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¿Posible, probable o imposible?

Por Raúl Koffman.- Cada una de las categorías es, finalmente, la base del entretenimiento; esto es, “pasar el rato”. Sean comedias o dramas donde todo es posible y cada uno hará posible el propio imposible con sólo identificarse con un personaje.


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Nuestras evaluaciones cotidianas demuestran que las categorías “posible” y “probable” se confunden en el campo de los miedos. Volvamos al tema de la inseguridad en las calles. Es posible que en la calle sea víctima de un hecho de inseguridad. Pero, ¿qué probabilidades tiene de que efectivamente le suceda? La probabilidad es numérica, pero el miedo aumenta significativamente esa probabilidad: cuanto más desprotegida la persona se sienta, más miedo tendrá, y la evaluación subjetiva de la probabilidad aumentará. Y como sabemos que se actúa según lo que se cree y evalúa, el resultado es la inhibición de la acción (no se sale a la calle).

Si colocamos esta lógica en el par “persona temerosa-persona temeraria”, los resultados son previsibles. A mayor temor, mayor inhibición de la salida a la calle. En el otro extremo del par, la persona temeraria evaluará los riesgos minimizándolos y sus conductas podrán ser de riesgo innecesario. La persona más temeraria evalúa y concluye la probabilidad 0 de riesgo y la más temerosa la probabilidad del 100 por ciento. Los pares serían entonces: “Con seguridad me va a pasar algo/con seguridad no me va a pasar nada”. Y sabemos que la generalidad de las personas está ubicada entre los extremos, no en ellos.

¿Cómo te lo explico?

Hasta aquí todo está claro. El problema es explicar y hacer entender, a quienes están en los extremos, sobre la relatividad de sus evaluaciones. Muchísimas veces sólo cabe esperar que la cotidianidad les demuestre el error valorativo (con el riesgo que esto supone). ¿Cuántas personas conoce que abandonaron su supuesta invulnerabilidad, sólo después de que algo más o menos grave les pasó? (eventos cardiovasculares, choques, accidentes, etcétera). Muchas personas abandonan esta creencia (doloroso proceso, por cierto) y otras continúan peligrosamente con ella. Abundan los dos casos. Pero, para las personas temerosas, la cotidianidad no siempre rectifica sus creencias temerosas. Cuanto mayor en edad sea la persona, probablemente más difícil sea por el aumento de su sensación de fragilidad y por su real fragilidad. Y cuando el miedo se aproxima más al pánico, también mayor será la dificultad.

“Persona temerosa-persona temeraria”, suponen creencias y sensaciones. Si usted siente que puede y cree que puede (más que cree, está convencido), ¿por qué evaluaría que no va a poder? Y a la inversa, es lo mismo: si siente que no va a poder y cree (está convencido) que no va a poder, ¿por qué evaluaría que va a poder? Es que, dijimos, estos son los casos de las personas que están en los extremos. En cambio, en la amplia zona entre los extremos la flexibilidad aumenta y también las probabilidades de un cambio (en las evaluaciones y en las acciones).

¡Vivan las certezas!

Si usted es una persona a la que le desagradan las sorpresas y las incertidumbres, es probable que las categorías “posible” y “probable” se les confundan más aún. Si usted quiere tener todo bajo control (bajo “su” control), lo inesperado le resultará desagradable y rechazable. Por tanto, hará todo lo posible para evitar ser sorprendido y creará un sistema de alarmas para ello. El problema será que, cuando una alarma le avise de que hay algo fuera de lugar, probablemente sienta y crea que se desató un tsunami. Usted perfeccionará su sistema de alarma para no sentir la sensación de tsunami, y la próxima sorpresa será para usted dos tsunamis juntos (como era de esperar). A mayor control, mayor sensación de descontrol cuando algo está fuera de lugar. Todo un trabajo inútil y contraproducente; un espiral que alimenta lo que más teme. Y todo esto porque la probabilidad de tsunami es para usted siempre del ciento por ciento cuando es sólo posible que pase algo inesperado, y nada más que eso.

¿Cuántas probabilidades hay de que confrontar con alguien lleve a una ruptura de la relación (aunque la otra parte siempre amenace con ello)?, ¿cuántas probabilidades hay de que por decir que sí una vez no se va a poder con lo que vendrá?, ¿cuántas probabilidades hay de que por decir que no una vez se recibirán siempre y sistemáticamente los “no” de la otra parte? Las posibilidades de confundir son muchas.

Pero, ¿posible o imposible?

Otra confusión que podemos encontrar es la de “posible” e “imposible”. Sea porque es un argumento que las personas se den para darse fuerza o porque se trate de un convencimiento, “hacer posible lo imposible” es un recurso muy utilizado. Sabemos que si son dos categorías diferentes, no debemos confundirlas. Pero sucede que, psicológicamente, a veces, muchas personas necesitan fundirlas (borrar las diferencias). Volver el tiempo atrás, vivir sin alimentarse, ir caminando a la luna, hacer lo que se le viene en ganas, no morir de sed en un bote perdido en el océano, son prácticamente imposibles de lograr. Pero si usted espera un amor (que usted y el resto sabe con certeza que no volverá), mientras usted espere, usted confunde estas categorías. Lo imposible no lo es tanto, porque cabe una posibilidad aunque sea muy improbable; por tanto, lo imposible no existe.

Los imposibles (antes llamados utopías) parecen renovarse: cada “no” categórico, cada puerta que se cierra, cada proceso social truncado, renueva las expectativas y lo posible se convierte en probable y lo imposible parece hacerse posible. Es la magia de esa extraña relación muy humana entre la necesidad y su inseparable compañera, la imaginación. Sea para bien o para mal, vienen juntas desde hace milenios. Para bien, porque permite firmar nuevos contratos con la vida; y para mal, porque cuando la imaginación no alcanza o se agota se vuelve a sentir la misma necesidad con más fuerza y con el agregado de la bronca (con uno mismo o con los otros).

¡Es entretenimiento!

Lo posible, lo probable y lo imposible son finalmente una de las bases del entretenimiento (manteniéndose ocupado para pasar el tiempo). Sean comedias o dramas donde todo es posible y donde cada uno hará posible el propio imposible con sólo identificarse con algún personaje (lo que calmará la necesidad al menos por un rato).

Aquel “sea realista, sueñe lo imposible” parece afirmar que soñar con una realidad posible es de menos tonto que soñar con un mundo imposible. La diferencia la marca usted.

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