizó esa experiencia que en Rosario le permitió liderar dos sindicatos y formar a dirigentes que se desempeñaron en la acción social de la iglesia


Paulo Menotti / Especial para El Ciudadano

“El cristianismo social desenvuelve su acción con una perseverancia respetable. Tiene expositores enérgicos y capaces y se propone aliviar los males de la clase proletaria volviendo a los conceptos primitivos del Evangelio echados en el olvido durante siglos”, expresaba el anticlerical y demócrata progresista Lisandro De La Torre en 1937, en el marco de sus debates con los principales referentes de la Iglesia Católica y reconociendo los éxitos de sus oponentes.

Para entonces, el catolicismo social había recorrido un largo camino en nuestro país en el campo de la política apuntando a la clase trabajadora. Hacia fines del siglo XIX, el padre Grote había impulsado los Círculos Católicos de Obreros con la intención de menoscabar la incidencia de la izquierda, de anarquistas y socialistas, en el movimiento obrero, además de instrumentar formas de disputar al liberalismo en pos de una “nación católica”.

En su libro Los católicos y la cuestión obrera. Entre Rosario y Buenos Aires (1892 – 1919), María Pía Martín analizó esa experiencia que en nuestra ciudad le permitió liderar dos sindicatos, la Unión Dependientes de Comercio y Tranviarios, además de formar a dirigentes que se desempeñaron en la acción social de la Iglesia Católica en nuestro país, entre otros logros.

Antes de su presentación en la plataforma virtual del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y de las Izquierdas (Cehti), este martes 4 de mayo, a las 19, la autora dio detalles de sus motivaciones y comentó el tema de su libro.

La existencia de acciones de la iglesia frente a la cuestión obrera

Acerca de por qué eligió estudiar a los católicos y su relación con la clase obrera, Martín apuntó: “Quizás el primer estímulo fue haber cursado, cuando estaba terminando la carrera de licenciatura en Historia, un seminario sobre Historia del movimiento obrero con Ricardo Falcón, hace ya muchos años. Y un segundo estímulo tiene que ver con aspectos subjetivos de mi historia personal. El seminario con Falcón me permitió iniciar lecturas sobre el movimiento obrero donde se refería, muy sesgadamente, a veces con menciones de unas pocas líneas, a la existencia de los círculos de obreros “merodeando” el mundo de los trabajadores en los orígenes del movimiento obrero argentino.

Durante mucho tiempo seguí trabajando con Falcón estas problemáticas, siempre en torno a los católicos y la clase trabajadora. Un punto de partida fue descubrir una dualidad de interpretaciones que merecía ser analizada: por un lado, autores católicos que interpelaban a la propia Iglesia, sobrevalorando la acción de sus militantes en el mundo del trabajo en el tránsito del siglo XIX al XX y adjudicando los motivos de la “derrota” tanto al propio catolicismo, como al peronismo.

Por otro lado, una historiografía dedicada al movimiento obrero y a las izquierdas en la Argentina, que subestimaba o simplificaba en lecturas reduccionistas, la existencia de acciones de la Iglesia -una organización de dimensión internacional especialmente poderosa– frente a la cuestión obrera”.

Prevenir los efectos no deseados del proceso de reestructuración económica o de modernización

Sobre cómo surgieron los Círculos Católicos de Obreros, la historiadora indica: “En Rosario se creó el primer Círculo de obreros en 1895, con la presencia de Federico Grote, sacerdote alemán que había comenzado a impulsar unos años antes un segundo movimiento católico laical en el país, que llegaría a tener gran envergadura.

El mismo se orientó a prevenir los efectos no deseados del proceso de reestructuración económica o de modernización –aunque esta palabra ofrece muchas dificultades– que, desde fines del siglo XIX, transformó las ciudades puertos como Rosario y que podrían sintetizarse en lo que se denominaba, por entonces, cuestión social.

Sin embargo, un interés central –que provenía de la propia Iglesia a nivel internacional– eran los riesgos de la cuestión obrera y el posible desarrollo de las izquierdas en la Argentina. En Rosario sólo hubo dos Círculos de obreros, el segundo se instaló unos veinte años después en barrio Refinería y tuvo quizás una trayectoria muy dependiente del primero, situado en el centro de la ciudad”.

Una elite católica con un lugar consolidado en el ámbito social y público local

La autora destaca de este modo la importancia de los círculos: “Los círculos sentaron las bases para el desarrollo de múltiples iniciativas, por dentro y por fuera de la institución misma, tanto en Rosario como en Buenos Aires, e introdujeron en nuestro país los debates, problemas y contradicciones del catolicismo social y de las primeras agrupaciones democráticas cristianas, orientadas más decididamente a intervenir en el campo sindical.

Estos debates, en términos políticos y teológicos, pueden rastrearse en la Iglesia europea casi hasta 1830; y en cuanto a la cuestión social/obrera, tomaron relevancia en la segunda mitad del siglo XIX.

En el caso de Rosario, el primer círculo (1895) fue estructurante de una serie de acciones e iniciativas destinadas a captar gente, formar militantes, crear redes con congregaciones católicas, pero también en el ámbito social y político a nivel municipal y provincial, e incluso nacional e internacional, más allá de su acción mutualista, que también llegó a ser muy importante en los años 20 y 30. Esta multiplicidad de estrategias permitió visibilizar en la década del 30 una elite católica, forjada en la militancia, muy vinculada a estructuras eclesiásticas y con un lugar consolidado en el ámbito social y público local”.

“Ir al pueblo”

Y finalmente, sobre las intenciones políticas de los católicos en nuestro país y qué recorrido tuvieron, Martín sostiene: “El catolicismo argentino se propuso, en términos político-ideológicos, transformar la sociedad liberal y neutralizar a las izquierdas, pero sobre todo construir nuevas relaciones con las clases populares, en sus palabras, “ir al pueblo”.

Desarrolló nuevas formas institucionales y recurrió a estrategias innovadoras para construir un laicado militante, promover el reformismo social, recurrir a la acción política y sindical, y a la concreción de una prensa católica. De este modo, el mito de la nación católica no se construyó en los años 30, sino que fue producto de un largo proceso iniciado a fines del siglo XIX, que permitió a la Iglesia ir permeando una sociedad que le era esquiva, desde sus bases”.

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