David Moreira fue condenado a muerte. Su sentencia, dictada en pocos minutos por un grupo de vecinos de zona noroeste y ejecutada casi al unísono a golpes de puño y patadas. Su tribunal (¿cincuenta, ochenta, cien personas?) montado en la vía pública y disuelto en el anonimato apenas logrado el objetivo: matar al ladrón. No hubo tiempo para la defensa y lo único que demoró el veloz proceso fue la agonía del muchacho, que retrasó tres días la fecha de su propia muerte. Tenía un severo traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica.
El viernes pasado, barrio Azcuénaga era noticia en los portales digitales que informaban sobre un grupo de jóvenes que habían conformado una “patrulla comunitaria” para combatir la inseguridad y buscaban apoyo político para su regulación. Un día después, el mismo barrio volvió a ser noticia cuando decenas de vecinos golpearon con brutalidad a un pibe de 18 años que había robado la cartera a una joven madre.
La salvaje escena se transformó ayer en homicidio, porque David Moreira, un pibe de 18 años de Empalme Graneros, falleció a causa de las severas lesiones en la cabeza propinadas con golpes de puño y patadas. El crimen tiene múltiples culpables pero ningún imputado. Porque de las cincuenta, ochenta personas que se acercaron a golpearlo no hay ni una sola identificada.
Ayer, el fiscal de Homicidios Florentino Malaponte confirmó el deceso del muchacho al mismo tiempo que dijo no contar con nuevos elementos para la investigación. Lo mismo dijeron en la seccional 14ª, que tiene jurisdicción en la zona del crimen. Y efectivos del Comando Radioeléctrico, los primeros uniformados en llegar al lugar, que encontraron al joven desvanecido en la vía pública en medio de una nutrida ronda de vecinos.
Por el contrario, los detalles del robo sí fueron aportados. Los mismos indican que Moreira iba en una Guerrero de 125 cc junto a otro muchacho cuando le quitó la cartera a una joven que caminaba con su bebé en brazos. Los gritos de la mujer fueron escuchados por un automovilista que no dudó en colisionar la moto, provocando que los chicos se cayeran.
Enseguida, Moreira fue “apresado” por vecinos, que en minutos se multiplicaron y se turnaban para golpearlo. A la desigual golpiza, dicen que fueron más de 80, los atacantes, se sumaban ocasionales transeúntes y automovilistas.
Cuando la Policía intervino, los golpes ya le había causado una fatal pérdida de masa encefálica.
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