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PJ: traspié neocamporista en prematuro ajedrez 2015

Julián Domínguez fue esta vez el que enfrentó a los neocamporistas en el juego casi simbólico del reparto de cargos partidarios.

“Muchachos, no quieran imponernos todo. Así no se conduce. ¿Preguntemos a las secciones y vemos?”. Julián Domínguez, como escudero del PJ del interior, alzó la voz para refutar la propuesta de Raúl Othacehé de sentar a Martín Insaurralde como jefe del Congreso partidario bonaerense. El lomense llegaba con un guiño difuso del conurbano y se topó con la negativa de Domínguez.

El jefe de la Cámara de Diputados hizo un repaso rápido: el presidente del PJ es Fernando Espinoza de La Matanza y como jefe de la Junta Electoral seguirá Hugo Curto, de Tres de Febrero, con lo cual poner a Insaurralde al frente del Congreso implicaba que el conurbano se quedaría con los tres sillones de más peso del partido.

Amontonados en un cuarto sin aire acondicionado de la planta baja de la Municipalidad de La Matanza, más de 30 dirigentes del peronismo de Buenos Aires se entregaron al milenario oficio de repartirse cargos como un botín. Al rato, cuando empezó a sesionar el Congreso, los delegados presentes eran 689.

Brillosos y sedientos, Hugo Curto, Fernando Espinoza, Julio Pereyra, José Ottavis, Diego Bossio, Sergio Berni, Mariano West, Alberto Descalzo, Eduardo “Wado” De Pedro y Fernando Navarro, entre otros, consumieron el anteúltimo día hábil de 2013, quizá el peor año político de la década K, a un procedimiento administrativo que tiene más peso simbólico que formal: jugar el ajedrez del PJ que en la mala hora del kirchnerismo, revalida su condición de última trinchera.

Sin acuerdo, Espinoza invitó a su oficina a los dos dirigentes que centralizaban la grilla para ocupar el cargo: Insaurralde y Domínguez. Se plegó, al tranco veloz, Ottavis. Al rato, el matancero bajó.

—No se ponen de acuerdo así que arrancamos igual y sigue todo como estaba.

—¿Y quién va a avisar que sigue todo igual? Yo no puedo.

Lo dijo José María Díaz Bancalari, que de ese modo renovaría al frente del Congreso. Lo hizo Espinoza que, en otro turno, degolló la pretensión de La Cámpora de poner a uno de los suyos al frente del buró partidario.

Otro traspié

“Si son tan abiertos ¿por qué no permiten que el Congreso lo presida alguien que no sea consejero?”, pinchó Fernanda Raverta, diputada provincial y neocamporista línea Ottavis, a Espinoza. “No, no. Igual eso lo voy a hablar personalmente yo con cada uno de los consejeros”, se negó el matancero.

La Cámpora, que se bifurca entre la tropa que reporta a Ottavis, la que se alinea con Andrés “Cuervo” Larroque y el grupo de “Wado” De Pedro, unificó postura para pelear espacios en el PJ, un táctica inimaginada hace unos meses cuando tomaban como centro del dispositivo político K a Unidos y Organizados (UyO), y agitó la teoría de postular a De Pedro como máxima autoridad del congreso.

Ottavis, que prefiere mostrarse más como JP bonaerense que como de La Cámpora, debía vocear la propuesta pero ni llegó a hacerlo cuando entrevió que no había margen para proponer a De Pedro: no sólo no había clima político sino que “Wado” no es congresal y este año perdió las Paso, la general y, detrás de una testaferría política, las internas del PJ en Mercedes, su pago chico.

El recurso de pedir mucho para negociar porciones tampoco le dio resultado: al final, La Cámpora sólo se quedó con un lugar en la Junta Electoral para Facundo Tignanelli. El neocamporismo es portador de una magia misteriosa, o no tanto: consigue que las distintas tribus del peronismo, algunas con rivalidad histórica, se asocien cuando se trata de bloquear el ingreso de referentes de La Cámpora. El Movimiento Evita, socio y contrincante de la agrupación juvenil K en UyO, también se llevó un cargo para Patricia Cubría, ex diputada y pareja de Emilio Pérsico.

Territorialidades

El pulseo entre Insaurralde y Domínguez fue, en la superficie, una disputa entre el conurbano y el interior. Una vieja riña, que siempre vuelve, en la que el presidente de la Cámara de Diputados se convirtió en portavoz ante la ausencia, ostensible, de Florencio Randazzo, el otro cacique con base territorial en la Buenos Aires rural pero que, como táctica, decidió no zambullirse en los tironeos partidarios.

Domínguez dijo que no peleaba la butaca para él sino para el interior aunque si se imponía, su nombre sería inevitable. Insaurralde, a su vez, tenía el respaldo de los alcaldes del conurbano y del sciolismo. El status quo significó, en la práctica, una victoria del interior porque se mantuvo en el cargo a Díaz Bancalari, de San Nicolás.

Detrás de la cinchada conurbano-interior sobrevoló el espadeo entre dos candidatos a gobernador, Insaurralde y Domínguez, uno declarado, el otro implícito que empiezan a mostrar su juego y a hacer valer las territorialidades. El omnipresente 2015.

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